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Cerámica: amasar con el instinto

Cerámica: amasar con el instinto

La cerámica permite moldear objetos que tocamos con nuestras manos todos los días y otros que admiramos a través de vitrinas. Nos acercamos a este oficio, su complejidad y sus infinitas posibilidades, a través de cuatro creadores y las piezas que hacen.

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omar un montón de barro y moldearlo depende, en buena medida, de la intuición. Amasar, moldear, tallar o convertir todo en una bola para volver a empezar son acciones que podemos imitar después de un par de vistazos y que reflejan, como dice el ceramista canadiense Trevor Baird, gestos íntimos que luego se transforman en piedra.

Esos gestos íntimos que se utilizan para darle forma a una pieza cerámica se reflejan en el objeto final: bien sea la taza que usamos para tomar café en las mañanas, una pieza de joyería que reservamos para ocasiones especiales o una escultura que evoca ciertas sensaciones cuando la contemplamos, los objetos creados con cerámica llevan el rastro de las manos de una persona hacia las manos de otra.

Según la intención y la experiencia, podemos usar la cerámica para jugar, meditar, hacer objetos funcionales, crear una pieza artística, seguir una tradición. Podemos usarla para hacer tantas cosas, que cuando se activa esa necesidad natural de clasificar nuestras creaciones y a nosotros mismos, la cerámica y quienes la trabajan terminan atados a etiquetas que no representan su complejidad. Estás allá o estás acá; haces esto o haces esto otro.

En ese sentido, la práctica de muchos ceramistas está atada a una postura casi política que busca reforzar los múltiples significados de trabajar con barro y deshacerse de esas etiquetas. Tal es el caso de Estefanía Gracia, Laura Nieto, Miguel Ortiz y Laura Velásquez, cuatro creadores que se acercan a la cerámica de distintas maneras. Hablamos con ellos sobre su percepción del oficio, la vida que han construido en torno a él y los objetos que crean.

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Estefanía Gracia / Dega Ceramista

Estefanía asumió la misión de lograr que más personas se interesaran por la cerámica en 2003, cuando entró a estudiar Artes en la Universidad Nacional. “Mientras yo empezaba a enamorarme de la cerámica, empecé a ver que había muy poca gente que asistía a las clases”, recuerda. El taller de la facultad, un espacio “gigante y lleno de materiales”, recibía pocos visitantes que además llevaban sus procesos de manera individual y sin compartir detalles con otras personas.

La investigación de Estefanía empezó en la biblioteca de la universidad, donde buscaba fórmulas que luego aplicaba en quemas (como se le conoce a los procesos de cocción de la cerámica) en el taller. Después de una temporada en Francia, donde estudió técnicas, historia y contextos de la cerámica, se vinculó como docente en la Universidad Nacional y abrió espacios académicos para que sus estudiantes exploraran, desde su experiencia y desde la apropiación de las técnicas, qué es la cerámica. La premisa era tender puentes entre los conocimientos y aquellos que querían aprender. Lograr “que todo el mundo pueda hacer esto”. Estefanía también organiza desde 2014 el Encuentro de Cerámica Artística Colombia, una bienal que está preparando su cuarta versión, y es miembro de la Academia Internacional de la Cerámica.

Estefanía utiliza la cerámica para hacer “objetos de colección de uso cotidiano” como teteras de líneas limpias, vasijas donde se pueden ver los colores de dos clases de barro diferentes, jarrones cuyas paredes están grabadas con texturas irregulares. El medio también está presente en su práctica artística: la cerámica es el soporte para dibujar y hacer grabados, y la materia principal de piezas escultóricas que se preguntan, entre otras cosas, por la relación de los humanos con el hogar y el territorio (MATER Alere, Oikos y Relatio), el desperdicio de comida (Ameiba) y las “deidades internas” que habitan a Estefanía y que se manifiestan y materializan a través de la arcilla (Ego Sum Esse). Todas sus piezas, de uso cotidiano o artísticas, atravesadas por los cambios que el horno imprime en los materiales, y que Estefanía relaciona con la vida misma.transformación y el cambio que sufren los materiales es un cambio que yo relaciono mucho con la vida”.

