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Papás milenials

Papás milenials

Ilustración

Hablamos con tres parejas jóvenes, con distintos perfiles e intereses, sobre cómo ha sido para ellos la aventura de criar a sus hijos en la era digital. Esto nos contaron sobre su experiencia de paternidad milenial.

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riar un hijo es una proeza. Sin importar la época, ser una buena madre o un buen padre resulta una hazaña gratificante (o no). Y por más que la dificultad se haya mantenido en el tiempo, cada momento histórico ha traído consigo nuevas variables que, para quienes quedaron atrapados dentro de la categoría homogeneizante conocida como “Milenial” o “Generación Y”, han debido sortearlas bajo las reglas de un único universo: el digital.

Los milenials son aquellas personas nacidas entre 1981 y 1996, criadas y formadas en los albores del internet y quienes se han caracterizado, entre otras cosas, por querer romper el imaginario tradicional de familias numerosas. No en vano la tasa de natalidad en Colombia ha disminuido en los últimos años. Según el reporte comparativo publicado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), se estipula que en 2008 hubo un total de 715.453 nacimientos y en 2017 disminuyó a 656.704, habiendo una diferencia de 58.749 neonatos. Incluso, para 2018 la cifra bajó aún más: 637.669 niños y niñas nacieron a lo largo del año pasado. Estos números muestran que sí hay una tendencia a ser madre o padre de menos hijos o, en dado caso, de no tenerlos.

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Lo preocupante –mas no sorprendente– es que el 72,3% de las mujeres que fueron madres durante el 2017 solo alcanzaron el título máximo de bachiller; mientras que el 11,9% de los casos son mujeres profesionales (donde se incluyen especialización, maestría o doctorado). Se reafirma lo lógico: entre más oportunidades y mejor educación, se disminuyen los embarazos no deseados, hay más precaución a la hora de tener sexo y, por qué no, se prioriza la faceta laboral.

Más allá de estas cifras, es crucial ver cómo esos padres milenials están criando a sus hijos a merced de la tecnología y el mundo digital. Hijos que muy seguramente pertenecen a la “Generación Z” (los nacidos entre 1997 y 2010 y conocidos también como centenials), o la “Generación T” (nacidos del 2010 hasta la actualidad y quienes constituyen el 15% de la población mundial ). Son estos los verdaderos nativos digitales, quienes según una investigación realizada en Colombia por TigoUne y la Universidad Eafit , navegan diariamente alrededor de 3 horas y media en el universo cibernético.

Es por eso que hablamos con tres parejas milenials acerca de la postura que han tomado frente a este fenómeno en relación a la crianza de sus hijos. Tres parejas que, por lo que nos contaron, sí han experimentado una hazaña gratificante siendo padres y que son conscientes de los vericuetos que implica crecer en esta era táctil, donde todo tipo de información está a un clic de distancia.

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Sebastián y Mónica

Sebastián y Mónica aman sus trabajos, pero quisieran estar un poco más de tiempo con Elías, su hijo de 2 años y medio. Él es consultor y ella está en uno de los ministerios del país. Ambos tienen cargos importantes, ambos tienen ritmos demandantes, por eso cada minuto libre va dedicado a Elías –y a las tres perras adoptadas que viven con ellos–. Con eso en mente, se levantan de lunes a viernes a las 5:30 a.m., se preparan un tinto, un plato de fruta y se sientan en la sala durante una hora para leer la prensa mientras Elías juega junto a ellos. Luego, a eso de las 7:00 de la mañana, salen todos al parque para pasear a las perras y, cuando Bogotá lo permite, recibir el sol en familia. Luego deben volver a casa para ir a sus oficinas, ansiando que ese preciado retrato matutino de antes, durara unas horas más.

Ambos crecieron a la par del boom tecnológico y saben del poder que este fenómeno tiene sobre la psiquis humana. “Hemos visto la adicción que pueden generar los videos de YouTube en Elías, entonces no lo dejamos coger el celular casi nunca”, aseguran. Les sorprende, sin embargo, lo hábil que es con estos aparatos pese a lo poco que los ha manipulado. Se lo atribuyen a la intuición centenial. “Vamos a intentar aguantar hasta que tenga 12 años para darle su primer celular”, afirma Sebastián, a sabiendas de que esa premisa puede cojear en cualquier momento.

Los fines de semana lo dejan ver determinadas películas de Disney; de resto, prefieren la entretención análoga: instrumentos, libros, juguetes y, por supuesto, las perritas, una parte sustancial dentro de la familia. Se ven muy felices de ser padres, se les nota a leguas. Hinchan pecho al hablar de la personalidad de Elías: les parece relajado, cariñoso y espontáneo, como la vez que lo llevaron a un evento importante con los jefes de Mónica y apenas se sentaron en la mesa Elías gritó, “Me estoy orinando”, dejando mella en la silla ajena. Y es que es así como les gusta imaginarse: la familia atípica dentro de las esferas sociales más tradicionales y conservadoras de Colombia.

Están esperando su segundo hijo. Dicen que si nace mujer, lo más probable es que paren ahí. En unas pocas semanas lo sabrán.

