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Madre Cumbia busca la nominación a mejor Diseño de Empaque en el Grammy Latino

Madre Cumbia busca la nominación a mejor Diseño de Empaque en el Grammy Latino

Jairo Guerrero, también conocido como B-Liv, lleva veinte años viviendo en México desde donde recuerda a su país, Colombia. Su último disco es una celebración de la cumbia que une a los dos países y una excepcional pieza de diseño.

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La cumbia es un lenguaje transversal a la cultura latinoamericana. Nacida del diálogo cultural entre tres razas, esta música ha recorrido el mundo entero desde que empezó a gestarse en la región Caribe colombiana. Fue Luis Carlos Meyer, bendito rey del porro, quien llevó la cumbia colombiana a México, popularizando el movimiento junto a la orquesta de Rafael de Paz a través de apariciones en películas en las que su sonido tuvo que nutrirse de la influencia de elementos de la música cubana, predominante en las fiestas mexicanas, para tener una salida comercial en el país azteca. Desde entonces Colombia y México han desarrollado una fluida relación a partir de la cumbia, dialogando entre canciones para seguir nutriendo una historia que incluye a Los Corraleros de Majagual, Aníbal Velásquez, Celso Piña, El Gran Sonido y hasta a bandas de la avanzada regia como Kinky y de música electrónica como Nortec Collective. 

En el marco de este gran relato aparece Jairo Guerrero. Colombiano de nacimiento, Guerrero lleva ya dos décadas de residencia en México, país en el que se encontró como creativo y en el que ha desarrollado la mayoría de sus proyectos. Bajo el nombre B-Liv ha trabajado extensamente en el campo de la producción musical, creando un proyecto de música electrónica que siempre intenta desdibujar las fronteras del género para experimentar con las ricas posibilidades que se desprenden de las herramientas digitales. 

Así, por ejemplo, en 2020 creó el proyecto Techxturas Sonoras, en el que musicalizaba en voz del autor los poemas de Juan José Arreola y Coral Bracho creando una juntura improbable desde la electrónica. Ahora, Guerrero ha regresado con Madre Cumbia, un disco en el que la cumbia colombiana dialoga con la mexicana a través de un soporte de música electrónica como base de toda la producción del álbum. Con este esfuerzo de seis cortes Guerrero ha logrado ser nominado a los Latin Grammy en la categoría de Mejor Empaque, misma en la que ganó en 2017 el álbum El orisha de la rosa, del maestro Magín Díaz, diseñado por el colectivo caleño Cactus Taller Gráfico.

“Creo que este disco tiene algo de nostalgia al tratar de rescatar un tema que traigo arraigado de todo lo que fue mi vida en Colombia y todo lo que ha sido mi vida en México”, explica Guerrero sobre el álbum. “Finalmente la nostalgia también resulta ser un mecanismo de defensa en estos momentos tan acelerados y de tanta agitación. Es valioso volver al amor por el objeto físico, volver a hacer tangible la música. Fue por esta razón, por un lado, que decidí editar el disco de manera física. La segunda razón, muy importante, es que pese a que hoy en día todo se maneja de manera digital las personas agradecen muchísimo el hecho de tener un entregable tangible. En este caso, un disco físico era una mejor forma de invitar a las personas a conocer la música, menos impersonal que enviar un link para que escuchen un disco. Se trataba de entregarlo en la mano, casi de puño y letra. De esta manera se pretende que las personas le den un valor adicional al trabajo”, añade Guerrero sobre la necesidad de dar forma al disco, que es una joya en materia de diseño. 

Madre Cumbia 03

Dentro de un costal de yute reposa el álbum de Madre Cumbia. Adornado por una guadalupana resguardada entre acordeones de teclas, el álbum juega con elementos transversales a nuestras dos culturas. El CD es de un oscuro amarillo tostado que recuerda la vejez de la gráfica popular después de haber sufrido el ineludible paso del tiempo en las paredes urbanas y, arriba de la Virgen, dos apliques metálicos con las banderas de ambos países se abrazan subrallando la relación entre los dos protagonistas principales de la obra. 

