Para conocer la ciudad, un dibujo a la vez
“Recuerden que no es una competencia. Recuerden que cualquier estilo es bienvenido”.
Hay quince personas en un parque verde en Medellín. Se agrupan alrededor de un hombre que les repite que si no saben dibujar, no pasa nada. La cuestión es divertirse y, sobre todo, aprender a mirar. El que habla es Nel Correa y quienes lo rodean son los Urban Sketchers; unos dibujantes aficionados que cada ocho días, los sábados a las tres de la tarde, a manera de ritual, escogen un lugar diferente de la ciudad y lo despedazan en cientos de fragmentos, escogen uno y finalmente, lo dibujan.
Después de la apertura, donde siempre se repite el mismo mantra para quitar el miedo, la pena, los asistentes se disponen y recorren el lugar. Esta vez es en el Parque Lineal La Presidenta, pero podría ser cualquier rincón dentro de los límites de Medellín. Tienen también la libertad de dibujar cualquier cosa que vean: una hoja de un color particular, un remedo de cascada hecha de cemento, rostros que se quedan hasta que captan cada detalle, postes de luz.
Los Urban Sketchers son dibujantes tranquilos. No les importa mucho si tienen el trazo seguro y la mano firme, no pasa nada si se corre el lápiz o la acuarela está un poco espesa y los colores quedan oscuros y ondulan el papel. Tampoco reparan en si el papel tiene buen calibre, si es una libreta juiciosa o si son hojas sueltas y desordenadas. Lo único que necesitan es algo que manche y una superficie cualquiera para poner un pedazo de ciudad.
Sin embargo, para Nel, la cabeza de Urban Sketchers Medellín y un ilustrador compulsivo, además del lápiz y el papel, la compañía es menester: “Me autodiagnostiqué incapacidad para estar solo”. Por eso, cuando vio decenas de personas reunidas dibujando en los parques de Barcelona, mientras estudiaba ilustración infantil en el 2012, no dudó en acercarse. Fue en ese instante en que conoció el movimiento que ahora lidera: “Me pareció curioso que a veces veía gente en los parques dibujando, personas adultas, niños y jóvenes y todos siempre juntos. Hasta que un día pregunté y resultó que un profesor mío era el que dirigía Urban Sketchers Barcelona, y él me impulsó a replicar la dinámica acá en Medellín”.
El movimiento de Urban Sketchers fue fundado en el 2007 por el periodista e ilustrador catalán Gabriel Campanario en Seattle, Estados Unidos. Inicialmente era un blog que celebraba los dibujantes de ciudades, quienes desde ventanas, cafés, parques y esquinas guardaban las memorias en libretas y dibujaban bajo el precepto de ver el mundo, un dibujo a la vez. Con el tiempo, el proyecto ganó visibilidad y a Urban Sketchers de Seattle se le fueron sumando ciudades como Portugal, Seúl, Moscú, San Francisco, República Dominicana, París, entre otros.
La única condición para que una nueva ciudad sea parte del movimiento es tener un grupo consolidado de dibujantes, un líder y una periodicidad para dibujar. Eso sí, todos los Urban Sketchers del mundo deben cumplir con un manifiesto que declara cosas simples: dibujar desde observación directa en los lugares en los que se vive y se viaja, considerar cada trazo una memoria de tiempo y espacio, ser honestos con lo que se evidencia y se dibuja, usar cualquier estilo o técnica, compartir los dibujos en línea y, sobre todo, dibujar juntos.
En cada ciudad es distinto. Hay ciudades con un puñado de dibujantes y otras que reúnen cientos cada vez; unas que son un grupo de amigos nada más y las más comunes, como Medellín, en las que se reúnen personas de todas las edades, todas las profesiones y todos los intereses, para cumplir un solo propósito: ver la ciudad en fragmentos dibujables. Esta comunidad está en expansión y se ha convertido con el tiempo en una herramienta útil hasta para viajeros. Nel cuenta que cada vez que visita una ciudad donde hay Urban Sketchers, los contacta y estos le abren las puertas de su casa, lo guían en el espacio y claro, lo invitan a dibujar.
Así sucedió cuando vivía en Barcelona. Una vez conoció el movimiento, no solo se convirtió en una familia para él, sino que se embarcó en un entrenamiento duro de dibujo, en el cual rayaba en su libreta, bajo cualquier circunstancia, por lo menos tres veces al día. Esto lo hacía no solo para perfeccionar el trazo y la mirada, sino para entender la verdadera esencia de Urban Sketchers y poder traer el movimiento a Medellín. Porque ser parte no es únicamente salir cada semana a dibujar, dice Nel: “Ser Urban Sketchers es una condición de vida, un hábito de estar dibujando todo el tiempo y de entrenar los ojos para que vean en cada cosa una imagen, algo susceptible de ser dibujado. Es mantener una libreta en el bolsillo, llevar los materiales a todas partes y compartirlos con todo el mundo”.
