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Nación Hip Hop, un punto de encuentro para las nuevas y viejas generaciones de la polifacética cultura

Nación Hip Hop, un punto de encuentro para las nuevas y viejas generaciones de la polifacética cultura

El hip hop colombiano se toma el Museo Nacional con una exposición histórica. Le contamos qué puede encontrar en la muestra.

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Son cinco décadas de historia e historias las que suma el fenómeno del hip hp alrededor del globo. Como con cualquier elemento disruptivo, sus creadores poco sospechaban la manera cómo transformarían el mundo. Así es que cuando el joven Clive Campbell, conocido en el diverso mundo del hip hop como DJ Kool Herc, celebró el cumpleaños de su hermana en el 1520 de Sedgwick Ave en el Bronx neoyorquino, jamás esperaría que medio siglo después su legado llegaría tan lejos. Son cincuenta años que han transformado la historia contemporánea, extendiéndose en distintas manifestaciones que cada cultura ha adaptado a sus formas particulares para encontrar en sus posibilidades narrativas la forma de signar en la consciencia colectiva las vivencias y experiencias de miles de seres anónimos que respiran, aman y crean en medio de la dinámica acelerada del concreto.

Entendiendo la importancia cultural e histórica de la cultura del hip hop en nuestro país, el Museo Nacional de Colombia, junto con el Instituto Distrital de las Artes, la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y una serie de colaboradores, curadores y expertos en la materia, presentaron en diciembre la muestra Nación Hip Hop Colombia: Colombia al ritmo de una cultura. Esta apuesta curatorial inaugura una serie de actividades relacionadas con la celebración del segundo centenario del Museo Nacional, que desde hace varios años ha venido apostando por la creación de espacios más participativos y plurales en los que quepan todos los colombianos, preocupándose por desdibujar los límites restrictivos de lo que puede o no convertirse en un elemento de exhibición e incluyendo una plétora de voces diversas para ampliar la visión de identidad en nuestro país.

“Esta exposición temporal fue desarrollada por la Curaduría de Etnografía del Museo Nacional, de la mano con miembros activos del movimiento Hip Hop nacional, con quienes se trabajaron los ejes curatoriales, la selección de obras y piezas que reúne la exposición, así como las diferentes narrativas que articulan la escena cultural”, explica el comunicado de prensa que acompañó el lanzamiento de la muestra, que traza un recorrido histórico del fenómeno del hip hop en el país, deteniéndose en artículos específicos que dan cuenta de la enorme habilidad que tiene el género de reinventarse en medio de la precariedad. Así, partiendo del fenómeno del breakdance a principios de los ochenta y finalizando en la importancia del movimiento artístico en nuestro país con el reciente estallido social, Nación Hip Hop intenta dar cuenta de una historia extensa que desborda el espacio de exhibición de la sala del museo.

En el marco de las limitaciones, un equipo curatorial integrado por nombres claves de la historia del hip hop nacional lograron seleccionar una colección de 600 objetos provenientes de distintos lugares del país, que recogen gran parte de la narrativa conocida y que permiten descubrir errores en anteriores intentos de dar forma a un relato comprensivo, como es, por ejemplo la participación del Caribe en la configuración y difusión del género en el país. “Se nos quedó por fuera material, porque no se puede poner todo”, explica Zkirla, uno de los curadores y voceros de la muestra. “Eran unas 820 piezas. Tocó depurar un montón. Yo tengo en la casa una caja con muchos afiches y discos, pero no se podía incluir todo”, añade el MC, educador y presentador de hip hop con varias décadas en el ruedo estudiando el fenómeno cultural que ha representado para nuestro país, pasando por las clases altas que podían en un primer momento traer los discos de moda de los Estados Unidos, hasta las comunidades periféricas de barrios marginales que crearon historia a fuerza de rimas y samples precarios a los que se les daba forma con originalidad.

