Cabalgando sin caballo
El bike polo es un deporte que ha estado conviviendo con la humanidad durante más de un siglo. A pesar de su vieja data, en Colombia solo se ha practicado desde la última década. Esta es su historia.
Cada martes, jueves y domingo en las noches, un grupo de jóvenes se encuentra en una arrinconada cancha de hockey ubicada en el parque de Ciudad Jardín sur en Bogotá. Allí, practican un deporte que remplaza a la herradura por la rueda: el bike polo.
En 1891, el irlandés Richard Mecredy compartió al mundo un deporte que fue muy popular en la Europa de primera mitad del siglo XX. Consiste en dos equipos conformados cada uno por tres jugadores. En la mitad del campo se pone una pequeña bola roja, en cada extremo se posicionan los participantes apoyando la rueda trasera de sus bicicletas contra la parte lateral del campo de juego, el árbitro grita “3, 2, 1 ¡POLO!” y un jugador de cada extremo debe ir a disputar la esfera: al igual que en el fútbol, esa pelota debe ser llevada al arco contrario para marcar un gol.
Con tan solo diez minutos, acosados por el frenetismo del reloj que nunca se detiene, y sin importar las faltas, los jugadores tienen la responsabilidad de ganar el partido durante esa pequeña franja de tiempo. Si en ese lapso se marcan cinco goles por parte de un equipo, el encuentro termina ahí. En caso de que el partido culmine y haya un empate, se juega al gol de oro.
Armados de un mazo para llevar y golpear la bola, los jugadores deben tener un equipo de protección óptimo para no lastimarse ni a sí mismos ni a los demás participantes. Porque nadie está libre de totazos, es bueno llevar coderas, rodilleras y proteger los dedos con guantes de hockey. “En las bicicletas que usamos no se permite que haya puntas, que estén averiadas y además deben tener freno, preferiblemente de disco y que esté ubicado en la llanta delantera. La idea es evitar cualquier tipo de heridas, aruñones o fracturas”, cuenta Felipe Amado, jugador y fabricante de marcos de bicicleta para este deporte, mientras me muestra una cicatriz en la frente que pudo ser más grande si no hubiera sido por el casco que amortiguó el golpe.
Para practicar el bicipolo se tiene la posibilidad de usar cualquier bicicleta, pero a medida que se avanza en el juego se opta por un vehículo más resistente porque las caídas son cotidianas. Por ejemplo, una bicicleta de ruta no le duraría ni un mes, así que esa platica se perdería; lo mejor para estos casos es engallar su bicicleta con un marco de hierro o cromolio, así se asegura una duración extensa y que un golpe contra el suelo equivaldrá a una tierna caricia para la cicla. “Como el campo de juego no es muy grande en diámetro, se necesita una que tenga aceleración rápida: debe tener un plato pequeño y un piñón promedio, así la cantidad de pedalazos que se dan por metro va a ser mayor”, comenta Jaime Hortua, jugador acérrimo del deporte.
El equilibrio es primordial: si el ciclista apoya los pies en el suelo debe dirigirse con su bicicleta al centro de la cancha, donde toca un punto de referencia para que se le permita seguir jugando. “Al ser un deporte de nueva tendencia, se vela mucho por la seguridad del oponente; por eso cualquier tipo de agresión que cometa un jugador, accidental o intencional, provocada por el mazo, se sancionará con uno, dos o tres minutos fuera de la cancha”, afirma Andrés Bustamante, de la Liga de Bike Polo de Medellín.
“Su entrada a tierras colombianas no se conoce bien a ciencia cierta, pero tenemos noción de los pioneros: un equipo llamado Hágame Famoso que se conformó en Usaquén. Por medio de redes sociales descubrieron que en Seattle (Estados Unidos) se estaba volviendo a consolidar mundialmente el bicipolo; como ya eran biciusuarios no se les hizo difícil comenzar a practicarlo”, afirma Juan Alva, de la Liga de Bike Polo de Bogotá. Y a pesar de que todos los poleros practican el deporte con pasión, sus opiniones sobre la época de llegada es tema de dudas y discusiones: algunos afirman que fue hace seis o siete años, otros con vehemencia aseguran que el deporte va a cumplir una década en el país; lo único claro es que la liga de Bogotá lleva casi cuatro años y en Medellín solo se lleva jugando un año y medio.
“Aún nos falta alcanzar el nivel de competencia que nos llevan Chile o México”, confiesa Camilo Beltrán, también miembro de la liga bogotana. De todas maneras, la participación de Colombia en torneos internacionales ha sido de admirar. El equipo madre Hágame Famoso obtuvo el tercer lugar en el primer encuentro latinoamericano de Chile. Para el segundo, llamado Loquito y realizado en Ecuador, se contó con la participación de cinco equipos colombianos y Los Guaches ocuparon el quinto lugar.
Este año el torneo se realizará en Rosario (Argentina), del 6 al 10 de octubre. Con mucha fe en el futuro, los equipos nacionales esperan realizar las eliminatorias en Cali. “Lo único que necesitamos es que se confirme que hay cancha, de lo contrario no podremos ir”, cuenta Camilo Beltrán. Allí se encontrará toda la escena del deporte del país que, por ahora, cuenta con la participación de equipos de Cali, Medellín y Bogotá, todos unidos por una misma causa: llegar al pódium de campeones latinoamericanos.
Si usted siente interés por este deporte, puede acudir al Facebook de la Liga Bike Polo de Bogotá o simplemente acercarse al parqué de Ciudad Jardín Sur, allá lo acogerán y le darán la bienvenida. En Medellín, se juega los martes en el barrio Los Conquistadores y todo se acuerda en la página Bike Polo Medellín. En Cali, pueden consultar y preguntar en Bike Polo Cali.
Antes de que se me olvide: este es un deporte en el que el género no importa. Las mujeres que deseen, pueden conformar su equipo y participar en el torneo de Interpolas que está enfocado solo a la participación femenina, o fácilmente se puede competir con un equipo mixto en los demás torneos.
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