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Qué es realmente tóxico en una relación

¿Qué es realmente tóxico en una relación?

Ilustración

¿Usted qué piensa? ¿Qué conductas son genuinamente tóxicas? ¿Por qué podría importarnos lograr distinguir lo que nos intoxica de lo que solo es incómodo y está por resolverse? En busca de respuestas, una de nuestras periodistas habló con expertos para tratar de ayudarnos a entender mejor esta palabra y las realidades que describe en las relaciones. Aquí nos cuenta.

Vivimos una época donde todo parece ser “tóxico”. Si alguien decide poner límites, se le tacha de egoísta; si expresa su desacuerdo, es porque está generando conflicto; si decide no tolerar irrespeto o deslealtad, de inmediato se le señala como “exagerado” o “dramático”... Y basta abrir las redes sociales para encontrarse con consejos, memes y listas sobre cómo identificar lo tóxico en una relación. 

Es esencial reconocer las señales para abandonar lugares donde hay comportamientos abusivos, violentos o irrespetuosos, pero es igual de importante reconocer aquellos escenarios en los que el término “tóxico” se ha simplificado para etiquetar (y salir del paso ante) cualquier conflicto o desacuerdo. El problema de extender su uso a casi cualquier cosa no es solo que distorsione su significado, sino que también nos aleja de la posibilidad de reflexionar sobre nuestras propias acciones y las dinámicas que cultivamos en nuestras relaciones. 
Llegué a esta conclusión porque me han llamado “tóxica” más veces de las que me gustaría admitir. Durante mucho tiempo, me lo creí totalmente: cargué con una culpa enorme por sentirme “demasiado demandante”, “sensible” o simplemente por esperar un trato justo en las cosas más simples, como la claridad y la honestidad. Pero también aprendí algo en terapia que cambió por completo mi perspectiva: no se trata de que alguien sea inherentemente tóxico, sino que todos, en algún punto, cargamos heridas que nos llevan a actuar de maneras que pueden dañar a los demás.

De ahí la importancia de diferenciar entre poner límites claros y permitir que las dinámicas disfuncionales se perpetúen. Pero claro, primero habría que saber: ¿qué es lo que realmente vuelve tóxica una relación? ¿Por qué ahora parece tan fácil abandonar cualquier vínculo en cuanto surgen dificultades? Conversé con expertos en el tema para entender las raíces de esta etiqueta tan popular como mal utilizada.

La toxicidad no siempre viene del otro

La primera clave para entender las relaciones “tóxicas” es aceptar que no siempre se trata de culpar a una persona en particular. Como explica el doctor en psicología Efrén Martínez, la toxicidad es más “interpersonal que personal”. Es decir, hay dinámicas que simplemente no funcionan entre dos personas, aunque sí puedan hacerlo con otras. “Esa persona que consideramos tóxica, puede que logre entablar una relación mucho más saludable con otra persona. Eso es muy difícil de aceptar: a veces el tóxico no es el otro en sí, sino que por ciertas sensibilidades y heridas que resultan incompatibles, el otro me intoxica. Lo tóxico es la relación”, señala Martínez.

Es una analogía simple pero poderosa: hay quienes pueden comer langostinos sin problema alguno, mientras que otras personas terminan en el hospital por una intoxicación. Lo mismo sucede con las relaciones. No siempre significa que una persona sea el problema en sí misma, sino que, en ese contexto particular, sus actitudes y las nuestras no logran coexistir de manera sana ni encontramos la forma de que lo hagan.
Aquí surge una pregunta importante en algunos casos puntuales: ¿estamos confundiendo las dificultades naturales de cualquier relación con la toxicidad? Según Efren Martínez, la respuesta es sí. “Hay un no rotundo al sufrimiento y la dificultad, y una venta publicitaria de solamente lo que te haga sentir bien. La vida y el amor tienen sombras, dolores y sufrimientos, y eso no quiere decir que yo tenga que salir corriendo por cualquier dificultad”.

En una sociedad de consumo inmediato, nos cuesta lidiar con la incomodidad. Pero las relaciones humanas, por naturaleza, tienen momentos de fricción y crecimiento. Aprender a distinguir entre desafíos saludables y patrones dañinos es la clave.

¿Cómo reconocer una relación realmente tóxica?

No se trata de banalizar el concepto. Hay situaciones que sí son verdaderamente tóxicas y que pueden tener efectos graves en nuestra salud mental y emocional. La doctora Tatiana Sabbagh, psicóloga adscrita a Colsanitas, explica que hay señales claras que indican que una relación está siendo dañina:

  • Autoestima afectada: cuando la relación lo hace sentir menos valioso, confundido o avergonzado.
  • Estrés y ansiedad constantes: preocuparse de manera crónica por el estado de la relación.
  • Aislamiento: alejarse de amigos y familiares, ya sea porque tu pareja lo sugiere o por decisión propia.
  • Miedo e intimidación: si hay amenazas, gritos o cualquier comportamiento destinado a controlarte.
  • Abuso verbal y físico: desde insultos hasta violencia directa.
  • Gaslighting: manipulación para hacerte dudar de tus propios recuerdos o emociones.

Además de estos indicadores, hay otras actitudes que también pueden considerarse tóxicas: la falta de respeto, la deshonestidad, la necesidad constante de control, la falta de consideración de las necesidades mutuas, el resentimiento o una comunicación que se basa en la crítica y el sarcasmo, son algunas señales claras de comportamientos tóxicos.

