Las rupturas atemorizan y duelen. Parecen la decisión más compleja del universo, pero en muchas ocasiones son tan necesarias como el mismo amor.
“Soltar” es el verbo y el mantra millennial y centennial por excelencia. Pero las despedidas siguen requiriendo esfuerzos que parecen sobrehumanos para –irónicamente– lidiar con más sentimientos humanos. Se nos van días o hasta meses pensando en si será o no oportuno dejar aquello que se creía eterno: los desayunos cálidos, las conversaciones filosóficas de media noche, las notas con mensajes cursis, las playlists compartidas, los chistes internos y los karaokes ebrios. Finalmente, era con quien se planeaba llegar a la vejez.
El que las relaciones tengan fecha de caducidad es el común denominador, la excepción a la regla es durar. La dinámica de nuestros ancestros era sencilla y concisa: “las cosas no se botan, se arreglan”, como decía mi abuela. En la actualidad, aunque nos jactamos de ser la generación más abierta al diálogo y la escucha consciente, la verdadera costumbre, culposa y frívola, es huir de las confrontaciones. Diariamente encontramos más publicaciones en redes sociales donde se nos recuerda que los lazos relacionales son fáciles de desatar, pero pueden ser aún más difíciles de enmendar.
La atracción y el enamoramiento, por otra parte, están respaldados por distintos neurotransmisores y sistemas de recompensa que actúan en el sistema nervioso central. Estos obedecen a estímulos mediante la segregación de dopamina —la encargada del placer y la relajación—, cortisol —el encargado de recordarnos que el estrés y la angustia siempre están presentes—, oxitocina y vasopresina —esas que nos genera apego y familiaridad—.
Si bien podemos achacarle la culpa a la vil manipulación de la naturaleza y su premisa de reproducir a la especie humana —en el caso de la heterosexualidad—, a la alineación perfecta de las estrellas y el espacio-tiempo donde las almas debían encontrarse o simplemente al agrado genuino que se escaló a mayores, es en realidad el resultado de un menjurje hormonal.
Con el pasar de los meses, estas hormonas que parecían desbordadas, paulatinamente se equilibran para darle entrada a un relacionamiento más maduro, lógico y casi imperturbable, tanto que confunde a quienes encuentran confort en el caos y la intensidad del enamoramiento inicial. Aquí se marca una línea sin retorno para los amantes: pues se toma la decisión de acompañarse o de darse la vuelta sin mirar atrás.
Para la psicóloga adscrita a Colsanitas, Elizabeth Linares, antes de tomar la decisión se debe meditar el panorama y las circunstancias que implica el bienestar de terceros, es decir, cuando se tiene hijos. “Es diferente terminar una relación de pareja cuando hay hijos, si son hijos pequeños o hijos grandes y también cuando no los hay. Hay que ponerse de acuerdo porque la relación conyugal termina, pero la relación parental no. Seguirán siendo los padres de esos hijos y por lo tanto ese es uno de los puntos a considerar”, explica Linares.
Si atraviesa la etapa final de su relación o siente confusión sobre su vínculo, este artículo reúne un listado de nueve razones por las cuales terminar una relación:
Violencia física
Indiscutible: si la otra persona es colérica y ejerce algún tipo de violencia física hacia usted o algún objeto en medio de una discusión, haga conocer la situación a sus cercanos y huya.
Violencia verbal
Esta razón es compleja de reconocer y puede requerir de un acompañamiento psicológico para llegar a reconocerla. Es una violencia que puede parecer pasiva al principio y escalar a mayores, como a la violencia física. Si su pareja le subestima, hace comentarios hirientes sobre usted o hasta le hace gaslightin es difícil que cambie y puede incluso dejarle inseguridades para el resto de su vida. Si ya habló con su pareja sobre su actuar y vuelve a repetirse, es mejor decir adiós. Por mucho que duela y se dude de la decisión.
Infidelidad
La inspiración de los himnos del despecho y la causal principal de los divorcios. La infidelidad suele ser tomada como una traición, pues al iniciar una relación monógama la exclusividad está implícita. Si le han sido infiel y siente que genuinamente no puede perdonar a su pareja o volver a confiar en él o ella, es mejor ahorrarse el dolor de cabeza. Esta razón es igualmente válida para quien ha sido infiel y cree que no podrá recuperar la confianza de la pareja, o simplemente sospecha que podría volver a engañarle —al igual que con las relaciones abiertas, el poliamor o la poligamia, la monogamia no es para todo el mundo—.
