Flavita Banana: la viñetista estelar de El País, por primera vez en Colombia

Las viñetas de Flavita Banana en El País de España suelen poner el dedo en la llaga sobre temas como migración, género y discriminación. Flavita estará por primera vez en Colombia como invitada al Salón Visual Bacánika 2023: el 6 de junio en la Bodega/Comfama de Medellín tendrá un evento de entrada libre y el 5 de junio tendrá un encuentro con estudiantes de Los Libertadores en Bogotá.

En entrevistas anteriores, Flavita Banana ha dicho que el suyo es “un humor triste”. Basta con mirar a esa mujer contemplando al sol mientras se pregunta por qué tiene la batería baja, o ver a ese grupo de inmigrantes hacinados en un bote salvavidas que solo serán bienvenidos en Europa si juegan bien al fútbol. Mujeres ignoradas por Dios y por los hombres, cuerpos disidentes que son objetos de burlas, migrantes y pobres siendo atropellados por el poder. Sí, es un humor triste, pero habría que agregar que es también político, efectivo, comprometido, controversial, valiente, ácido. 

Estas viñetas se publican semanalmente en El País, algunas veces en la primera plana, como esta del 23 de mayo de 2023. Su trabajo es reconocido, esperado y comentado por miles de lectores que la siguen y que hacen de la suya una voz influyente y de su audaz mirada un termómetro de la actualidad de España, Europa y buena parte del mundo. Flavita abrió un espacio entre viñetas y su apretada agenda para conversar con Bacánika, días antes de venir por primera vez a Colombia como invitada especial del Salón Visual Bacánika 2023. Gracias al apoyo de la Embajada de España, Flavita estará en Medellín, en la Bodega/Comfama, el 6 de junio y en una conversación con estudiantes de la Fundación Universitaria Los Libertadores el 5 de junio.

Nuestras conversaciones han transcurrido a través de la pantalla durante el último par de meses: hablamos sobre su viaje al país, le advertimos sobre el traicionero clima de Bogotá, agendamos sus días en Medellín. Pero ahora, nos detenemos a conocer su trabajo, a descubrir a la creadora detrás de esas imágenes. En el recuadro izquierdo de Meet está Flavia conectada, le da dos caladas a un cigarrillo y comenzamos a hablar. Tiene una voz tan ronca y potente como sus trazos. Sus ojos redondos y saltones acompañan el ritmo de sus cejas como una coreografía al hablar. Con un mecanismo casi eléctrico: sus pensamientos y manos se conectan, crean chispa y electrocutan a cualquier incauto que se encuentra con sus viñetas. Generando más dudas que certezas, Flavia utiliza el humor para crear incomodidad, reconocimiento, una risita tímida o una carcajada.

Flavia Álvarez, mejor conocida como Flavita Banana –aunque este nombre artístico no le cause tanta gracia–, saltó de subir sus dibujos a Facebook en 2011 para un par de amigos, a publicar libros y a tener un inmenso alcance a través de redes sociales y de las plataformas de El País, donde su columna gráfica es todo un referente. Sin embargo, su relación con la imagen se remonta muchos años atrás, esa búsqueda instintiva por la línea la acompaña desde la infancia.

Su madre aún conserva algunos de sus primeros trazos. “A diferencia de hoy, esas imágenes están llenas de detalles. Si dibujaba una casa arriba de una montaña con gente adentro, la gente podía verse a través de la ventana, también dibujaba las plantitas del borde de la ventana, el pomo de la puerta, todo, todo, todo, muy detallado. Creo que tenía que ver con una manera de ver las cosas, fijarme mucho en todo y reflejarlo en mi manera de dibujar”, recuerda Flavia. Su trazo es ahora fluido, inmediato, cada dibujo  parece tener que responder a la urgencia de los pensamientos que lo anteceden. En cuanto a ese “fijarse mucho en todo”, ahora son las sardónicas palabras contenidas en las burbujas de diálogo las que dan cuenta de su aguda capacidad de observación. 

Es de Asturias –de nacimiento– y de Barcelona –por convicción–. Nació en mil novecientos ochenta y pico –eso no se cuenta–, siempre dibujó, pero no fue hasta sus 18 años cuando decidió estudiar Artes y Diseño en la Escola Massana de Barcelona. Eso sí, me confiesa que hace años no dibuja o pinta con técnicas más elaboradas como el óleo o la acuarela, pues lo suyo es hablar, hablar por medio de la sátira que su columna gráfica en El País le permite.

