Ojo al bazuco
Esta infografía muestra algunos de los números del “susto”, que aunque muchos asocian con la calle y la indigencia, es más común de lo que creemos.
anuel tiene 67 años, viste de traje, mide 1.80 m y es ingeniero industrial. Hace casi cincuenta años consumió bazuco; para él es la droga más peligrosa que hay en Colombia porque las personas que la consumen nunca vuelven a ser las mismas. Él la conoció a través del cuñado de un amiga que era un adicto empedernido: “ellos tienen algo y es que son manipuladores y tientan con la pruebita diciendo que no pasa nada, y uno la prueba y no puede parar”, dice. En el momento en el que sienten que el cigarrillo se está acabando tienen que prender el otro inmediatamente para que no se baje esa sensación de locura.
Para Guillermo –un ayudante de cincuenta años de un geriátrico–, el bazuco es el diablo en polvo. Lo consumía en hoteles en el centro de la ciudad en cigarrillo y en pipa. “Si uno mete esta última es que ya está perdido en el bazuco”, afirma. Para él, produce una sensación deliciosa que también asusta porque provoca delirio de persecución. Guillermo consumió durante diez años, se había alejado de su familia y de sus amigos y había empezado a cargar costal y a dormir en la calle. Cuando se sintió al borde del abismo, ingresó a una fundación pero al poco tiempo se volvió adicto al alcohol, intentó rehabilitarse nuevamente y hace más de diez años que no consume psicoactivos, pero de vez en cuando se toma unas copas.
“El bazuco se asemeja a algo más rico que el sexo, pero tiene sus consecuencias”, dice Juan Camilo, que tiene veintitantos años y es técnico de sistemas. Él lo conoció cuando estaba tomando con unos amigos y le pidieron a una habitante de la calle que los dejara probar. “Es adictivo 100%; al otro día recuerdo haber estado solo en mi casa y salí a buscar bazuco: lo encontré por instinto, por el olor; el aroma se queda grabado en el cerebro”, dice.
Una teoría dice que bazuco es el acrónimo de basura sucia de coca; otros creen que viene de bazuca. Sea cual sea su etimología, se trata de una de las drogas más nocivas que actualmente se consiguen en el mercado del microtráfico en Colombia. Desde que existe la producción en masa de narcóticos como la cocaína y la heroína, también ha existido el bazuco, una sustancia psicoactiva compuesta principalmente por la extracción de alcaloides de la hoja de coca que no llegan a ser procesados hasta convertirse en clorhidrato de cocaína; es decir, pasta base de cocaína. Bazuco, paco, susto y crack son algunos de los nombres con los que se conoce esta droga en el mundo.
Existen varios métodos de consumo: uno es el pistolo, mezcla de bazuco y cigarrillo; el maduro combina marihuana con bazuco; el carro es una pipa –por lo general un tubo de PVC– en la que hace un piso de aluminio, se le abren huecos donde se pone la ceniza y encima va el bazuco.
“Uno siente delirios de persecución y comienza a hablar pasito. Si la policía pasa cerca, uno piensa que lo van a coger, siente temores, miedos y paranoias”, confiesa Manuel. Él consumió unas cinco o seis veces en la vida. En su última bazuquera, que duró cerca de tres días, llegó en muy malas condiciones a trabajar, parecía un cadáver. Sus compañeros pensaban que era mujeriego y que se la pasaba de fiesta por lo que no le dijeron nada, pero al sufrir de vómito y ver su reflejo en el espejo, Manuel decidió parar para nunca volver.
Juan Camilo duró cinco años en el susto. Él vivía en el barrio San Cristóbal Norte y consumía la droga que la banda Los Pascuales distribuía por la zona, soplando muchas veces sin comer y sin tomar nada durante horas. Uno de esos días en los que no se sabe si es martes o domingo, un muchacho estaba drogado, se topó con Juan y le apuntó con un revólver en la cabeza: “él estaba decidido a matarme, pero como yo frecuentaba mucho ese lugar, uno de los niños con los que consumía –que tenía como 9 u 11 años– me reconoció y el otro se alcanzó a arrepentir; a los 30 o 40 segundos otros dos muchachos bajaban de la ladera y les disparó por la espalda”. Como Juan estaba bajo los efectos de la sustancia, olvidó el asunto y siguió soplando.
Las primeras bichas –como se les llama comúnmente a las papeletas de bazuco– provocan nauseas y una sensación placentera; pero poco a poco se desata la paranoia. Juan empezó cargar un cuchillo, incluso lo tenía bajo la almohada para poder dormir. “Una vez que estaba fumado se apareció mi mamá de repente y pensé en matarla”, confiesa. Juan decidió dejar la droga a través de la marihuana, que ayudaba a calmar sus ansias y nervios; el proceso de desintoxicación fue bastante duro porque tomó prácticamente un año en el que soñaba que consumía bazuco. Ahora se encuentra en proceso de acompañamiento en la Fundación Fundar.
Este producto es un estimulante del sistema nervioso central, cuyo componente activo es el alcaloide cocaína, que se adultera con cafeína, manitol, bicarbonato de sodio, lidocaínas, anfetaminas, fenacetina, paracetamol, acetaminofén, diltiazem y lidocaína u otras sustancias tóxicas como solventes (acetona, generalmente), gasolina roja y hasta insecticidas. Algunos usuarios mezclan el bazuco con polvo de ladrillo y cemento blanco; incluso existe una teoría que afirma que hasta de restos humanos se compone el bazuco.
Según un reciente informe de la ONG Échele Cabeza, este mito sobre los huesos en el bazuco es mentira: “El servicio de Análisis de Sustancias (SAS) del proyecto “Échele Cabeza cuando se dé en la cabeza” de la Corporación ATS, en convenio con el programa Energy Control de España y el apoyo técnico y financiero de la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, se dio a la tarea de investigar y analizar químicamente los componentes, adulterantes y residuos de esta sustancia, teniendo como base las 28 muestras recolectadas (16 de bazuco y 12 de cocaína) en algunos de los principales expendios de la ciudad. Para la fortuna de algunos y la desdicha de quienes aún se aferran a la leyenda, las muestras y sus componentes no tienen, en ninguno de los casos, rastros de carbonato de calcio y fosfato de calcio, presentes en los huesos humanos”. También componen el bazuco: fenacetina, cafeína, paracetamol o acetaminofén, diltiazem y lidocaína.
Para Manuel, el consumo es índice de una mala relación con los padres. El hombre que le dio su primer susto le contó que sus papás siempre quisieron una niña y que por eso no tenían fotos de él en la casa; lo último que supo de él es que se volvió habitante de la calle y murió apuñalado. “Lo único que me atrevo a decir es que nunca prueben el bazuco, el problema está en probar, no todo el mundo tiene la capacidad de soltar esa droga”, afirma.
Guillermo, por su parte, ahora está muy contento y vive con su madre en una finca a las afueras de Bogotá. “Le aconsejo a las personas que no lo consuman porque llegan a la perdición muy pronto, es demasiado peligroso. No lo hagan porque pueden llegar a pisar al fondo y quedan ahí muertos o nunca vuelven a la realidad”, recomienda.
Juan Camilo ahora trabaja y visita la fundación un par de veces por semana. “A los jóvenes que no tienen apoyo de sus familiares o amigos, la voluntad lo puede todo: solo basta el deseo de cambiar, es algo que puede ser muy placentero por un momento pero que es capaz de destruir toda la vida”, concluye.
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