Blues criollo
Un sonido proveniente de pieles negras conquistó los corazones de quienes se hacen llamar mestizos en Colombia.
l blues lloró al nacer, fue un lamento, un sonido que exorcizaba las almas de los afroamericanos, víctimas de la segregación en el sur de Estados Unidos. Se diferenció del góspel por su melancolía y desesperanza; el diablo azul se alejó de las iglesias y entonó notas que desafinaban con las letras que prometían una salvación en el más allá, mientras en el más acá se sufría sempiternamente.
El intérprete solitario del blues, se alejó del coro y se convirtió en amenaza para el status quo, se hizo viajero, canto de caminantes que solo tenían su voz como instrumento de emancipación, considerado maldito por muchos. Cuentan las leyendas del Misisipi que los bluesman vendían su alma al diablo a cambio de talento –leyenda que se ha dado en muchos ámbitos rurales, como en el vallenato colombiano–.
A Colombia, se dice que el género llegó con la cultura hippie a finales de los años 60, legendarias bandas como Por Culpa del Blues abrieron camino a un género que actualmente va en crecimiento. En nuestro país el blues suena en diferentes tonalidades: a veces profundo como sus raíces, a veces claro y cálido como las latitudes latinas que lo han adoptado, lo cierto es que este género se escucha rondar por las calles y bares de nuestro país sin que muchos advirtamos su presencia; la pregunta es ¿han tenido estos músicos que venderle el alma al diablo para poder hacer blues en Colombia?
El panorama del blues en Colombia es amplio y prolífico, suena en las calles, se renueva en cada jam, adquiere matices inesperados, se mezcla con otros ritmos en las noches de bares y también se canta en español. Algunas canciones suenan en emisoras y otras mueren al tiempo que nacen en una improvisación. En Bacánika les compartimos una pequeñísima muestra del blues made in Colombia.
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