Pasar al contenido principal

 

Escribe más de 3 caracteres

retratos de comida

Las consecuencias de un frutero: ¿por qué retratamos lo que comemos?

Ilustración

Un icónico bodegón de Caravaggio inició –sin saberlo– una larguísima historia sobre la necesidad de captar la belleza que cabe en un plato. Desde las fotos tomadas por profesionales, pasando por el hito conceptualista de Bernardo Salcedo y la fruta fresca de Ana Mercedes Hoyos, la autora nos lleva a través de la historia del arte en busca de qué es eso que cautiva nuestra mirada y consultó con un crisol de voces para responder a una de tantas preguntas que se nos ocurren en esta revista.

“La comida está ligada a nuestra vida cotidiana, a nuestra historia, a nuestra cultura. Es algo que hacemos mínimo tres veces al día, es algo que genera placer. En este mundo, que está en fuego, ¿qué te hace feliz? Yo me levanto por la mañana. No tengo hijos ni mascotas. Somos mi esposo y yo. Entonces nos preguntamos ¿qué vamos a desayunar? Agarro mi chocolate caliente y le tomo la foto porque me parece el momento más especial de mi día. Son los pequeños regalos que uno se puede dar rodeado de tanta oscuridad. No me parece raro que hoy, ayer o hace 500 años fuera hermoso observar tu comida. Y ahora, que todos tenemos cámara, ¿por qué no tomarle la foto?”, me dice la fotógrafa colombiana Ana Lorenzana (1984).  

Seguir su cuenta de Instagram es un deleite que dispara los antojos. Cuando estaba en el colegio su mamá le regaló una cámara y desde entonces no ha parado de tomar fotos. Aprendió fotografía digital en la Universidad de los Andes en una clase con Camilo George, se convirtió en su asistente, se acercó en la práctica a la fotografía de moda y viajó a París a estudiar arte. Retrató roqueros por el mundo, ha hecho varias editoriales de Vogue México y fue editora de fotografía de la revista Food & Wine, donde conoció la industria.

Sentido del humor, mucho color y acción son los ingredientes básicos de sus imágenes, en las que siempre cuenta una historia. El trabajo de Lorenzana huye del maquillaje y de los estereotipos publicitarios: el helado se derrite, la comida se riega, todo es real y tiene movimiento. Los colores de Martin Parr la han hecho soñar, así como también la han inspirado los bodegones fotográficos de Irving Penn y de Wolfgang Tillmans.  
En lo que a mí respecta, jamás se me ha ocurrido tomarle foto a un plato de comida. Cocinar no es mi fuerte, pero soy buena muela y admiro a los profesionales que se dedican a este medio. Cuando conocí el trabajo de Parr en la exposición Souvenir, que presentó el Museo Miguel Urrutia, en Bogotá, aluciné con su serie Common sense. Sin duda, la manera en la que este británico maestro del detalle ha puesto el ojo en lo vulgar y lo absurdo del consumo mundial merece un capítulo en la historia del arte contemporáneo.

bodegón

Caravaggio: historia mínima del frutero que cambió todo

“El arte es un reflejo del mundo que nos rodea, de nuestra realidad. El alimento es quizá de los recursos más básicos para nuestra subsistencia y en ese sentido casi siempre han aparecido retratos de alimentos en la historia del arte”, apunta Juanita Solano, historiadora del arte y gestora del curso temático Arte y comida, que imparte en la Universidad de los Andes.

Los asirios tenían escenas de caza y de cocinas hechas al aire libre, los griegos y romanos tuvieron un gran registro de alimentos, pero fue Caravaggio el primer pintor de bodegón como género independiente que nace durante el Barroco, cerca de 1598. En su Canasta de frutas las uvas comienzan a pudrirse y las peras y manzanas muestran los orificios por los que pasaron los gusanos. Esta modalidad, denominada vánitas, es una tendencia dentro de la naturaleza muerta que reflexiona sobre la fugacidad de la vida.

Antes de esa obra de Caravaggio, los bodegones hacían parte de la narrativa de otras escenas. Pero a partir del siglo XVII aparece un interés nuevo y una filosofía en la idea de la naturaleza como principio de realidad, lo que lleva a que la naturaleza se convierta en protagonista independiente dentro del arte. 
Según el curador y crítico de arte Eduardo Serrano, la contribución del pintor italiano reside en que sus representaciones marcan ese momento decisivo en que un gran maestro deja establecido que la naturaleza muerta puede ser pintada con el aliento de una obra de arte del más alto nivel.

