Anner, un barbero de Timbiquí
Anner ha vivido muchas vidas, en todas ellas la barbería, la música y la resistencia han sido las constantes. En resumen: la luchó, la logró, piloteó lo más duro de la pandemia y, cuando la estaba logrando de nuevo, lo perdió todo. Una historia de tradición, migración y subsistencia en tiempos de crisis.
Video: Creative Makers y Ángel Unfried / Fotografías: Fabiola Ferrero / Música: Canalón de Timbiquí (© Llorona Records)
u primer corte de pelo lo hizo cuando tenía apenas once años: su hermano había cortado detrás de la oreja a un vecino de Timbiquí, se asustó y se fue sin decirle nada al cliente. Anner se acercó, vio el corte a medio camino, vio la sangre, vio las tijeras y no sintió miedo. Terminó de hacer el corte que su hermano había dejado a medias y así inició una pasión, una forma de vida, que hasta hace unos meses le permitía mantener a su familia.
Después de tener dos barberías y varios peluqueros trabajando con él en el barrio Danubio Azul, al sur de Bogotá, la pandemia del COVID-19 lo cambió todo: primero tuvo que cerrar forzosamente por los protocolos de bioseguridad y, cuando pudo volver a abrir, después de cinco duros meses viviendo de los ahorros, la felicidad le duró poco: apenas comenzaba la anhelada reactivación –alcanzaron a trabajar unas pocas semanas junto a su esposa Lina y sus hijos Susana y Alexis, heredero de su conocimiento como barbero–, cuando se metieron al local y le robaron todo.
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Desde entonces, Anner ha tenido que pilotearla cuidando carros y atendiendo a los antiguos clientes de su barbería en casa, durante los pocos respiros libres que le deja la subsistencia. Su caso, como el de muchos, es el de un oficio violentamente sacudido por la pandemia y sin mucho margen de jugar a místicas formas de “reinventarse”. Su historia es el reflejo de una Colombia con pocas alternativas para empresarios realmente pequeños que se sostienen con el producto diario de su trabajo y que logran sortear una marejada pero no varias consecutivas. Y también es el reflejo de esa economía informal, inestable, que atestiguamos a diario sin imaginar las historias que la anteceden. Esas historias son el tema de esta serie de cortos documentales en torno a Oficios en pandemia.
Barbero, basquetbolista, músico, soldado y negro, Anner parece resumir la esencia del Pacífico colombiano asentado en grandes ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. Enfrentar la discriminación, abrirse paso entre la espesura del racismo estructural, encontrar un lugar y sentirlo siempre vulnerable; una lucha diaria en la que a veces se gana.
© Fabiola Ferrero
Su esposa, Lina Banguera, es de Guapi, otro municipio musical y negro del Cauca costero. Lina es cocinera e hizo parte del equipo de chefs fundacional del restaurante Mini-Mal, frente al cual ahora Anner cuida los carros de los clientes. También es depositaria de las tradiciones de su región, no solo a través de la cocina, sino también con la música de marimba y cununo y por medio del peinado.
Junto a Anner buscan sacar adelante una fundación para preservar y transmitir esos saberes a personas más jóvenes de la diáspora Pacífica en la capital. Sus hijos, Alexis y Susy, son bogotanos: él, futbolista y pegado a la música de 2Pac; ella, la mejor de su clase en el colegio, dulce y fuerte, la calma que atenúa el ritmo intenso de una familia que no para.
© Fabiola Ferrero
La música suena fuerte en casa, mientras Anner recibe algunos clientes en su día de descanso. Esta mañana no pudo visitar la cancha de baloncesto porque le tocó trabajar media jornada antes de regresar a casa para seguir dándole, esta vez en lo que le gusta. Quisiera dedicarse de lleno a este arte de máquinas y tijeras, cabezas y barbas, líneas y sombras, pieles resistentes y rutas en el pelo.
Su propósito es volver a abrir su barbería lo antes posible. Por lo pronto, va avanzando por ese camino recibiendo a los amigos fieles y esperando abrirse a nuevos clientes. Usted puede ser uno de ellos y hacer parte de esta historia.
© Fabiola Ferrero
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