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El territorio es memoria

Pensar la historia de un movimiento tan extenso como el del hip hop colombiano implica, necesariamente, contextualizarlo en el marco de geografías específicas. En ese sentido, Nación Hip Hop ha hecho un trabajo extenso para reconocer los puntos neurálgicos del país para la construcción de esta historia coral. Bogotá y Antioquia cuentan con una representación clave, pero también se rescata la importancia de enclaves centrales como Cali, Cartagena o Buenaventura. “El hip hop llega al país por varias fuentes, una de ellas es la de los puertos”, explica Zkirla. “Esos barcos cargueros que llegaban de Estados Unidos traía personas que venían escuchando rap. Un man de esos se bajaba, trabajaba en el puerto un día o dos y se encontraba con un joven afrodescendiente en Buenaventura, en el Caribe, y hacía la relación. Le regalaba la música”, añade, señalando que el montaje de esta exposición ha probado que uno de los territorios poco trabajados de la historiografía del hip hop en el país ha sido precisamente el Caribe, que es mucho más relevante de lo que se pensaba. Así mismo, en la muestra se encuentra el primer LP de rap nacional, Perfecto sonido, grabado precisamente por Los Generales R & R, de Buenaventura y editado por Colmúsica en 1991.

Sumando sobre ello, Nación Hip Hop se preocupa por realizar un homenaje certero a dos de las agrupaciones principales del rap en el país, Gotas de Rap y La Etnnia, reconociendo el punto central en el mapa de la historia en el que se encuentran. Oriundas ambas del convulso barrio de Las Cruces en Bogotá, ambos proyectos facilitarían la posibilidad de reconocimiento del género en la década de los noventa. Gotas de Rap sedujo a la actual ministra de cultura Patricia Ariza, entonces directora del Teatro La Candelaria, por fuerza de su talento y el carisma escénico de Melissa Contento, quien lideraba la agrupación. De este encuentro nace la Ópera rap, que primero se presentó en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán para luego viajar al viejo continente para celebrarse en frente del Parlamento Europeo. La muerte truncó los planes de Contento, quien falleció en los Estados Unidos, pero su legado es central para la historia del género en nuestro país. “De la escuela de New Rappers Breakers, un grupo de breakdance de Las Cruces, nace Gotas de Rap y La Etnnia”, explica Zkirla, vecino del barrio. “La primera mitad de la década de los noventa es de Gotas, pero luego los que llegan y montan la parada es La Etnnia”, añade el rapero sobre una sección específica de la muestra dedicada a los creadores de El ataque del metano. Adicionalmente, la agrupación donó la icónica placa de “5-27”, la casa en donde nace esta tribu imparable, a la colección del Museo Nacional.  

El Breakin’ es movimiento

El fenómeno del breakdance, traducido “baile quebrado” por algunas fuentes de los noventa, fue la primera manifestación de los cuatro elementos de la cultura del hip hop en nuestro país. La fiebre que trajo consigo la película Flashdance, en la que se incluía brevemente una escena de este baile durante la trama, fue la semilla para que una generación empezara a bailar de cabeza, llegando incluso a ser parte importante de la industria del entretenimiento con programas como Ritmo de locura, en el que semana a semana se presentaban bailarines que concursaban con sus particulares movimientos, calcados de la cultura norteamericana. La gira de promoción de esta película incluyó la presencia de bailarines traídos de Nueva York, los Magnificent Force, quienes se convirtieron en una sensación publicitaria.

“Los entrevistó Jorge Barón y todo el mundo”, comenta Zkirla. “Cuando la gente fue a la premier, no solo iba a ver la película sino a los manes en vivo. Imagínense ver a los jóvenes colombianos emocionados al verlos. Todos querían empezar a bailar”. El estreno de la cinta se dio en el Teatro Embajador, en el centro de la ciudad, cuyo suelo liso motivó a los jóvenes a intentar los pasos que habían visto en pantalla. Este espacio se volvió en punto de encuentro para la comunidad en la capital y, durante cerca de dos décadas, era la parada fija para el parche del hip hop cada viernes. El breakin’ fue el motor que dio tracción a un movimiento que hoy es clave para la cultura musical colombiana. 

