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¿Es positividad tóxica o apoyo emocional?

¿Es positividad tóxica o apoyo emocional?

Ilustración

La presión de vibrar siempre alto y mostrar una sonrisa permanente pesa sobre todos nosotros, en especial a través de las redes sociales. Todo un espectro de emociones parece estar vetado en la actualidad. ¿Cómo sobrevivir en un mundo en el que nos dicen “usted está triste porque quiere”?

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Crecí escuchando frases sueltas que decían que la depresión es solo estar triste, que todo en la vida mejora poniéndole buena actitud, que la rabia, la decepción y la tristeza –además de innecesarias– son emociones que podemos desterrar con una sonrisa. Esas y muchas otras que siempre tomé como comentarios aislados con buenas intenciones, pero que nunca vi como una forma de imponernos felicidad de forma sistemática. Como una persona que ha aprendido a los golpes a gestionar sus emociones y que además de eso tiene una hipersensibilidad a todo lo que ocurre en su vida, poco a poco me fui dando cuenta de lo nocivas que podían llegar a ser esas frases.

Sin embargo, el tema se volvió más real para mí cuando empecé a notar que ese mensaje se replicaba en una gran cantidad de posts “motivacionales” de Instagram, tweets, estados de Facebook, entre otras redes, y que adicionalmente, las personas a mi alrededor compartían con gran frecuencia dichos contenidos. El “hay gente que pasa por cosas mucho peores que tú como para que te victimices”, “sé agradecido con lo que tienes y deja de quejarte”, “las cosas solo se arreglan si les ves el lado positivo” y, mi más temida, el “vibra alto para que todo esté bien”, se convirtieron en frases que lejos de generar algún tipo de apoyo emocional, me hacían dudar de la validez de las emociones que sentía. ¿Sería yo la culpable de estar deprimida o ansiosa?, ¿no estaba vibrando suficientemente alto?, ¿estaría exagerando o victimizandome? Si usted se ha hecho las mismas preguntas que alguna vez yo me hice, la respuesta simple, clara y directa es NO.

Como tal vez ha escuchado antes, nada en exceso es bueno, ni siquiera el optimismo. El concepto de positividad tóxica, aun cuando no es un concepto que se encuentre en ningún manual de psicología, se refiere a la presencia de optimismo en un exceso que termina siendo contraproducente para la salud mental. Es aquella idea de que todo saldrá bien desde que nuestros pensamientos y emociones estén orientados a un estado de felicidad máxima las 24 horas del día. Desear constantemente estar felices o en estados anímicos positivos no es malo, es apenas lógico querer sentirnos bien todo el tiempo. Sin embargo, es un estado que está muy lejos de la realidad.

Según la doctora Nidia Preciado, directora de la Maestría de Psicología de Unisanitas, si bien las emociones negativas no son deseables, son totalmente necesarias y son parte implícita de la condición humana, “basta ver estados como el duelo para entender esta necesidad. Aun cuando nadie quiere pasar por un duelo, el hecho de perder a alguien que amamos también nos hace reconocer la importancia y trascendencia de las relaciones sociales en nuestra vida. Es por esto que las emociones que no son agradables, son totalmente determinantes para el crecimiento personal y nuestro desarrollo como seres empáticos”.

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Aceptar la condición humana no tiene que ver con romantizar las emociones poco deseables como la ira, la tristeza, la frustración o la decepción. Precisamente se trata de no llegar a idealizar ningún estado anímico sino entender que todos son parte natural de la vida, “cuando yo reconozco eso, es mucho más fácil saber que tengo días buenos, días malos y que experimento todo tipo de emociones. Es importante vernos como seres humanos frágiles en unos sentidos y muy fuertes en otros, eso nos da la oportunidad de ser quienes somos. En la medida en que yo no vea errores y que encuentre todo perfecto, hasta ahí quedará mi crecimiento emocional”, afirma la doctora Preciado.

Pero más allá de un tema de crecimiento personal, reprimir las emociones negativas a la luz de dinámicas como la positividad tóxica, puede tener una gran cantidad de repercusiones a nivel de salud mental que tal vez no dimensionamos. Según la doctora Preciado, “la positividad tóxica puede generar altos niveles de frustración y malestar emocional. Cuando nosotros tenemos todo el tiempo altas expectativas y pensamos que todo va a salir bien sin gestionar correctamente las emociones, nos ponemos en un escenario donde un resultado diferente a la felicidad puede ser causa de sentimientos de culpa, frustración e incluso vergüenza”.

No hay que desconocer que ser positivos, optimistas y ver las cosas de la mejor manera es una cualidad valiosa siempre y cuando no interfiera con el curso normal de las emociones humanas que, contrario a ir en una línea recta y plana, fluctúan según una gran cantidad de factores como las situaciones que vivimos a diario, los retos de la vida y las condiciones psicológicas o psiquiátricas preexistentes, entre otros. En otras palabras, ni la negatividad excesiva ni la positividad llevada al extremo son sinónimo de bienestar, “estas dinámicas se vuelven tóxicas y difíciles de afrontar cuando se desdibuja la realidad y se desconoce lo importante que es reconocer una emoción positiva o negativa, darse el permiso de sentirla y expresarla sin que se genere ningún juicio de valor”, afirma la doctora Preciado.