Cuando regresó a Medellín ya tenía el hábito y estaba preparado para fundar Urban Sketchers. Al primer encuentro que anunció a través de Facebook, no acudió nadie más que él, pero al siguiente fueron dos personas y ahora el grupo es grande. Cuarenta personas recurrentes pero más de cien han pasado por sus filas. Esta vez, sin embargo, son solo quince en el Parque La Presidenta; unos tímidos que parecen no conocer la dinámica y otros que sostienen bolsas con cerveza, maní, platanitos y que escogen lugares cómodos y a la vez estratégicos para dibujar.
Felipe Mejía, por ejemplo, lleva ya un año acudiendo los sábados al llamado de Nel, casi al mismo tiempo que el grupo recibió la validación de Urban Sketchers internacional, que los hizo parte oficial del movimiento. Aunque suele dibujar edificios, a veces escoge otras imágenes y le gustan particularmente las que no conoce, las de objetos que se le cruzan por primera vez, como aquella flor roja que está dibujando y que nunca vio antes.
Hay otros que dibujan para entender, como Camilo Peña, un arquitecto que no cogía un lápiz desde que se había graduado, pero que apenas descubrió Urban Sketchers recordó que era a través de los dibujos como mejor captaba los detalles, las estructuras y las proporciones de los edificios, y que dentro de todas las formas de inmortalizar una imagen, tal vez el dibujo no es la más precisa, pero sí es la que le deja más información.
Para Nel, la gracia no es el dibujo como tal, no es el resultado, sino la gente vuelva a dibujar como niños, sin miedo, sin pretensión, sin seguros. Cuando comenzó el grupo trataba de enseñarles técnicas y de guiar el trabajo hacia la perfección de la imagen vista, pero luego se dio cuenta que trabajando no en el dibujo, sino en la confianza, la gente no solamente encontraba su propio estilo en el camino, sino que olvidaba el pudor y le daba libertad al trazo, haciendo además que la comunidad dejara de considerarse una escuela y se convirtiera más en un grupo de amigos.
Por eso, al final de cada sábado, cuando la luz escasea y ya van casi dos horas mirando y registrando, los dibujos se exponen, se comparten, se ponen en el centro del grupo y se comentan. Se habla, también, de las emociones: “hoy no me conecté con el dibujo”, “estaba distraída, di vueltas y vueltas casi una hora antes de encontrar qué quería dibujar”, “no sabía por dónde empezar, entonces empecé por abajo, con el palo que sostenía la casita de los pájaros, este es mi dibujo”.
Así, la experiencia Urban Sketchers es más que un plan de sábado en la tarde, es una sensibilización con el dibujo, es también una compulsión y un descubrir las sensaciones que nos trae rayar con un grupo de personas que, tal vez, sienten lo mismo. Son personas de todas las edades y oficios que quieren compartir algo, que puede no ser su pasión, ni su forma de vida, pero que responde a unos instintos básicos y espontáneos.
Para hacer parte de este grupo no hay formatos ni envío de solicitud, simplemente hay que ir, hay que presentarse con algo de papel. Actualmente se encuentran reclutando dibujantes, no solo para llenar de más visiones los encuentros, sino para formar un grupo más robusto de y así postular a Medellín como sede del International Urban Sketchers Symposium, un evento que se ha celebrado en ciudades como París, Chicago, Manchester y que reúne a todos los Urban Sketchers posibles y los invita a dibujar en otros lugares y a acudir a talleres, conferencias y exposiciones.
En Colombia el único grupo de Urban Sketchers certificado es el de Medellín, pero también hay otros como Rebelion Concept-Sketching Session que desde hace seis años está caminando Bogotá y organizando ejercicios de exploración del entorno, en los que Vicente Numpaque, el director creativo de una agencia de comunicación en storytelling, busca que los dibujantes absorban los detalles de lugares que no hacen parte de su paisaje diario, dibujen y los compartan.
Así, hay decenas de grupos de dibujantes en el país, que se dedican a diferentes cosas: exploraciones del cuerpo, caricatura, creación de personajes, dibujo editorial, ilustración botánica. Nómbrelo y seguro existe. No importa la forma. Lo válido, al fin y al cabo, es plasmar sobre papel lo que se ve o lo se imagina. La única diferencia de los dibujantes de ciudad es que es imprescindible querer caminar, querer ver de todo, dibujar de todo y adoptar el hábito y la necesidad insistente de conocer la ciudad a través del lápiz. Que la mirada se convierta en apenas un accesorio para la memoria y que la memoria esté siempre sobre el papel.
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