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frustración profesional

¿Qué podemos hacer para superar la frustración profesional?

Ilustración

La incertidumbre, la frustración o el cambio de rumbo son situaciones recurrentes en nuestra vida. ¿Qué pasa cuando el trabajo soñado no es lo que esperábamos? ¿Cómo hallar satisfacción más allá de poder o no ejercer nuestra profesión? ¿Cómo no perder la paciencia o encontrar valor mientras encontramos algo mejor? La autora nos cuenta, de la mano de una experta, cómo gestionar la incertidumbre, ajustar expectativas y pensarnos a nosotros mismos más allá de la carrera

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Nadie nos dijo que estudiar cinco años (o más) una carrera no era garantía de un futuro seguro y feliz. Tampoco nos advirtieron que, a mitad de camino, podríamos darnos cuenta de que no queríamos ejercerla o que, al dedicarnos a lo que nos apasiona, enfrentaríamos el miedo a “morir de hambre” debido a la precariedad laboral o a los exigentes requisitos para conseguir un empleo. El mundo laboral a veces parece una selva, donde podemos ser presa fácil de un sistema desafiante y competitivo.

No solemos estar preparados para la gran desilusión que puede representar afrontar estas situaciones en nuestra vida profesional, especialmente cuando la sociedad nos presiona a ser felices haciéndonos creer que al obtener logros, cosas, un estatus social o dinero, conseguiremos plenitud. Esto puede generar expectativas irreales o alejadas de nuestra verdadera idea de felicidad, lo que nos lleva al malestar emocional con el tiempo.

En una conversación con Carolina Jaimes, psicóloga clínica adscrita a Colsanitas, exploré estas situaciones que nadie nos explicó y encontré en sus palabras un mensaje de alivio y esperanza para quienes atraviesan momentos de angustia e incertidumbre.

No eres esto

¿Qué quieres ser cuándo seas grande? —Nos preguntaban siempre cuando éramos niños. 

Crecimos creyendo que nuestras acciones definirían quiénes somos y que nuestras decisiones marcarían el rumbo del resto de nuestras vidas. Sin embargo, la psicóloga Carolina Jaimes advierte sobre el riesgo de fusionar nuestro ser con lo que hacemos: “No puedes convertir una acción aislada y neutral en tu identidad”, explica.

Si basamos nuestra identidad únicamente en nuestras acciones, corremos el riesgo de sentirnos perdidos cuando ya no podamos realizarlas. Jaimes lo ejemplifica con un caso: “Hoy juegas tenis, eso es una acción. Pero solemos fusionarlo con nuestra identidad y decir ‘soy tenista’. Entonces, cuando te lesionas y ya no puedes jugar, te preguntas: ¿Qué voy a hacer con mi vida? Pero en realidad, nunca has sido solo tenista, simplemente jugabas tenis. Y hay una gran diferencia”.

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Al desligarnos de esta creencia perdemos la sensación de control, de saber a qué lugar pertenecemos y a dónde vamos, y aunque puede parecer devastador, entender que somos seres libres y cambiantes nos da libertad; somos libres para hacer lo que queramos, en el momento y la forma que deseemos:

“Hoy estudias humanidades, mañana te vas a la playa a vender manillas, pasado mañana juegas voleibol y en otro momento de tu vida eres independiente. Y nada de esto hace parte de tu identidad”, explica Jaimes.

Para construir nuestra identidad y desligarnos de las acciones es preciso entender que nuestras conductas van alineadas con el pensamiento. Por ejemplo, un pensamiento altamente perfeccionista causa agotamiento físico y emocional, “[el perfeccionismo] es una idea o una distorsión increíblemente incorporada, que naturalmente te va a frustrar porque nunca es real, y no lo vas a alcanzar”, explica Carolina. 

Nuestro cerebro mide nuestra valía a partir de la sumatoria de logros percibidos por nosotros mismos: si sentimos que hemos cumplido nuestras metas, pensamos "qué buena soy", lo que fortalece nuestra autoestima, la percepción que tenemos de nosotros mismos, y autoeficacia, la confianza propia para lograr los resultados pretendidos. Por el contrario, si no alcanzamos esos estándares, nuestra autopercepción se deteriora y sentimos que "no lo estoy logrando, por lo tanto, no soy buena".

Para no caer en esta trampa mental, la doctora Jaimes aclara que es fundamental evaluar nuestras expectativas y logros con varias preguntas clave: ¿son realistas?, es decir, ¿son proporcionales a mis habilidades actuales?, y ¿dependen únicamente de mí? Si dependen de otro ser humano, ya estamos destinados a fracasar. La única manera de sentirnos realmente satisfechos con nuestros logros es aterrizar nuestras expectativas y transformarlas en metas concretas, medibles y alcanzables, permitiéndonos avanzar de forma progresiva. “Al segmentar nuestras metas en logros pequeños pero alcanzables, reducimos la frustración, fortalecemos nuestra confianza y construimos una identidad flexible y en constante crecimiento. Cuando realizas la acción coherente a tus valores, no importa el resultado, te sientes bien contigo mismo.” añade Carolina.