Aunque disfrutaba ilustrar, era un ejercicio en el que dibujaba –o traducía a la imagen– textos de otras personas. Cuando tenía la oportunidad de comunicarse a través de la imágenes y palabras propias, la sensación era muy distinta, más plena. Fue por este camino cómo descubrió la viñeta y en ella pudo encontrarse, reconocerse, escuchar y levantar su propia voz. Dibuja casi compulsivamente y los temas que le inquietan mantienen su mente en constante movimiento. El resultado es una producción inmensa y constante que, además de nutrir su columna, ha sido recopilada en varios libros: Curvy, Las cosas del querer, Archivos estelares, Archivos cósmicos y Las cosas del querer unos años después.

Flavita no es tímida y mucho menos tibia para hablar sobre asuntos controversiales o álgidos presentes en la política, el feminismo o las relaciones interpersonales. Dice que no se arrepiente de ninguna de sus viñetas, pero ya no se siente identificada con algunas, principalmente las de sus comienzos, aquellas que hablaban sobre temas domésticos como el desamor, la vida en pareja o nuestro papel en la sociedad, pues es sobre lo que nos han habituado a hablar como y entre mujeres. Aún así, reconoce que estos dibujos han sido parte de su construcción como creadora.

Ese carácter frentero de su humor fue la clave para el meteórico crecimiento que dio un giro a su vida hace poco más de diez años. Para entonces, retrataba a sus amistades o situaciones irónicas que le sucedían, solo por parche y empezó a subir estos dibujos a una página en Facebook. “A mis 26 trabajaba en una empresa de soporte telefónico y en ese momento pasé a trabajar en S Moda –revista de de moda de El País con enfoque feminista–, pues justo dos hermanas que se llaman Laura y Carmen Pacheco tenían una serie de viñetas que hacían cada mes y que decidieron dejar. Ellas le dijeron al periódico que yo podía ser la siguiente, es decir, ya me habían visto en redes y tal”, narra Flavia sobre su primer trabajo oficial como viñetista.

El tumulto de likes y comentarios ante sus viñetas no se hicieron esperar. El nombre de Flavita Banana comenzó a hacerse más familiar, no solo en España sino también en otros países. Pero Flavia de diminutivo no tiene nada. Me responde sin pensarlo dos veces que si no se dedicara al humor gráfico su lugar sería la política. Con el semblante de una mujer con carácter, decidida y fuerte, resulta fácil visualizarla en algún cargo de representación pública.

Su firma, “Flavita Banana”, es un juego de palabras rescatado de una conversación con una amiga, a quien llama cariñosamente “Tina Mandarina”. Tina, siguiendo la sonoridad frutal un día decidió decirle “Flavita Banana”, como la canción “Juanita Banana”. Lo que comenzó como un chiste, se convirtió en el sello de su viñeta y marca, incluso con su disgusto interno por el mismo. “pero bueno, la verdad que sí yo pudiera no tendría este nombre, te lo juro. O sea, no me identifico en absoluto, no me gustan los plátanos y no considero que sea diminutiva. Sería más “Flavota Banana” o algo así”, me comenta entre risas.

Su perfil en Instagram tiene casi 700.000 seguidores, convirtiendo a esta viñetista en una celebridad muy influyente en el medio. El ver aquella cabeza de una mujer con cabello negro y esponjado como una nube, hablando dentro de una burbuja ya se relaciona directamente con las viñetas de líneas gruesas pero libres y desenfadas de Flavia. Este sello es la esencia de su proyecto, el ser mujer y hablar. Verse a sí misma y a su mundo interno para narrar el externo. Ya sea desde la ironía, el sarcasmo, la rabia o por el contrario, la placidez y el importaculismo, sus ilustraciones abarcan el vaivén de la inmediatez, ese del que solemos correr en la actualidad.

Mientras hablábamos, resaltamos la importancia de la voz femenina en diferentes ámbitos. No se nos hizo raro que sus primeros referentes fueran hombres, pues son quienes han tenido mayor visibilidad, incluso en el último siglo del cómic y la ilustración. “Cuando empecé eran señores, obviamente. Pero a nivel temática siempre me había fascinado Maitena, por ejemplo, el hecho de que hablara de las mujeres. Yo miraba embelesada los dibujos y pensaba: “¡Ostras! Hay alguien que su oficio es esto. Eran nombres como Sempé, Quino o Forges”, menciona Flavia sobre la brecha de género que encontró en la búsqueda de referentes en la industria gráfica. 

Desde 2018, cuando Forges dejó de ser el viñetista titular de El País, Flavia entró a reemplazarlo, ocupando el lugar de quién fue su referente al inicio de su carrera. Con asombro -quizás por ella misma y su recorrido artístico- me menciona la locura que fue estar por primera vez en la sección de opinión de un periódico al lado de escritores como Mario Vargas Llosa -con quien no comparte opiniones, pero de quien admite el reconocimiento-. En este punto, Flavia tiene claro que debe conservar una sobriedad con su trabajo y su audiencia, brindando una opinión conectada con la realidad política y social. El humor puede resultar un trabajo muy serio. 