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Miguel Ortiz / Taza de casa

Su relación con la cerámica empezó cuando era niño, en el taller de la ceramista bumanguesa Sandra Castillo, pero se volvió a activar después de haber terminado la universidad y dejar su último trabajo como comunicador social. En ese momento Miguel buscó la manera de retomar el oficio, pero también de adoptar el estilo de vida que había conocido en artesanas como Sandra: “Me acuerdo que ella estaba criando a sus dos hijas y que era una mujer absolutamente presente. Enseñaba en su casa, nos servía las onces, se sabía nuestros nombres, qué hacíamos, qué nos gustaba, cuáles eran nuestras familias. Había unas relaciones de cuidado muy bonitas con la gente que llegaba a su taller”.

Ahora Miguel tiene su propio taller donde enseña a trabajar la cerámica, aunque él dice que lo de la pedagogía solo es una excusa “para que la gente vaya al taller y se encuentre con personas con las que nunca se encontraría en otro lado”. En ese espacio Miguel también trabaja en Taza de casa, su marca de piezas utilitarias que, como él las describe, son un solo gesto y las construyo a partir de una sola bola de barro. “Si tú le das una bola de arcilla a un niño, él hace algo parecido a lo que yo hago”: tazas, cuencos y platos que Miguel hace utilizando la técnica del pellizco, en la que emplea su pulgar para crear una hendidura en la arcilla y agrandarla, mientras controla la forma que va tomando la pieza con sus demás dedos. Los trabajos de Miguel mezclan los tonos naturales del barro con esmaltados blancos y sutiles toques de color, y tienen formas irregulares que refuerzan el hecho de que están hechos a mano. Son objetos de uso diario que pueden transformar experiencias tan cotidianas como tomar una bebida caliente o cenar en compañía de otros, y en esa medida, resignificar la relación que tenemos con los objetos que nos rodean. 

Miguel construye objetos a partir de movimientos repetitivos que responden a una necesidad de no pensar tanto, y tiene la suerte, como él dice, de que lo que hace se ha vendido bien desde el principio. “Eso es una suerte porque yo no vengo del diseño, no hago desarrollo de producto ni trabajo desde la cabeza, sino desde las tripas”. A raíz de sus ventas participó en varias ferias de Artesanías de Colombia, una especie de grado para él que también influyó en su decisión de considerarse artesano. “Ha sido un camino muy bonito y muy difícil también, porque es nombrarse de otra manera. Y en mi caso, también es apostarle a un estilo de vida más coherente con quien yo soy. Es una economía mucho más respetuosa conmigo, con los que yo quiero, con el planeta, y ya no hay vuelta atrás. Ya la cosa no me pertenece”.

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Laura Nieto El’Gazi / Alharaca Taller

Laura trabaja la cerámica desde que tiene siete años, pero la dejó en pausa cuando empezó a estudiar Artes Plásticas porque percibió, estando en la universidad, que “la cerámica no hacía parte de las Artes con A mayúscula”. Sin embargo, la academia misma hizo que volviera a trabajar el barro: Laura salió de la universidad con una idea “muy escueta” de cómo vivir del arte y recurrió a la cerámica, a hacer vasijas, para tener un ingreso. “Al principio me generó el mismo conflicto que yo tenía cuando entré a la universidad, la cerámica no cabía en mi vida. Yo la sentía como una hermanita fea de las Artes, y me decía a mí misma: ‘esto no es lo que yo hago’. Pero tenía que ver con sobrevivir como artista”.