Aburrimiento
La etapa inicial del en-amor-miento es una montaña rusa donde sentimos constantemente que estamos en el pico más alto de los rieles. Es común que, cuando se supera dicha etapa, bajamos a la otra persona de la idealización. Al compartir tanto tiempo con esta o este comenzamos a notar su humanidad y los defectos que pueden chocar con los propios. Nadie debería estar obligado a estar donde ya no se siente bien, o si su pareja ya no cumple con sus expectativas. Pues no siempre la costumbre es más fuerte que el amor.
Planes de vida distintos
Aunque una relación puede ser acordada como pasajera en un principio, no es lo más común. Lo común es planear y construir proyectos de vida. Si su mayor sueño es vivir en una finca con animales y cinco hijos, pero su pareja ama los edificios, el lujo, la vida citadina y ya hasta tiene programada la cita para la vasectomía, es evidente que para seguir adelante y por un buen tiempo alguien tendrá que ceder. Este tipo de desencuentros puede discutirse para llegar a acuerdos. Sin embargo, si no encuentran manera de negociar tales diferencias, es completamente normal terminar por tal motivo.
Distancia
En “True Love Waits” de Radiohead se dice que el verdadero amor espera, que vive en los detalles simples como los bombones y las papitas. Aunque la idea de amar a distancia se elogia socialmente por la valentía y paciencia que conlleva, está bien si no es para usted. Dentro del relacionamiento humano, la cercanía suele ser el pilar de las relaciones y aún más si su lenguaje del amor es el contacto físico y el tiempo de calidad es fundamental para usted. Es preferible ser sincero consigo mismo antes que vivir un amor que no satisface sus necesidades.
Diferencias irreconciliables de valores y creencias
El mito de los opuestos que se atraen ha llevado a muchos a traicionarse a sí mismos en nombre del amor. La familiaridad suele ser lo que establece la seguridad de los vínculos, al ofrecernos la sensación de tranquilidad allí donde podemos reconocer patrones. Pero, por ejemplo, si usted practica el judaísmo ortodoxo y siente atracción por un ateo, puede que los debates que puedan tener sean muy interesantes, pero es posible que enamorarse y entablar una relación amorosa con esta persona sea un fracaso anunciado. Compartir valores morales y creencias puede ser básico cuando se comienza a conocer el mundo sentimental del otro. Puede que la rareza o la novedad le asombre al principio, pero tarde o temprano vendrán los roces y discusiones.
Sobrecarga emocional
Así como se comienza una relación por amor, también puede ser comenzada por el miedo a la soledad. Cada persona carga con inseguridades y traumas no resueltos, incluso hasta no reconocidos. Tramitar estas emociones en terapia es fundamental para no sobrecargar a la pareja. Y sí, se puede sanar en compañía, pero ni su pareja ni usted deberían ser terapeutas del otro. Si este proceso psicológico nunca se realiza, se puede llegar fácilmente a un punto donde sus herramientas emocionales no darán abasto. Si él o ella se niega a trabajarlo, usted puede negarse a continuar en la relación.
Falta de confianza
Además de la infidelidad, hay otros factores que pueden afectar la confianza en una relación. Esta se construye diariamente, pero así mismo, puede desplomarse con acciones que lastiman o subestiman las necesidades del otro. No respetar los límites ya establecidos o incumplir las propias promesas son razones para desconfiar en su pareja o que desconfíen de usted. Y en ambos casos, es legítimo decidir dejarlo.
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Recuerde que terminar una relación es una decisión que no le exonera de ser responsable afectivamente. Despedirse en buenos términos es mejor que la amargura de un mal recuerdo con quien alguna vez se imaginó una vida.
Hablar desde el respeto hasta el último minuto de la relación le ofrecerá algo de paz mental a usted y a su futuro ex para afrontar el dolor de un corazón roto. Para afrontar el duelo posterior, la psicóloga adscrita a Colsanitas, Elizabeth Linares, plantea que “una ruptura de una relación de pareja implica un proceso de tristeza, un proceso emocional y un proceso de adaptación a los cambios. En lo emocional hay que ser conscientes [de] que los duelos toman un tiempo. Hay que tener unas expectativas aterrizadas frente a la resolución de un duelo. A veces las personas piensan que están tristes una semana o dos y ya. Resulta que, aunque la tristeza se va transformando, los duelos suelen durar mínimo 6 meses”.
Finalmente, sea cual sea su razón para terminar una relación, todas son válidas. La experiencia de la vida humana es muy corta como para obligarse a estar con quien no se siente tranquilidad, amor o alguna conexión valiosa.
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