Para crear cada viñeta, Flavia recolecta información de internet, la radio y los noticieros, al igual que de sus propias vivencias. Aunque hay temas que sobrevuelan la actualidad, dibuja sobre aquellos por los que siente afinidad, que tocan sus ideologías o de los que sí o sí se debe hablar. Pero trata de no caer en lo repetitivo que puede ser la actualidad, pues la intención de sus viñetas es que sean un respiro largo y profundo que termina en una risilla cómica para la sobrecarga de información que se recibe diariamente.

Este oficio de tomarse y no tomarse al mismo tiempo la vida tan en serio ha hecho de Flavia una mujer atravesada por su trabajo, pero con la capacidad de conservar su intimidad. Una evidencia son sus “rituales” no habituales, como empujar al límite la hora de entrega, pues cree que de esta forma la idea llega más fresca y potente al periódico. Sus viñetas y sus materiales son igual de minimalistas: un pincel con tinta china y cualquier trozo de papel que encuentre a la mano. No usa lápiz, se deja llevar por las formas corporales y los lugares que observa. El resultado mezcla la estética de los trazos que fluyen en negro sobre blanco, el desahogo de un grito a través de un mensaje que interpela y el alivio de la risa, como forma de cuestionamiento y revancha ante las muchas realidades chuecas y rotas que puede haber en el mundo. 

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Cinco viñetas comentadas por Flavita Banana

Con miles de viñetas publicadas en medios de comunicación y redes sociales, Flavia comentó algunos de sus dibujos más conocidos y el que más le gusta, en el que está ella misma pero donde quisiera no estarlo.

1. La ética de la viñeta

“Estaban amontonándose mucho los casos de maltrato en España y yo veía a otra gente de la viñeta que a raíz de, por ejemplo,  un asesinato machista, creaban una viñeta buenísima. A mí me cuesta, no quiero hacer eso. Si está ocurriendo algo muy negativo en el mundo, muy cercano, me niego a concebir una viñeta tan buena. De repente ser la abanderada y recibir mogollón de retuits y de likes, no quiero ganar fama o prestigio con base en algo muy negativo. Pero luego hay temas que siguen y siguen, como lo que explico en el pie de foto de esta viñeta. Si veo que se está perdiendo el punto de vista de este tema porque se está olvidando, como yo que sé “es que el feminismo ha pasado de moda”, ¡¿Perdona?! O sea me voy a poner a hacer viñetas ahora todo el rato porque esto NO tiene que pasar”.

2. El humor no significa felicidad

“Esta la dibujé a raíz de que se suicidara Verónica Forqué, una actriz española que solía hacer películas y series de humor. Hacía unos años que no se oía hablar de ella y de repente supimos que había muerto. Pero es muy loco porque por lo menos en prensa en España no se puede decir que alguien se ha suicidado concretamente entonces solo decían que había muerto de manera trágica tras unos meses difíciles. En otros medios más generalistas sí que se empezó a hablar de ese tema y mucha gente se quedó loca porque era tipo “pero si Verónica era divertidísima”. 

3. Una viñeta en la portada de El País

“No suelen poner una viñeta en portada, pero como justo había sido noticia, todos los demás periódicos habían usado más o menos el mismo perfil de foto. Vinicius -jugador de futbol afrodescendiente- había echando en cara a la grada lo que le estaban diciendo y tal, que le llamaban mono. Decidieron poner mi viñeta porque era la única que daba una vuelta de tuerca a toda esta historia. Lo loco es que yo había hecho esta viñeta una semana antes”.

4. Flavia Álvarez en una viñeta de Flavita Banana

“Esta realmente la hice estando de vacaciones en la playa (...) me encanta bañarme en el mar Mediterráneo que es bastante tranquilito y flotar boca arriba, pero me daba cuenta de que no tengo manera de relajarme del todo, incluso físicamente porque seguía estando conmigo. Lo que necesitaba era poder estar en ese mismo lugar, en esa misma posición, pero sin mí (...) muchas mujeres se pudieron sentir identificadas no solo con el cuerpo, sino con la frase “solo quiero dejarme en paz”.

5. El premio Mingote en una pantalla

“Cuando ya llega el verano a partir de finales de junio ya el calor es insoportable. Y por no hacer cada día una viñeta que hable del calor porque no tiene ningún tipo de interés (...) se me ocurrió hacer esto porque yo misma me había dado cuenta que unas semanas antes me había ido de camping con una amiga. Habíamos estado las dos juntas fantásticas, pero mirando el teléfono todo el rato . Y yo, bueno, yo estoy en casa como quiero, pero ella trabaja en una oficina y hablamos de eso, del rollo. ¡La hostia! Estar de vacaciones es usar las mismas plataformas que usarías en el trabajo pero mirando los canales que tú quieres”.