El Dee-Jay es la base

Reconociendo la importancia del DJ como la columna vertebral de un sencillo o álbum, Nación Hip Hop se preocupa por señalar el lugar que han ocupado estos músicos en la historia del género en nuestro país. Desde las primeras grabaciones de rap, “Rapper’s At Night” de los locutores antioqueños DeeJay, hasta los más recientes lanzamientos de 2022, la curaduría de la muestra se ha preocupado por incluir en su guion una figura que ha pasado casi desapercibida durante años, a la luz de que son los MC quienes tienden a tener la atención del público. Empero, pensar, por ejemplo, el fenómeno de Alcolirykoz sin la participación de Fa-Zeta o de DJ Fresh para Doble Key o Fondo Blanco es imposible. Más aún, el DJ está en la base de las competencias de freestyle y es el encargado de crear todo el universo sobre el que se extiende la poesía que transforma.

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El rap es poesía

El rap es un acrónimo que significa, en inglés, ritmo y poesía. El ritmo lo pone el DJ y sobre las bases de sus barras el MC se encarga de realizar malabarismos poéticos que se convierten en historias. Ver la rápida evolución de las complejidades lingüísticas en la historia del rap es una tarea emocionante y en el país han existido importantes rimadores que han creado piezas de una belleza apabullante, ya sea cuando recorren las difíciles calles de sus barrios con sus versos o cuando se plantean la posibilidad de cambiar el mundo con frases de fuego. Samurái, Ali aka Mind, Realidad Mental, entre centenares de narradores han hecho de nuestro hip hop un lugar en el que el verbo de fuego transforma, interpela a los grandes poderes y es testigo directo de las luchas y vicisitudes de nuestra raza. La recopilación de álbumes, casetes y vinilos en las salas del Museo Nacional se convierte en una biblioteca sonora de gran valor para nuestra historia: siempre hay cosas nuevas por decir, versiones distintas de la realidad para incluir en nuestro coro.

El graffiti es color

El grafiti como parte central del movimiento hip hop ha sido parte desde el inicio. Con latas de colores, la marginalidad ha traído color al concreto gris y ha influenciado para siempre el mundo de las artes, la moda y la música. La muestra se ubica en los principios del movimiento en el país, con las apariciones de pintadas en la localidad de Usaquén en Bogotá, para finalizar con la participación del arte como herramienta de denuncia desde la brutalidad policial de los noventa al estallido social de años recientes. Al ser un arte de carácter efímero, muchos escritores sobreviven en la memoria colectiva del arte urbano a través de historias  registros aficionados de sus pintadas que se proyectan tenuemente sobre una de las paredes monumentales de la sala de exhibición. De igual manera, el grafiti incide sobre la indumentaria de los participantes del movimiento, como fue el caso de la Familia Ayara, cuyas ropas vistieron a MCs, breakers y writters para darle a nuestra escena un sentido de identidad propia. De igual forma, se convierte en un lenguaje tipográfico para anunciar eventos y para nombrar álbumes de nuestro circuito nacional, así como parte de la historia de la transformación del espacio público, la importancia de lo público en las artes y el territorio signado para delimitar y protegerse.

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Las estéticas crean identidad