“Cuando comencé a desarrollar el trabajo de Madre Cumbia no solo lo pensé como un disco de música”, explica Guerrero. “Más bien quise concebirlo como una suerte de instalación-objeto en el que se mezclaran tres elementos importantes: por un lado, por supuesto, la música; por el otro, toda la parafernalia visual, esta estética kitsch que acompaña el contexto religioso, del barrio, callejero, que tiene la cumbia; y, tercero, quería que estuviera empacado en algo que recordara a cosas que tienen que ver con tradiciones tanto colombianas como mexicanas, por eso viene envuelto en una bolsa de fique, de fibra natural, como las que usan en los costales de Colombia, como las que se usan acá en México con el yute”, agrega. El álbum, además, viene acompañado de una camiseta con la identidad visual del proyecto. 

Guerrero, quien como muchos echa en falta el valor del álbum físico en la era del streaming quería que Madre Cumbia fuese también un homenaje al mecanismo del recuerdo, a una manera más pasional de escuchar la música. “Recordemos que esta nostalgia se liga al recuerdo de comprar un vinilo, un casete o un CD y, mientras lo escuchábamos, durábamos horas mirando el librillo o sosteniendo la carátula en nuestras manos, mirando cada uno de los detalles mientras sonaba la música”, explica el músico y productor. 

Devolviéndole la dignidad al objeto, Madre Cumbia, desde su identidad como producto físico, también da cuenta del nacimiento del fenómeno de la cumbia en México que, a diferencia del caso colombiano, es un fenómeno urbano antes que rural. “Por supuesto que el diálogo tiene que ver con todo este despliegue visual que hace alusión a la gráfica underground que, de alguna manera, está ligada con los orígenes de la cumbia. La cumbia nace allí: en la calle, en el barrio, en los carteles de las paredes que anuncian a las grandes orquestas. Básicamente ese es el diálogo que existe entre la música escuchada y la música vista y percibida a través de su diseño y su empaque”.

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Guerrero fue el encargado de dar forma al diseño de su producto pues, además de ser “productor y explorador sonoro”, el colombiano ejerce como publicista, diseñador y director de arte en México. “Para este empaque especial eché mano de diferentes personas que hacían las partes del disco: los costalitos de yute, los que distribuían las manillas, por ejemplo”, explica. Fue el mismo músico el encargado de supervisar cada uno de los procesos detrás de la creación de su disco y su esfuerzo le ha merecido ser parte de la lista de nominados en esta edición de los Latin Grammy, en la categoría de Mejor Diseño de Empaque.

Esta categoría de los premios está enfocada en los diseñadores del producto, antes que los músicos que grabaron el disco. En ese sentido, es también un reconocimiento para la labor de Guerrero como creativo de sus propios productos. En la historia de la categoría dentro de los Latin Grammy, solo tres álbumes colombianos han recibido el gramófono dorado en conmemoración de su inventiva gráfica. En 2007, la compilación Los vallenatos de Andrés ganó el premio luego de que el año anterior, en la primera premiación de esta categoría, se hiciera con el galardón el equipo detrás de Café de los maestros, un álbum de tango producido por Gustavo Santaolalla y Gustavo Mozzi. La segunda vez que un equipo colombiano recibió el premio fue en 2015 con el álbum Este instante, desarrollado por  Natalia Ayala, Carlos Dussan Gómez y Juliana Jaramillo de Cactus taller gráfico. La última vez que esto sucedió fue cuando el álbum último de Magín Díaz, El orisha de la rosa, también de Cactus Taller Gráfico, recibió el premio en una victoria agridulce, pues marcaría también el último viaje del maestro del Bolívar, quien falleció en un hospital de Las Vegas sin poder asistir a la ceremonia. Allí también recibiría un homenaje de la Academia Latina de Grabación por ser el artista de mayor edad nominado. 

Guerrero ha creado en Madre Cumbia un puente entre Colombia y México desde el diseño. Más allá de la relación entre nuestras músicas, el productor entendió las posibilidades de diálogo a partir de los puntos en común de la cultura gráfica. Su disco es una celebración del sincretismo cultural, pero también de la pervivencia de ciertas formas en el arraigo popular de la gente. Es un álbum que estrecha las relaciones entre dos países a partir del lenguaje universal del baile, pero también de las idiosincrasias que se extrapolan de un país a otro. De hecho, como dato curioso, las banderas metálicas que coronan a la guadalupana en el álbum, fueron compradas en un mercado artesanal en el centro de Bogotá. “El disco, aparte de tocar visual y musicalmente dos geografías, contiene elementos que, como con la cumbia, vienen de aquí y de allá”, concluye Guerrero. 

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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