Las tetas de mi madre
La calle me coqueteaba, gamines me acompañaban
aprendí a querer lo que daño me causaba
vi todo con otros ojos, mi mundo con cielos rotos
lloviznas a aguaceros, mataron al niño ingenuo
Crack Family, “Las tetas de mi madre”
Las tetas de mi madre es una película del director bogotano Carlos Zapata. Aunque el tráiler puede llevarlo a pensar que es otra cinta sobre pornomiseria, hay algo más: se trata de un retrato de la infancia del director y de la realidad de muchos niños de la ciudad. No hay que sentir lástima por ellos sino todo lo contrario: los protagonistas, Martín y Cacharro, muestran al niño de a pie, el que se vuela del colegio, el que no hace lo que le dicen, el que sueña con cosas imposibles.
La historia gira en torno a las tetas de la madre de Martín, unos senos que llevan a la locura a hombres y a su propio hijo, quien después de verlas regresa cada noche buscando algo más. Aunque suene algo enfermo, no lo es: muestra una fascinación pero también un desdén por lo que tiene que hacer la mujer que le dio la vida para sostener su hogar. No hay moraleja, no hay final feliz, simplemente es una historia contada con elegancia y crudeza, acompañada además por las leyendas del rap Crack Family que –sin robar pantalla– le dan ritmo y lírica a la narración.
Muchas esquinas de La Perseverancia, la carrera décima y el Bronx fueron los escenarios principales de esta historia que da cuenta de la experticia y los retos del equipo de realización y fotografía. Sin pudor, se sumergieron en las calles y, desde una mirada armónica, le dieron belleza a sectores estigmatizados de la ciudad.
Este filme recibió el premio Work In Progress Latinoamericano en la décima edición del Festival Internacional de Cine en Chile, premio del jurado en la primera edición del Mercado Audiovisual Latinoamericano del Flicc en México y un premio a Mejor Película en el Festival de Cine Colombiano de Nueva York.
Si le gusta el rap o no, si le gusta el cine colombiano o no, si está desparchado o no, esta es una pieza que vale la pena ver solo por espantar las moscas de la rutina y, por qué no, para ver una ciudad con sus delicias y sus miserias.
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