Historia de las gafas (y su diseño)
¿Sabía que cuando se pone sus gafas de ver o de sol luce un invento que lo conecta con Marilyn Monroe, Benjamin Franklin, los artesanos medievales y el mismísimo Nerón? El diseño y la ciencia se observan en esta historia: desde las primeras civilizaciones hasta la actualidad, las gafas han reflejado una lucha muy humana por ver(se) mejor. La autora nos cuenta.
Dime qué montura eliges y te diré quién eres. Las hay redondas, cuadradas, hexagonales, octogonales, sin marco, con doble marco, de contacto. Y si hablamos de colores, solo las gamas de tonalidades no podrían mencionarse por completo en este artículo. La historia de las gafas incluye una de las primeras revoluciones de la educación, una que democratizó el acceso a la información. Estos cristales, sujetos a unas patas, son comparables con descubrimientos históricos de la talla de la rueda o el fuego.
No existe certeza sobre quién lo hizo o cuándo se inventaron los lentes; lo que sí puede rastrearse son los artilugios previos a estos. Al igual que la serendipia de Louis Pasteur con la vacuna antirrábica, la bisabuela de los lentes, la lupa, fue utilizada por los antiguos egipcios para encender el fuego y cauterizar heridas, usando la radiación solar.
Antes de las lupas, en el siglo I, el filósofo romano Séneca leía con la ayuda de una esfera de vidrio llena de agua, pues esta le permitía ampliar las letras. Por su parte, el emperador Nerón utilizaba piedras translúcidas como las esmeraldas, talladas en forma de luna cóncava, para proteger sus ojos del sol y mejorar su visión. En las batallas de gladiadores, usaba estos cristales para no perderse ninguna herida, desgarro o salpicadura de sangre en el Coliseo.
Aunque muchos historiadores registran al fraile inglés Roger Bacon como el inventor de la lupa por allá en el siglo XIII, esta tuvo prototipos previos, como las “piedras de lectura”: semiesferas de cristal que los monjes de la Edad Media utilizaban para leer manuscritos. La creación de la lupa por Bacon fue influenciada por los hallazgos del matemático y físico árabe Alhacén, autor del Libro de óptica, escrito entre 1011 y 1021 y traducido al latín a inicios del siglo XII.
A miles de kilómetros de distancia, en América del Norte, pero también en el siglo XII, estaban surgiendo las primeras gafas de sol. Como instrumento para evitar la ceguera de la nieve, los esquimales utilizaban una pieza de hueso alargada, tallada de tal forma que cubriera los ojos dejando una delgada abertura horizontal en el medio por la que podían ver. Estas bloqueaban los rayos solares, evitando las quemaduras oculares que producía el reflejo del sol en la nieve.
Un Dios sin miopía
Para 1249, durante la Edad Media, Roger Bacon talló los primeros lentes en forma de lenteja, siendo este el primer acercamiento a las gafas. Como dato curioso, la palabra "lente" deriva precisamente de su forma de semilla de lenteja.
Sin embargo, la Europa cristiana de entonces conservaba el concepto del ojo "activo", atribuyendo la experiencia de la observación humana al alma. Estas creencias religiosas retrasaron los estudios ópticos y la fabricación de instrumentos que mejoraran la visión de las personas. Según Los descubridores del historiador Daniel J. Boorstin, “jugar con la luz o tratarla como un fenómeno meramente físico era como investigar la química de la Eucaristía”.
Usar lentes era considerado una ofensa a la naturaleza, al hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Tanto los espejos como los prismas y los lentes eran señalados como dispositivos que distorsionaban la realidad, creando mentiras visuales. Sin embargo, anteponiendo la practicidad y la necesidad colectiva de ver bien, aquellos que rechazaban el dogma de la época continuaron con la experimentación y creación de nuevos modelos.
Entre 1270 y 1290, en Venecia, Italia, comenzó la distribución de los primeros lentes correctivos, pero su fabricación era un secreto. Según Ascaso Puyuelo y Cristóbal Bescós en Lentes, espejuelos, anteojos, gafas o antiparras, el creador de las gafas no fue un especialista en óptica, más bien, se cree que fue un descubrimiento de algún artesano de la época. “Quizás un viejo cristalero que fabricaba piezas redondas para hacer ventanas emplomadas probara uno de esos discos mirando a través de él y, para su deleite, descubrió que veía mucho mejor”.
Por esos años, el fraile Alessandro Della Spina aprendió cómo producirlas él mismo. A diferencia del inventor original, Della Spina compartió abiertamente este conocimiento, permitiendo que las gafas fueran accesibles. Los primeros lentes venían montados en un armazón de madera, ambas piezas unidas por un remache que se sostenía con la nariz. Tenían como objetivo corregir la presbicia o hipermetropía, defectos ópticos que se presentaban principalmente en personas de edad avanzada, impidiéndoles enfocar con nitidez los objetos cercanos.