Con los años Laura llegó a un lugar “mucho más cómodo” respecto a su práctica. Siguió con sus vasijas, que ahora hacen parte de una línea de piezas utilitarias más compleja: explorando los rasgos de la cara, Laura fabrica tazas, vasijas, floreros y platos donde también está presente su interés por crear objetos duraderos con una huella ambiental reducida. Además dicta clases de cerámica en su taller –y en línea, por la pandemia– y a producir obras donde mezcla la cerámica con otros medios como el performance y la instalación. Sobre ese último punto, la cerámica se ha convertido para ella en un material que permite producir objetos en serie, como los ladrillos de su obra Arrumando, y que permite explorar la maleabilidad del material como un elemento más de la acción performática, como ocurre en Montonera, un video performance donde Laura apila cabezas hechas en cerámica, todavía húmedas, para que se deformaran a la hora de caer una sobre otra.

Laura también ha descubierto un interés por explorar los aspectos más “científicos” de la cerámica, que junto al arte están presentes en la creación de un objeto hecho con cerámica. “En todo el proceso estamos viendo reacciones, transformaciones químicas con el calor, con la mezcla de ciertos elementos de la tabla periódica que generan unos resultados u otros. Hay muchos alumnos míos que dicen ‘ay, yo pensaba que la cerámica era más fácil’, pero es un mundo entero. Es tan compleja como uno quiera”. 

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Laura Velásquez / Home Poetry

La idea de moldear una sustancia y luego cocinarla con calor acompaña a Laura desde niña, aunque en principio no tenía intenciones de perseguirla. El cambio de rumbo llegó con un trabajo de la universidad, mientras estudiaba Diseño de vestuario, que la llevó a entrar en el taller de cerámica de su mamá: Laura, que ilustra y pinta, quedó maravillada al “ver cómo una ilustración que había hecho en papel, tomaba una forma tridimensional”. Esa sorpresa llevó a que Laura creara Home Poetry, una marca de objetos utilitarios hechos en cerámica.

Algunas de las piezas de Home Poetry todavía conservan ese guiño a la ilustración y la pintura, aunque con los años el catálogo de la marca se ha expandido hacia ideas más amplias de lo que puede ser un objeto decorativo hecho a mano. Entre los productos más populares de la marca están los pocillos personalizados, que Laura y los artesanos con los que trabaja pintan según fotos de las mascotas de sus clientes, y los vegetales colgantes, materas con formas de remolachas, zanahorias y otros vegetales que cuelgan. El enfoque es “vestir el hogar”, como explica Laura, de manera que Home Poetry también hace vajillas, pocillos y materas con diferentes diseños (algunas con planta incluida), mieleras, botellas, cucharas, portavasos y hasta portainciensos.

El crecimiento de Home Poetry también ha estado atado a Instagram, “una herramienta que nos ayuda a validarnos” y que “sirve para concientizar a la gente sobre el valor de un objeto hecho a mano: las historias, las personas, los procesos que están detrás”. En esa plataforma, Laura se atrevería a decir, hacen el 90% de sus ventas. La tecnología también ha permitido que Laura se reúna con otros colegas. A través de grupos de WhatsApp, se reúnen para compartir y cerrar “el bache” de conocimientos que, dice ella, existe a nivel nacional en cuanto a la cerámica. Entre ellos resuelven dudas, ponen en común experiencias y aprendizajes y se apoyan. “Esta falta de descentralización del conocimiento es la que hace que entre nosotros mismos nos tengamos que apoyar”.

*

La cerámica atraviesa generaciones, regiones, materiales y una variedad de técnicas que costaría reunir en un solo lugar. Es un oficio que utiliza el barro y el calor para sentar posiciones respecto a los objetos que utilizamos, aquello que consideramos arte y la necesidad de volver a conectarnos con nuestras manos. Es un oficio que nos invita, incluso si no lo practicamos, a cambiar nuestros hábitos de consumo, nuestras nociones y costumbres, y que tiene el potencial de transformar nuestro estilo de vida. La cerámica es una fuente de creación activa, y es transformación en potencia.

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María Andrea Muñoz Gómez

Como Dorothy Parker, odio escribir, pero amo haber escrito. Quiero vivir en una montaña con mis dos perras.

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