De la palabra a la fruta fresca: Colombia

En 1972, Bernardo Salcedo (1939-2007) causó gran revuelo por su participación en la Tercera Bienal de Medellín con un tríptico de bodegones que en lugar de estar representados pictóricamente estaban descritos con palabras: “En una mesa hay una piña, dos cebollas. Y se ven dos vasijas”, “Dos naranjas (solas)” y “Un repollo (no hay más)”. Se trataba de la instauración del conceptualismo en la escena artística nacional y la agudeza de Salcedo lo llevó a presentar esta obra a la manera de tres lienzos, pieza que hace parte de la colección de arte del Banco de la República y que al verla nos lleva a imaginar una pintura que sugiere a través del lenguaje. 

Al final de los años ochenta, después de hacer una investigación exhaustiva sobre el bodegón en la historia del arte y presentar una serie de homenajes que incluyó la cesta de Caravaggio, Ana Mercedes Hoyos (1942-2014) comenzó a interesarse en la representación de naturalezas muertas de la vida real:

bodegón
bodegón

“Durante un descanso en las playas de Cartagena vi a mi alcance el bodegón que me esperaba, con toda su carga de vida y de color. Colombiano y Caribe. Local y universal. La palangana con su equilibrio perfecto y cambiante, y el corte geométrico de las frutas en una composición espontánea, se convirtió para mí en una pintura documento”, escribió la artista en un artículo publicado por la revista Mundo en 2002.

Hoyos registró el trabajo de la palenquera que lleva su vitrina en la cabeza a lo largo del día: “Cuando le queda un solo pedazo de sandía descubro la estabilidad horizontal, que me ha inspirado para un formato totalmente diferente al que puede tener un bodegón. Entonces, no se trata de naturaleza muerta, sino de naturalezas vivas”.

Así como me dan ganas de estar en un puesto de tacos en Ciudad de México tomando cerveza helada cuando veo las publicaciones en Instagram de Ana Lorenzana, las palanganas de Ana Mercedes Hoyos me evocan el dulce sabor de la patilla y me llevan a pensar en San Basilio de Palenque, el primer pueblo afrodescendiente en América que rompió las cadenas. A Hoyos lo que más le importaba en la vida era la libertad. Por eso, después de transitar la abstracción y lo figurativo, llevó el color y la geometría de manera magistral al lienzo para contarnos crónicas de mujeres trabajadoras como Zenaida que llevaron sobre la cabeza el sustento de la vida.

Plato contemporáneo

“En el arte no solo retratamos lo que comemos, también utilizamos la comida como materia prima para la producción de las obras. Como el banano de Maurizio Cattelan que se vendió en millones de dólares. Él no pinta un banano, pone un banano”, apunta Solano, que destaca en la escena nacional el trabajo de Carlos Alfonso (1986). Su aproximación al alimento es antropológica. Según explica Paula Bossa, curadora de Casas Riegner, galería que representa al artista, la práctica de Alfonso es atravesada por un componente espiritual que sugiere una conexión profunda con la madre Tierra. Algunos de sus bodegones tienen la estructura del exvoto mexicano y otros se presentan a manera de altares con pedestales que sostienen semillas y diversos utensilios como morteros y tinajas hechas en barro cocido.

bodegón

Una complicación de salud en el sistema digestivo, lejos de casa, mientras hacía una residencia en Bélgica, lo llevó a recordar las medicinas ancestrales que conciben la comida como herramienta de sanación. Investigó sobre el ayurveda, dejó de almorzar en la cantina de la universidad y empezó a comprar ingredientes en mercados africanos hasta que se dio cuenta de que pasaba más tiempo en la cocina que en el taller.

“Me preguntaba cómo integrar el alimento dentro de mi práctica artística, revisé la historia del arte para no replicar lo que ya se había hecho y el primer escenario que se me presentó fue una exposición colectiva en Bruselas en la que hice una charla mientras los espectadores probaban un fiambre de arroz y fríjol envuelto en hoja de plátano”, recuerda Alfonso.

Con referentes de los templos de la arquitectura ancestral, su obra incorpora la creación de proyectos con el territorio y sus comunidades, indaga el origen de los alimentos, las problemáticas relacionadas con los agrotóxicos, fungicidas y pesticidas, y las consecuencias de la agricultura masiva y los monocultivos. Entiende la ecología del alimento como manera de restauración y conservación ambiental.

¿Dónde crecen y se preparan los protagonistas de los bodegones?

En  la pasada Feria Internacional de Arte de Bogotá (ARTBO), Alejandro Osses (1986) presentó su libro De cero a cuatro mil ochocientos, publicado por la editorial Hammbre de Cultura. Compuesto por 340 páginas desbordadas de fascinantes paletas de color, esta publicación es un documento que dignifica desde la belleza la gastronomía colombiana. Es un homenaje a los campesinos y a los pescadores, a los oficios y a los mercados, a nuestros alimentos y su origen. 

