Fotografía a ciegas
¿Cómo se puede escribir con la luz si no puedes verla? Un grupo de 16 invidentes de Manizales, entre los 19 y los 75 años, lleva tres años demostrando que la fotografía no es un oficio exclusivo de los que pueden ver. Proyecto ciego desafía la oscuridad con cámaras en mano.
a idea de un ciego tomando una foto parece impensable. ¿Cómo es posible que alguien que no ve pueda capturar imágenes? Si su mundo son las tinieblas, ¿cómo podría trabajar con la luz? Sin los ojos del cuerpo, ¿cómo sabría de ángulos, encuadres y perspectivas? No. La fotografía es la validación de la visión. El ojo por donde se mira al mundo.
Sin embargo, algunos han optado por seguir su intuición y demostrarle al mundo que la fotografía puede ser más de lo que nos han contado. El esloveno Evgen Bavkar, considerado el fotógrafo ciego más importante del mundo y quien asegura tener la imagen que quiere capturar ordenada en su cabeza antes de obturar, tiene un amplio portafolio de fotografías oníricas, una más impactante que la otra; la canadiense Tara Miller, ganadora del Concurso Nacional de Fotografía en Canadá en 2012, se ha dedicado a retratar dramáticamente la naturaleza; la venezolana Sonia Soberats ha maravillado a miles de espectadores con sus impactantes retratos y manejo de la luz, y el brasileño João Maia da Silva asombró al mundo con sus particulares imágenes cuando cubrió los Paralímpicos de Río de Janeiro en 2016. A ellos se suman los estadounidenses Bruce Hall, Pete Eckert y Alice Wingwall, y el mexicano Gerardo Nigenda.
Inspirado en el trabajo de estos fotógrafos y en el proyecto El hilo negro, el cual nació en 2012 en Santiago de Querétaro, México, con el objetivo de enseñarles a los invidentes las técnicas necesarias para hacer fotografías, el documentalista manizaleño Eduardo Mejía decidió salir a las calles de su ciudad para encontrar invidentes que se sumaran a un proyecto similar en Manizales. Si había funcionado en México, ¿por qué no intentarlo en Colombia?
Pero lograrlo no fue tan fácil. Abordar a un desconocido en la calle y pedirle que lo escuchara era todo un reto. La idea solo empezó a cuajar cuando tocó las puertas de Abre tus ojos, una asociación de invidentes que se encarretó con la propuesta y donde consiguió el teléfono de varios de sus integrantes. Mejía los llamaba, los invitaba a tomar un café y les echaba el cuento. Casi todos dijeron que sí. Aunque eran escépticos, gracias a la curiosidad y las ganas de aprender algo nuevo, la mayoría se lanzó a un territorio desconocido, un oficio que desde sus orígenes ha validado la supremacía de la visión.
Así nació Proyecto Ciego. El grupo comenzó a reunirse dos veces por semana en la casa de la cultura del barrio San José, en Manizales, donde reciben clases de seis fotógrafos de la ciudad que donan su tiempo y conocimiento. Con paciencia y disciplina les han enseñado diferentes técnicas para tomar imágenes que, de alguna manera, muestran la relación de este grupo de invidentes con el mundo. Tocando eso que quieren fotografiar, sintiendo el bronce helado de una escultura, la textura rugosa de una fruta, la sensación del pasto y las hojas de las flores entre las manos o la forma de un rostro que descubren con los dedos, han aprendido que pueden tomar una foto desde la libertad del que ha dejado de ser esclavo de la mirada.
Los sentidos que ven
Comienzan conociendo la cámara y haciendo movimientos con la muñeca hacia arriba y hacia abajo. Luego descubren la ley de los tercios en braille (el sistema de lectura y escritura táctil pensado para los ciegos), una herramienta clave para saber cómo encuadrar una imagen, y hacen ejercicios para aprender qué es un paneo y cómo buscar ángulos y planos asombrosos. Después empiezan a relacionarse con su aliado más importante: un hilo transparente que se amarran al dedo índice y que tiene pequeños nudos para medir en braille las distancias. El hilo se convierte en sus ojos. Si lo sueltan, consiguen planos más abiertos. Si lo llevan hacía ellos y lo tensan, planos y encuadres más cerrados.
Para que puedan enfocar, el aparato debe estar siempre en automático. Pero aún queda el complejo tema de la luz, ¿cómo es posible registrarla en un mundo de tinieblas? Para capturarla, el sentido del tacto se despierta. Con la mano levantada, como queriendo alcanzar el cielo, sienten el calor y la intensidad del sol sobre la piel para calcular qué extensión tienen las sombras. “Si el sol les pega en la palma derecha, saben que la sombra está a su lado izquierdo”, explica Mejía.
En su cabeza tienen muy claro lo que quieren. Unos se han especializado en fotografía de paisajes, arquitectura y bodegones, otros en retratos, en sombras y primeros planos y, uno de ellos, en fotografía erótica. La imagen conseguida se las describen los profesores o una aplicación del celular que les narra con detalles la foto.
El resultado son imágenes singulares, que pintan la luz, juegan con diferentes ángulos y ponen en evidencia que, a la hora de tomar una buena foto, los ojos no lo son todo. En una sociedad cada vez más visual, este grupo de 16 fotógrafos ciegos está rompiendo paradigmas y demostrando que la discapacidad solo está en la mente.
La oscuridad, tan temida en un mundo que necesita comprobarlo todo con la mirada, también es un principio de creación que permite darle un orden distinto a las cosas. Así lo han entendido comunidades indígenas como los koguis, quienes acostumbran a recluirse en una maloca oscura para poder encender la mirada interior y conectar con la sabiduría, o los wayuu, una tribu que usa encerrar a las niñas durante meses cuando les llega su primera menstruación. Es en la oscuridad que la mujer wayuu conoce los secretos de su pueblo y aprende a tejer hamacas, mochilas y chinchorros. Incluso, en Colombia y en varios países del mundo, existen retiros en los que, durante 15 días, los asistentes se sumergen en la oscuridad total con el fin de activar la percepción y traspasar los límites impuestos por la hegemonía de los ojos.
Para los fotógrafos de Proyecto Ciego, la ceguera ha sido el punto de partida para la creación de fotos asombrosas. Con sus imágenes han demostrado que se puede ver de otra manera. La experiencia ya la tienen y este año esperan publicar un libro con sus mejores fotos, pero a la mayoría, por falta de recursos económicos, aun le sigue faltando lo más importante: tener una cámara. Cuando toman fotos usan las máquinas de sus profesores, pero saben que, para seguir avanzando, necesitan tener su propia herramienta de trabajo. Aunque han roto esquemas, aún anhelan que el soñado aparato, ese orificio mágico por donde también descubrieron que pueden ver y entender la vida, llegue a sus manos.
Adriana Muñoz
Alba Patricia Arias
Albeiro Jiménez
Alonso Jiménez
Beatriz Ossa
Carlos Hugo González
Felipe Franco
Gustavo Vargas
Janeth Cuartas
José Ancízar Martínez
José Manuel Villegas
José Omar Arbeláez
Juan Carlos Rodríguez
Juan José Orozco
Lilian Vasco
Mauricio Martínez
Rafael Gutiérrez
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