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Mónica y David

La danza lo es todo en este núcleo familiar. Mónica y David son profesores de baile y su hijo Josthing Felipe, de 10 años, quiere seguir con ese linaje artístico. Cuando Josthing nació su madre tenía 18 años y su padre 21. Llevaban de novios un par de años y no estaba dentro de sus planes tener un hijo en ese momento, pero la vida y su genuina espontaneidad hicieron caso omiso. Se fueron a vivir juntos temiendo lo probable: que la relación se afectaría y, sobre todo, que su sueño de vivir de la danza se vería truncado. No fue así: lograron desafiar las probabilidades y hoy, luego de una década, tienen su propia academia de baile, son docentes en distintos colegios, tienen un hijo supremamente sensible para la danza y permanecen juntos, incólumes.

David, además de danza, estudió Ingeniería de Sistemas, lo cual le ha permitido ser pedagógico con su hijo frente a la tecnología y, a la vez, estar pendiente de los movimientos que hace en su celular, en el computador y en el PlayStation. “ Él tiene su propio celular, pero no dejamos que lo lleve al colegio, solo lo puede usar cuando llega a la casa”, afirman. Josthing Felipe, sorprendentemente, no protesta, entiende a sus papás y acuciosamente deja el aparato guardado en su mesa de noche todas las mañanas.

Mónica y David son conscientes del acoso y la manipulación cibernética, por esa razón lo metieron en varias actividades extracurriculares y son muy abiertos y francos al hablar con él de los peligros en la web. Alguna vez les llegó con el cuento de que había conocido a alguien por internet, pero lograron disuadirlo de continuar con ese tipo de aproximaciones.

Por más que Josthing Felipe quiera tener una hermana, para Mónica y David con uno es suficiente. Aman ser padres, pero sienten que ya aprendieron lo necesario y que tener otro ser humano sería producto de una gula paternal. Le regalaron una mascota para mermar las ganas y, aunque dicen que no funcionó de a mucho, la decisión ya está tomada, enfocarán toda la atención en su único hijo para que él logre lo que sueña: irse a estudiar danza en Europa y poder dedicarse al arte por completo.

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Laure y Pierre

Desde hace diez meses Laure, Pierre y sus tres hijos aterrizaron en Bogotá. Son franceses, pero llevan un buen tiempo viviendo fuera de su país. Antes de llegar a Colombia, estuvieron radicados en Italia por unos años, pero luego de conocer Sudamérica, quisieron venirse a estas latitudes. Es así como ambos terminaron siendo profesores en un colegio bogotano: Laure da clases en tercero de primaria y Pierre dicta educación física en bachillerato. Sus tres hijos estudian en ese mismo colegio y los cinco llegan todas la mañanas juntos en bicicleta.

A diferencia de muchos extranjeros, llegaron sin prevenciones a esta ciudad. Se habían informado con colegas cómo era el asunto y sabían, de antemano, que Colombia es un buen lugar para vivir. “Nuestro proyecto familiar es conocer todo lo posible de este país porque nos encantan los paisajes que tienen acá, es muy diferente a todo lo que habíamos visto”, aseguran. Y es por eso que, en tan solo 10 meses, han estado en lugares como Salento, Palomino, Santa Marta, Guajira, Barichara, San Gil, Villa de Leyva y Yopal. Les parece muy curioso que en algunos de estos parajes la gente se acerque a pedirles fotos y videos por el solo hecho de ser franceses.

Aunque los colombianos les parecen muy queridos, les incomoda, de cierta manera, lo complacientes que somos con la gente europea.

Les ha gustado ver a sus tres hijos crecer fuera de su zona de confort, donde los retos idiomáticos y culturales son algo cotidiano. En cuanto a la tecnología, Laure y Pierre son reticentes: no quieren que sus hijos tengan celular por un buen tiempo. Los dejan usar el computador o la tablet para hacer tareas, pero no para entretenerse. Los motivan a que jueguen entre ellos y que salgan al parque para estar con los vecinos. “Es muy chistoso porque los tres se enorgullecen ante sus amigos de nunca estar en el celular ni el computador”, dice Laure.

Durante su crianza, sintieron que sus padres no fueron tan cercanos, por eso procuran pasar el mayor tiempo posible con sus tres herederos. No tienen empleada ni niñera, siempre buscan la manera de estar todos juntos en familia y cumplir con los quehaceres del hogar, dejando atrás los roles tradicionales que solo funcionan como camisa de fuerza. Aunque les parece más fácil ser profesores de niños “extraños” que padres, les apasiona tener una familia numerosa. Eso sí: no quieren tener más hijos, por esta reencarnación ya estuvo bien.

 

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Santiago Riomalo
Adicto a la música cantada en idiomas que no reconoce. Le gusta creerse el cuento de que tiene buen humor y sabe que algún día va a vivir en Vietnam.
Adicto a la música cantada en idiomas que no reconoce. Le gusta creerse el cuento de que tiene buen humor y sabe que algún día va a vivir en Vietnam.

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