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Cuidado con lo de “si trabajas en lo que amas, no trabajarás un solo día”

La creencia de que la felicidad está directamente ligada a nuestro trabajo y logros personales, refuerza la ilusión de que nuestra satisfacción depende únicamente de nuestra carrera profesional. Lejos de ser la realidad, el trabajo, por más vocacional que sea, sigue siendo trabajo: tiene exigencias, retos y momentos difíciles que, dependiendo de la situación, nos llevan a querer abandonar el área donde nos hemos formado.

“Si tu felicidad está puesta en términos de diplomas, títulos, o trabajo, jamás serás feliz”, aclara Jaimes, explicando que una vez cubiertas nuestras necesidades esenciales (vivienda y alimentación), el salario, el estatus o el poder no marcan una diferencia significativa en el auténtico bienestar.

El cerebro tiene la capacidad de adaptarse a todo, incluyendo los logros: una vez alcanzamos una meta, rápidamente buscamos la siguiente, generando un ciclo interminable [...] El bienestar está en los hábitos cotidianos como [el cultivo de] las relaciones sociales, el descanso adecuado, ejercitar el cuerpo y actividades como la meditación o la oración”, agrega la especialista. Entonces, si definimos nuestro bienestar acorde a lo que valoramos, y no con lo que el mundo dicta que debería hacernos felices, estaremos construyendo una felicidad genuina, determinada por quienes somos y no por las metas que cumplimos.

Ajustar el balance frente a lo que podemos hacer

El término psicológico flow, inglés para ‘fluir’, se representa en una gráfica con dos ejes: el grado de dificultad de la tarea y las habilidades. Idealmente, deberíamos trabajar en que estas sean directamente proporcionales. “Para nosotros los humanos, actividades demasiado fáciles nos aburren y las abandonamos, y actividades demasiado difíciles nos frustran y también abandonamos”, documenta Carolina. 

Aplicado al trabajo, esto significa que si una tarea o meta profesional resulta inalcanzable, es necesario ajustar nuestras expectativas o fortalecer nuestras habilidades para alcanzar un punto óptimo de desempeño. Fluir es el buscar siempre ese equilibrio entre nuestras habilidades y los desafíos que enfrentamos, es lo que nos permite avanzar sin caer en la frustración o el estancamiento.
En casos en los que los obstáculos son externos e incontrolables, como la escasez de empleo o la precariedad salarial, existen dos caminos —que no se excluyen entre sí—: la aceptación o la acción. La aceptación implica ver la realidad tal como es, sin intentar cambiar lo que está fuera de nuestro control, mientras que la acción requiere tomar decisiones concretas, como cambiar de rumbo teniendo en cuenta nuestra identidad.

La clave para afrontar los desafíos profesionales y personales no está en la meta final, sino en el camino recorrido. Muchas veces, nos enfocamos exclusivamente en los resultados, el título, el puesto, el salario, sin darnos cuenta de que la verdadera satisfacción radica en el proceso: en el aprendizaje, en las experiencias compartidas, en la evolución personal.

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Cuando dejamos de enfocarnos en lo que nos falta y comenzamos a valorar lo que vivimos día a día, el propósito se expande. No se trata solo de alcanzar el trabajo perfecto, sino de disfrutar el trayecto, de ser coherentes con lo que realmente nos importa y nos define. El éxito no es una línea de meta inamovible, sino un proceso en constante evolución y cuando aprendemos a vivir desde esa perspectiva, encontramos mayor satisfacción y bienestar en cada paso que damos.

Valeria Herrera Oliveros

Realizadora audiovisual y periodista, nacida en Bogotá. Su pasión por el arte la llevó a aprender a través de la práctica. Comenzó tocando el violín, luego se dedicó al dibujo y la pintura, para luego preguntarse cómo se hacen las películas y convertirse en cineasta. Ha escrito y dirigido cortometrajes, y valora la escritura como el nacimiento de todas las ideas. Melómana, amante de los perros, de las flores, de las Taylor’s Versions y de las buenas historias.

Realizadora audiovisual y periodista, nacida en Bogotá. Su pasión por el arte la llevó a aprender a través de la práctica. Comenzó tocando el violín, luego se dedicó al dibujo y la pintura, para luego preguntarse cómo se hacen las películas y convertirse en cineasta. Ha escrito y dirigido cortometrajes, y valora la escritura como el nacimiento de todas las ideas. Melómana, amante de los perros, de las flores, de las Taylor’s Versions y de las buenas historias.

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