Coordinado con la línea temática anterior, se ratifica de qué manera ciertos elementos visuales generan una identificación entre actores del territorio. De los primeros breakers uniformados en los programas de baile en Teleantioquia, a las marcas locales que empezaron a emular un estilo foráneo con elementos de nuestra propia idiosincrasia. “Lia Samantha es una de las diseñadoras más importantes que tiene el país, ha diseñado ropa hasta para señoritas Colombia”, explica Zkirla. “Pero ella empezó como rapera y diseñadora junto a Don Popo en la Familia Ayara. Fueron los primeros en traer ropa para el movimiento. El tema estético siempre ha sido importante para el hip hop. Usted no lo necesita para rapear, pero párese con unas texanas y una chaqueta de cuero a ver qué pasa. Ayara trae esto para el movimiento, era la ropa propia y todos lo querían. Vendían en el Sanandresito de la 38 y en el Centro Comercial Panamá. Lo llevaron para todos lados. Luego aparecen más marcas: Caníbal Latino, que permanece en el sector de las Ferias, y NASA 2001, que imitaba la ropa del espacio. En Medellín aparecieron más marcas. Esto fue la locura en los noventa”, complementa. Esta indumentaria fue definitoria para un movimiento que cada vez recogía más personas, que salía de los espacios privilegiados de quienes podían permitirse viajes al extranjero para convertirse en la retórica de quienes no tenían voz.

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Los festivales conectan 

Con la proliferación de agrupaciones musicales que empiezan a tomarse las ciudades, aparece un interés desde lo público para crear espacios de participación ciudadana. Ya las disqueras habían tratado de incorporarlo a su plan de negocio, pero aún no existía un espacio plural para la ciudadanía. Rap presente se tomó la Plaza de Bolívar a mediados de los noventa y su éxito sembró la semilla para que varios festivales de rap locales empezaran a organizarse. “Rock al Parque se lo inventan en el 95, fue un éxito. Rap a la torta, en la Media Torta, fue la primera respuesta desde la alcaldía de Bogotá. Año 1996”, explica Zkirla. “Fue la primera vez que sentíamos que el rap tenía importancia para las entidades. En el 97 no pasó nada. En el 98 llegó Rap al Parque, que también fue un boom. Ningún grupo tenía DJ, eso era un lujo. En el 99 al festival se lo llevan a la Plaza de Bolívar y le ponen Hip Hop Hurra. El invitado para esa vez fue el grupo Tiro de gracia de Chile, ellos cerraron. En el 2000 se lo llevan al Tunal y le ponen Hip Hop al Parque, como se llama desde entonces. Ese fue el festival más familiar, porque la gente llevaba sus olladas de sopa”. Al margen de esto, varios eventos multitudinarios empezaron a celebrarse en distintos ciudades del país, creando una red colaborativa entre parches y promotores enfocados en darle visibilidad a un género que desde hace más de dos décadas no ha dejado de ser el lugar principal de la industria discográfica internacional. Estos esfuerzos vinculan diversos talentos de la comunidad, que van desde artistas urbanos a DJs que hacen scratch con vinilos, además de bailarines, emprendimientos de ropa y sellos independientes.

El conocimiento lo es todo

Uno de los principales aportes de esta muestra es probar la importancia que el hip hop tuvo desde el principio para generar contactos intelectuales. La curaduría ha hecho un énfasis importante en el aporte de los fanáticos del género para generar cultura a través de publicaciones independientes, escuelas de baile y arte y libros especializados creados a través de esfuerzos mancomunados con entidades públicas. Sobresalen títulos claves como Calle esos ojos, pero también, y sobre todo, todas esas publicaciones en forma de fanzine que circulaban entre los parches para dar a conocer bandas nacionales e internacionales. Es relevante porque prueba que desde siempre la comunidad ha sido la custodia de su propio conocimiento y ha sido ella la que construye el relato que se cuenta. De las hojas de fotocopias a los libros especializados del periodista Santiago Cembrano, hay un énfasis vital en la palabra escrita que cuenta y recoge testimonios. Es por ello que, fin de semana a fin de semana, las filas para acceder al museo son multitudinarias: es un conocimiento de la gente del barrio, es un discurso en el que ha mediado solo el afecto por una estética propia. Es por el esfuerzo de todas estas personas, a la que se suman artistas de varias disciplinas, por lo que esta muestra ha sido posible: son sus libros de recortes los que están en las paredes, son sus discos personales los que complementan la discografía inicial. La cultura creó su propio museo desde el primer momento. Y hoy es parte de una historia que nos pertenece a todos. 

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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