¿Por qué nos cuesta tanto reconocer lo que es tóxico y lo que no? Tatiana Sabbagh apunta a nuestras experiencias tempranas como un factor determinante: “Aprendemos del repertorio emocional y conductual que nos ofrecen nuestros padres, cuidadores o figuras de referencia. A partir de estos modelos, estructuramos creencias que moldean nuestra percepción de las relaciones interpersonales”.

Si crecimos en entornos donde el amor se manifestaba a través del control, la manipulación o incluso el abuso, es posible que normalicemos esas actitudes en nuestra vida adulta. Lo tóxico, en estos casos, se convierte en lo conocido. De ahí que sea tan difícil romper con patrones dañinos, nos aferramos a lo conocido, aunque nos haga daño. La buena noticia es que, aunque estos aprendizajes estén profundamente arraigados, siempre hay formas de desaprender y reconstruir.

Trabajar en lo propio: el primer paso

Como sugiere Sabbagh, “El primer paso es asumir la responsabilidad de nuestras acciones”. Este reconocimiento requiere honestidad y voluntad para examinar cómo nuestras palabras, reacciones o hábitos pueden estar influyendo negativamente en nuestras relaciones. Buscar apoyo profesional, como terapia o acompañamiento psicológico, no solo facilita la comprensión del origen de estos patrones, sino que también ofrece herramientas concretas para transformarlos. Este proceso nos permite romper ciclos dañinos, cultivar vínculos más saludables y crecer como individuos.

Otras herramientas incluyen:

  • Reconocer las partes de la relación que funcionan bien y aquellas que necesitan mejorar
  • Aprender a comunicarnos de manera asertiva
  • Aceptar la retroalimentación de las personas cercanas, sin entrar en conductas a la defensiva
  • Acudir a prácticas de autoconocimiento
  • Aprender y practicar la inteligencia emocional

El problema del uso indiscriminado de “tóxico”

Ahora bien, ambos expertos coinciden en que el uso indiscriminado del término “tóxico” puede resultar más perjudicial que útil. “Rótulos como ‘personas tóxicas’ o ‘relaciones tóxicas’ suelen ser poco funcionales y tienden a limitarnos”, advierte la doctora Sabbagh. Estas etiquetas simplifican situaciones complejas y nos llevan a culpar sin considerar los contextos o las dinámicas que contribuyen a construir y sostener los problemas. Etiquetar sin reflexión no solo perpetúa juicios negativos, sino que también nos priva de la posibilidad de abordar y transformar las dificultades desde un lugar de comprensión y trabajo conjunto.

Por otro lado, centrarnos únicamente en señalar lo “tóxico” en el otro nos distrae de algo esencial: mirar hacia adentro. La autocrítica, aunque incómoda, es imprescindible para el desarrollo personal, ya que nos ayuda a identificar patrones propios que podrían estar alimentando los conflictos. Efren Martínez lo sintetiza con claridad: “El enfoque excesivo en evitar cualquier dificultad puede impedirnos trabajar en nuestras relaciones”.

Es fundamental reconocer que no todas las dificultades representan toxicidad, algunas son el resultado natural de las diferencias individuales y los ajustes necesarios en cualquier relación. Enfrentar estas situaciones con disposición al diálogo y al crecimiento mutuo puede fortalecer los vínculos y generar aprendizajes valiosos para el futuro.

Una relación sana no es perfecta

El amor sano no es un amor exento de problemas ni de momentos difíciles. Es un amor en el que ambas personas se comprometen activamente a respetarse, comunicarse y crecer juntas, aceptando que las relaciones no son perfectas, pero sí construibles. Es entender que la conexión auténtica no radica en la ausencia de desacuerdos, sino en la capacidad de afrontarlos con madurez y empatía. En un amor sano, escoger al otro cada día implica reconocer que habrá limitaciones, diferencias e incluso dificultades, pero que estas no definirán el vínculo, sino la forma en que se navegan.

Poner límites no es un acto de rechazo, sino de cuidado, tanto hacia uno mismo como hacia la relación. Decir “no” no te convierte en la villana de la historia, al contrario, es una expresión necesaria de amor propio y honestidad emocional. Y tomar la decisión de salir de una relación verdaderamente dañina no es un fracaso, sino un acto de valentía y respeto hacia ti misma, porque el amor más importante siempre será el propio.

Al final, lo importante es entender que todos, en algún momento, hemos tenido comportamientos que pueden considerarse tóxicos. Lo crucial es asumir nuestra responsabilidad, sanar y aprender a relacionarnos desde un lugar más consciente y empático. No siempre se trata de culpar a los demás, sino de entender qué relaciones nos suman y cuáles simplemente no son para nosotros. Y está bien soltar. Porque a veces, lo más saludable es aceptar que el amor no debe doler constantemente, mucho menos intoxicarnos.

Laura Daniela Soto Patiño

Periodista de medio tiempo… el otro medio lo dedico a comer rico, viajar, y a parchar con buena compañía. Me gusta escuchar historias, pero sobretodo contarlas. 

Periodista de medio tiempo… el otro medio lo dedico a comer rico, viajar, y a parchar con buena compañía. Me gusta escuchar historias, pero sobretodo contarlas. 

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