Osses es un antropólogo visual que cuestiona al espectador sobre lo que consume generando una dualidad de sentimientos. Con una impronta cruda, con el principio de no maquillar la comida y mucho menos desperdiciarla, documenta la realidad con su cámara, herramienta que lo llevó a ganarse el premio Pink Lady Food Photographer con una serie de imágenes sobre la comida callejera de Turquía.

bodegón

En cuanto a sus referentes, Caravaggio ha sido clave en su camino para entender la luz, así como el trabajo de David LaChapelle le ha demostrado que es posible hacer cualquier cantidad de locuras que imagine la cabeza. Si es preciso poner la lupa en sus influencias, hay algo de la estética de David Bowie y de las portadas de los discos de los 14 Cañonazos Bailables en sus fotografías, en las que la miseria no tiene cabida.

Alejandro Osses es un activista de la comida colombiana con una estética fotográfica que me habla profundamente. Lo admiro muchísimo, es mi fotógrafo de comida favorito del país. Pocos como él han puesto en el centro el campo, la agricultura y las comunidades”, apunta Ana Lorenzana.

Desde su ojo documental, Osses captura la realidad y el génesis de algo como esa lechona que algunos prefieren ver servida sobre un plato de icopor junto a una arepa insulsa a la que le falta cocción. Pero la función del arte es cuestionar, e incluso incomodar. Al entrevistarlo, mi primera pregunta fue la que titula este artículo. Respondió: “Es el tema de los celulares inteligentes. Así como tener una herramienta como Chat GPT no garantiza que cualquier persona escriba un libro, el nuevo modelo de iPhone no asegura que un comensal del común tome una gran foto en la mesa de un restaurante”

Confieso que me cuesta tener paciencia cuando llega mi pedido y una amiga me dice que espere antes de meterle cubiertos porque mi plato aparecerá en sus redes sociales. Pero esto no es una columna de opinión. Lo que me interesa contarles, mientras mi amiga toma la foto, es que he debido mencionar que Ignacio Gómez Jaramillo (1910-1970), influenciado por la obra de Cézanne, fue el que hizo de la naturaleza muerta un género pictórico en Colombia. Pero, con el perdón de ustedes, se me enfría la comida.

Soraya Yamhure Jesurun

Periodista y actriz. Nació en Bogotá en 1985. Su genética es medio libanesa, barranquillera y un 25% caldense. Fan de Depeche Mode y amante de los perfumes, de los textos de García Lorca, de los Stones y del inigualable David Bowie. Para ella, después de la música, el mejor invento de la humanidad son los tenis. Su plan favorito de la vida es ir a teatro. Trabaja en comunicaciones y prensa de la Galería El Museo y allá está haciendo sus

estudios en historia del arte moderno colombiano.

Periodista y actriz. Nació en Bogotá en 1985. Su genética es medio libanesa, barranquillera y un 25% caldense. Fan de Depeche Mode y amante de los perfumes, de los textos de García Lorca, de los Stones y del inigualable David Bowie. Para ella, después de la música, el mejor invento de la humanidad son los tenis. Su plan favorito de la vida es ir a teatro. Trabaja en comunicaciones y prensa de la Galería El Museo y allá está haciendo sus

estudios en historia del arte moderno colombiano.

Cultura Pop
Le puede interesar

Hay muchas respuestas a cómo hacer de un libro una obra de arte al alcance de cualquiera. Aquí seis apuestas editoriales colombianas para que se sorprenda.
¿Qué le puede sumar realmente una residencia a un proceso creativo? La autora nos cuenta desde su propia experiencia y la de otros, de gestores a creadores.
¿Cómo contarle a un niño sobre el lupus de su madre? Hilando un cuento, el autor le cuenta al pequeño Agustín la historia de su mamá y el lobo que la habita.
Jorge Francisco Mestre
Jorge Francisco Mestre
-Abril/21/2025
Porque la vida es una comedia de repetición, invitamos a Chuleta Prieto a ilustrarnos algunos de los personajes que nunca faltan en un paseo colombiano.
Chuleta Prieto
-Abril/15/2025
Crecer en el país del sagrado corazón de Jesús incluyó dosis de censura por parte de los adultos que veían a Satanás en todo lado. Fuego nos ilustra seis casos.
Este pueblo de Cundinamarca conserva una serie de murales del siglo XVII en los que los indígenas pintaron a Cristo poco después de una tragedia. El autor nos cuenta.
Jorge Francisco Mestre
Jorge Francisco Mestre
-Abril/14/2025
El siglo XX marcó un antes y un después en el calzado. Genios tras estas piezas, perfeccionaron por décadas los materiales y el diseño de estos 7 modelos.
Bacanika
Bacánika
-Abril/14/2025
Si ya empacó maleta para Semana Santa, pero quiere estar más preparado que un yogurt, hágale espacio a estas apps que pueden llevarlo del viacrucis a la resurrección.
Bacanika
Bacánika
-Abril/10/2025