Las redes sociales, aunque positivas para muchas cosas, en ocasiones se vuelven ese paredón de juicios de valor que nos limitan al momento de expresar en realidad cómo nos sentimos. Esto no quiere decir que debamos publicar una foto llorando, buscando la validez de nuestras emociones. Podemos empezar por no idealizar todo lo deseable que vemos a diario entre nuestros feeds de Instagram porque al final esto solo nos aleja de la realidad, y es que la foto que estamos viendo de alguien feliz corresponde, quizá, al 1% de la vida de esa persona y no nos da la información suficiente para concluir absolutamente nada. Según la doctora Nidia, “a veces las redes sociales lejos de ser un reflejo de quien soy son un reflejo del deseo, de quien desearíamos ser siempre. No hay que satanizarlas, pero hay que entender que nuestra gestión emocional no puede partir de ahí porque el mundo donde todo es felicidad, todo es bonito y todo luce bien solo se limita a una pantalla y no hace parte de la vida real”.

¿Cómo es posible alejarnos de estás dinámicas de positividad tóxica en nuestros entornos? El primer paso es reconocer la condición humana de la que hemos hablado anteriormente. Desde ahí, va a ser mucho más fácil generar una empatía real y alejarnos de esa necesidad de tratar de matizar o transformar todo lo que me pasa o le pasa a otros en algo positivo. “Invalidar mis sentimientos o los de otra persona tratando de cambiar sus emociones frente a una situación, nunca va a ser la solución. De entrada esto puede generar un impacto negativo con el otro, nos aleja de la empatía, el reconocimiento y en cierta forma nos lleva a menospreciar la importancia que tienen las situaciones difíciles para las otras personas”, afirma la doctora Nidia Preciado.

El apoyo emocional, lejos de tratar de manipular una emoción ya establecida o imponer una dinámica de pesimismo o positividad extrema, debe ser un ejercicio consciente que nos ponga en un plano empático y centrado en las necesidades de la persona y no en quedarnos con el papel de salvadores o motivadores. Teniendo esto en mente, les dejó una breve guía para brindar apoyo emocional de una forma más responsable.

Guía de apoyo emocional

  1. Acercarse sin juicios de valor. Lo primero a tener en cuenta cuando alguien se acerca a nosotros en busca de apoyo emocional, es despojarnos de cualquier juicio de valor que tengamos sobre la situación o la persona. La empatía debe ser la prioridad.
  2. Escucha empática. A veces en el afán de dar una opinión, olvidamos que escuchar al otro de manera empática y sin juzgar, es más que suficiente cuando se trata de ayudar a alguien que pasa por un mal momento.
  3. Validar las emociones del otro. Cada quien siente y actúa distinto, de ahí la importancia de validar las emociones de quien nos pide ayuda. No podemos pretender que porque ante una situación determinada no sintamos rabia o tristeza va a ser igual para las otras personas.
  4. No siempre tiene que dar un consejo u opinión. Brindar apoyo emocional no siempre consiste en tomar partido. Cuando no estamos entrenados para brindar primeros auxilios psicológicos, a veces un comentario puede resultar más contraproducente que positivo.
  5. Ayuda instrumental. En ocasiones la mejor ayuda que podemos brindar, es la de recomendar acudir a un profesional de salud mental que le pueda brindar a la persona, las herramientas necesarias para superar la crisis.

En conclusión, considero que cuando alguien acuda a nosotros con una situación que está afectando su vida, será fundamental hacer una reflexión de si realmente estamos brindando el apoyo necesario, o simplemente estamos cayendo en una dinámica de represión de las emociones y sistematización de la felicidad. A fin de cuentas, casi todos nosotros hacemos parte de la red de apoyo de otra persona y aún cuando no lo seamos, hacer esta reflexión por nosotros mismos nos hará más conscientes de la forma en la que procesamos las distintas emociones que hacen parte de nuestra naturaleza, lo que podrá ser influyente en nuestro proceso de autoconocimiento y en la búsqueda de ayuda profesional en caso de necesitarla para afrontar situaciones que, lejos de “vibrar alto”, requieren de herramientas reales que beneficien nuestra salud mental.

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Laura Daniela Soto Patiño

Periodista de medio tiempo… el otro medio lo dedico a comer rico, viajar, y a parchar con buena compañía. Me gusta escuchar historias, pero sobretodo contarlas. 

Periodista de medio tiempo… el otro medio lo dedico a comer rico, viajar, y a parchar con buena compañía. Me gusta escuchar historias, pero sobretodo contarlas. 

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