Para 1300, toda Venecia y gran parte del continente europeo quería usar gafas. Pero, como suele suceder con la demanda desbordada, surgió la oferta fraudulenta. Muchos de los lentes que se vendían eran de vidrio en lugar de cristal, lo que llevó a la creación de una ley de autenticidad para los artesanos encargados de su comercialización.
Para mirar de lejos, de cerca y mejor
Así como las piedras de lectura y la lupa, durante la invención y exploración de las gafas también se crearon otros instrumentos ópticos revolucionarios, como el microscopio en 1595 o el telescopio en 1623. El mismísimo Galileo Galilei le otorgó este crédito al escribir: “Estamos seguros de que el inventor del telescopio fue un sencillo fabricante de anteojos que, manipulando por casualidad lentes de formas diferentes, miró, también casualmente, a través de dos de ellas, una convexa y la otra cóncava, situadas a distancias diversas del ojo; vio y se percató del inesperado resultado y descubrió así el instrumento”.
En el siglo XV, tras la explosión de la imprenta de Gutenberg, las gafas se hicieron más populares. Se añadieron nuevos soportes, como armazones de cuero, plomo o hierro, permitiendo una mayor comodidad en modelos que podían sostenerse con un asa o con una cinta alrededor de la cabeza. Gracias al óptico inglés Edward Scarlet, las patas de las gafas se colocan sobre las orejas, ya que en 1727 revolucionó el diseño con la montura estándar de las gafas actuales. En esta década también surgieron los monóculos, los cuales funcionaban como pequeñas lupas para joyeros y anticuarios, aunque su uso se popularizó en el siglo XIX.
Ya no solo era importante que las gafas fueran útiles, sino también estéticas, pues representaban estatus, presencia e intelectualidad. A finales del siglo XVIII, en 1784, el político y científico Benjamin Franklin —sí, el padre fundador de los Estados Unidos— creó los primeros lentes bifocales, diseñados con una división horizontal: la zona superior le permitía ver mejor los objetos lejanos, mientras que la zona inferior le ayudaba a enfocar de cerca. Más adelante se añadieron mejoras como lentes de colores para corregir el daltonismo, monturas de acetato o aluminio, y lentes de policarbonato.
Un accesorio útil
El interés por el tamaño, color y forma de los lentes no es un pasatiempo exclusivo de los alternos o las señoras pensionadas. La inclusión definitiva y permanente de las gafas en la historia de la moda comenzó con el siglo XX: Andy Warhol, Le Corbusier, Elton John, Anna Wintour y John Lennon son algunas de las celebridades que han sido icónicas no solo por sus contribuciones al arte o la cultura pop, sino también por su autenticidad. Todos comparten un toque personal en común: las gafas.
Los inicios del siglo marcaron un desenfreno en el diseño de gafas. Comenzando por las gafas de sol, estas ganaron popularidad en Hollywood, ya que las celebridades las usaban para evitar deslumbrarse con los flashes de las cámaras de la época. Estos diseños estaban compuestos por lentes de celuloide que cubrían los ojos tanto en la parte frontal como en los costados.
En 1930 nacen las Ray-Ban Aviator, unas gafas diseñadas para los pilotos de avión, ya que la altura y el sol los desorientaban. Fue un encargo directo de la Fuerza Aérea estadounidense; su nombre proviene de "ray" (rayo) y "ban" (impedir, expulsar). Sus hermanas, las Ray-Ban Wayfarer, aparecieron en 1950, ofreciendo un estilo más informal pero igualmente clásico; no es casualidad que hoy en día sigan siendo de las favoritas. Además de las Wayfarer, entre los años 50 y 60, las Pantos y las Clubmaster también se ganaron su lugar entre las opciones más comunes.
Marilyn Monroe aparece fresca y deslumbrante con sus Cateye, convirtiéndolas en el accesorio por excelencia de las mujeres en 1960. Su diseño elegante pero sensual, acompañado de un labial rojo, completaba el atuendo de moda. En los 70, John Lennon fue el referente de los miopes con sus Teashades; su diseño sencillo y circular sigue siendo una elección fija entre músicos, literatos y alternos.
En los 80, los marcos cuadrados que cubrían media cara dominaban el diseño.Las "square", hechas de acero o acetato, con ese toque nerd en colores tierra o estampado animal print, eran la combinación perfecta tanto para leer como para bailar.
Para los 90 y parte de los 2000, los colores y tamaños estallaron. Desde las gafas delgadas y pequeñas para oficinistas hasta las que no tenían marco, pasando por gafas de sol transparentes o polarizadas, icónicas entre celebridades como Britney Spears, Jennifer López o Paris Hilton.
Desde la última década, no existe una tendencia particular; los miopes tenemos tantas opciones que el cambio de fórmula anual, se convierte en una excusa para cambiar de montura y de personalidad. Más allá de ser una necesidad visual, las gafas se han convertido en un símbolo de inclusión y estilo personal. Ya sea que combinemos el marco con nuestros accesorios, o que prefiramos la comodidad de los lentes de contacto, las gafas representan una revolución tanto para la ciencia como para el diseño, democratizando la visión y, con ello, el acceso al conocimiento.
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