El libro que descifra el arte urbano desde las calles y desde la academia
En ‘Street Art bogotano. Tres obras vitales desde una perspectiva narrativa’, Adalberto Camperos se adentra en el arte urbano de la capital desde una perspectiva inédita. Saga, Chirrete Golden, ARK y Lesivo son los creadores de las icónicas obras analizadas en este libro.
Desde 2005, Adalberto Camperos Durán ha participado en una extensa variedad de proyectos creativos. Artista, ilustrador y autor, el santandereano ha trabajado en torno a las subculturas urbanas, las manifestaciones visuales de la calle o la cultura pop, ya sea con su nombre de cédula o como su alias artístico, Electrobudista.
Inquieto y con un espectro muy amplio de intereses en las diversas formas de expresión visual, Camperos ha reflexionado extensamente sobre el lenguaje del cómic, que también realiza, la ilustración y el street art, campo de estudio que le permitió publicar hace poco Street Art bogotano. Tres obras vitales desde una perspectiva narrativa.
“Esta es mi tesis de maestría, pero viene de un trabajo de hace quince años que realicé durante la especialización en Historia y Teoría de Arte Moderno y Contemporáneo, en la Universidad de Los Andes”, explica Campos. “Ahí conocí a los miembros del colectivo de Excusa2 y fui a entrevistarlos, porque en esa época yo también pintaba en la calle, fui al estudio y hablamos sobre su trabajo. Ahí entendí que era un camino real para estudiar y que me daba un lugar interesante porque nadie lo estaba abordando. Tenía la posibilidad de aportar desde un nivel de experticia, reconocimiento, cercanía y familiaridad. Mantuve ese vínculo durante el tiempo en el que estuvo activa la galería Visaje, a principios de los 2000”, añade.
Estos recursos estuvieron siempre presentes en la investigación para su tesis y en este libro sobre el street art en la capital: a través de esa cercanía y familiaridad con los artistas urbanos, pero con el rigor y las herramientas de la academia, se adentra en tres representativas obras que aparecieron en el espacio público bogotano durante la década pasada. Democrashit de Saga, de 2014; Homenaje a las víctimas, de Chirrete Golden y ARK, de 2013, y El recurso se agota, de Lesivo, de 2016.
Elegidas por su valor narrativo y sus características formales, estas tres piezas le permiten desarrollar una teoría basada en el concepto de intergrafía, que había propuesto durante su trabajo con Excusa2: la idea de que no existen medios exclusivamente visuales o verbales, que todos los medios poseen una naturaleza mixta, aunque puedan diferenciarse, en un sentido sensorial, perceptivo o semiótico.
Para Camperos era importante destacar cómo estas obras, y las de muchísimos otros creadores de imágenes en nuestro contexto urbano, tenían un carácter narrativo, no muy distinto a las posibilidades de un cuadro estudiado por la Historia del Arte, pero con unas condiciones específicas que lo obligaban a desarrollar una nueva teoría. De igual modo, buscaba desligarse de la lectura sociológica o antropológica que ha operado sobre estas imágenes. “Sí tiene un impacto que esté en el espacio público, pero siempre tiene un enfoque que viene de la Sociología o la Antropología. Son reflexiones sobre la legalidad y la ilegalidad, las implicaciones de tomarse el espacio público. Y eso está bien, pero creo que el análisis da para mucho más”, explica el autor. “La mayoría de los análisis que se hacen en esos libros no provienen de gente que se especializa en imagen, por lo que meten todo lo que compete al arte urbano, al street art, en una sola bolsa: graffiti, paste up, intervenciones. Es como si alguien dijera una frase tan irresponsable como ‘el arte contemporáneo es…’. Tampoco puedes hablar de ‘la música en Occidente’, porque va de Bach a Bad Bunny. Esa inespecificidad es peligrosa”, añade.
El texto se desliga de aproximaciones habituales en la Historia del Arte como pueden ser el estudio biográfico, sociológico, psicoanalítico o estrictamente contextual para abordar reflexiones que vienen de estudios sobre cómic, cine y publicidad, entre varios otros ámbitos de análisis de imagen y comunicación. “Como el fenómeno es tan desbordante, no existe un marco único para entenderlo”, reflexiona Camperos. “Se puede leer desde el branding o el psicoanálisis, porque es muy posible que la complejidad de alguna de estas obras permita soportar esa lectura. Otras no. Pero gran parte del cuerpo de los grandes murales narrativos van a aguantar eso. No son dos artistas, ni tres, por lo menos hay veinte o veinticinco artistas que tienen esa habilidad, que uno puede mirar su trayectoria y decir ‘esto se puede estudiar’”, añade.
Las tres piezas investigadas por Camperos responden a una lectura que el autor realiza sobre la ciudad y sobre las dinámicas del street art desde una perspectiva novedosa para nuestro contexto. “Es un tema que afuera se ha trabajado, pero que acá no ha tenido tanto impacto porque no está integrado al mercado del arte. Los artistas urbanos colombianos han hecho parte de muestras y de exposiciones, pero no en un nivel de impacto para convertirse en figuras centrales de un mercado”, explica Camperos. Cada una de las piezas utiliza lenguajes y herramientas narrativas distintas. Así, por ejemplo, el mural de Saga está atravesado por la retórica de la sátira, la parodia y la ironía, mientras que el de Lesivo tiene un componente menos humorístico y más acusativo.
“El street art sí es comunicativo, en un nivel más amplio que la publicidad. Busca eso: hacer un circuito de comunicación que entiendas, que te cuestiones o que te obligue a investigar”, reflexiona el santandereano. “Tiene niveles y capas de sentido y lectura que van en la definición más canónica de lo que es el arte. La Internet y toda la formación académica les permite entender que están en un territorio en el que realmente nadie se siente en la capacidad moral y autoral de decir que es el dueño del género. Son quienes saben que son los dueños de su propia narrativa y los editores de su propia historia, pero sin tener la responsabilidad o el marco de asumir que tienen que hacerlo”, complementa.
Es un libro imprescindible para los amantes de estos ejercicios en el espacio público y para académicos y galeristas que hacen parte de las dinámicas del arte contemporáneo. En últimas, este libro nos obliga a mirar con mayor atención el espacio que nos rodea y a cuestionarnos críticamente sobre esas imágenes, más allá de la pregunta por los límites de la legalidad.
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