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Del daguerrotipo a Instagram

Del daguerrotipo a Instagram

¿Qué hace una fototeca? ¿Cómo se conservan los archivos digitales? ¿Dónde acabarán las millones de imágenes que producimos a diario? Durante la Bienal de Diseño de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, el director de la Fototeca Nacional de México nos habló sobre la magia y procesos de la conservación fotográfica de más de 1.000.000 de imágenes.

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[© Nacho López]

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ace 35 años, Juan Carlos Valdez miró a los ojos a una mujer, ella lo miró de vuelta y ambos supieron que ese vínculo tejido a través de los ojos superaría el paso del tiempo. Aquella mujer desconocida estaba retratada en un daguerrotipo. Juan Carlos era biólogo, pero a partir de ese momento su relación con la imagen cambiaría radicalmente su vida. No lo sabía, pero desde entonces se dedicaría de lleno a la conservación de la fotografía: un esfuerzo para lograr que ese encuentro entre miradas unidas por una imagen se repitiera en millones de casos.

Al frente de la Fototeca Nacional de México, Valdez dirige un gran equipo técnico e investigativo que lleva a cabo un minucioso trabajo de archivo y divulgación. Durante su visita a Colombia como invitado de la Bienal de Diseño de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, presentó la exposición Antología de fetiches del fotógrafo documental Nacho López y habló sobre el complejo trabajo de conservación que lleva a cabo la Fototeca Nacional de México.

Esta conversación con Bacánika no solo fue una mirada amplia y profunda al pasado capturado en imágenes sino también el espacio para detenernos a pensar en lo que pasará con la inmensa producción de imágenes digitales –trillones diariamente– que, convertidas en pixeles y compartidas por redes sociales, se olvidan rápidamente. Aún no sabemos qué ocurrirá con ellas cuando Instagram y Facebook ocupen el mismo lugar que Hi5 y Messenger entre los usuarios y cómo se conservarán para que los ojos del futuro puedan mirarlas y enamorarse de ellas como le ocurrió a nuestro entrevistado.

Antes de detenernos en las imágenes, cuéntanos ¿qué es una fototeca, a qué se dedica un espacio como este?

Este concepto para muchos equivale a un almacén de imágenes fotográficas. En el caso de la Fototeca Nacional de México, la idea es que no solamente conserve y resguarde las colecciones patrimoniales mexicanas, sino también las documente y las investigue, pero sobre todo las difunda para la creación de nuevos públicos. Queremos acercar a las nuevas generaciones a los procesos históricos a través de la imagen fotográfica viendo sus virtudes, sus cualidades y cómo pueden ser un elemento importante para el proceso creativo de aquellos que se dediquen a diferentes áreas del campo visual.

Actualmente son un millón doscientas veinte mil piezas fotográficas que abarcan un arco temporal bastante amplio: desde 1845 hasta el día de hoy. Es decir, nosotros no solo registramos imágenes históricas, también fotografía contemporánea. A final de cuentas esas imágenes que en este momento pueden ser elementos de goce estético, dentro de treinta años serán elementos muy importantes para la reconstrucción de procesos históricos, de esta manera estamos reconociendo el trabajo de nuevos creadores que han encontrado en la Fototeca Nacional de México un espacio donde parte de su obra va a permanecer, va a ser resguardada, difundida e investigada.

Es un archivo que abarca desde 1845, todo el siglo XX y hasta hoy. ¿Qué hay ahí, tanto temáticamente como a nivel de técnicas, materiales, sustratos?

El número es muy importante. Tal vez no sea una cifra tan grande como archivos en otros lugares del mundo, pero aquí lo importante es que nosotros tenemos todos los procesos fotográficos, todos los formatos que van desde microfilm hasta negativos de vidrio de 20x24 pulgadas. Eso es un muestrario muy importante de los procesos y formatos fotográficos desarrollados.

¿Y en ellos qué temáticas vamos a encontrar? Pues, prácticamente todo aquello que sea de interés humano, es decir, cualquier palabra que tú tengas interés en conocer, al meterla en nuestra base de datos te aparecen las imágenes. He ahí la particularidad de este archivo, no es un archivo que esté destinado a un solo producto. Si fuese el archivo del agua, tendríamos tuberías, cañerías, mar, lagos, ríos, barcas y sería muy sencillo clasificar. Aquí encontramos todo lo habido y por haber: si yo digo “perro”, me aparecerán infinidad de perros, ya sea de policías, de rescate, de ornato, de compañía, todo. Entonces es la riqueza y también la dificultad en la clasificación. Por fortuna el equipo de la Fototeca Nacional de México es muy especializado y tenemos prácticamente ya todo documentado, todo conservado y estamos ahora en una etapa más adelantada de investigación de imagen fotográfica.

Tenemos ejemplos de todas las técnicas fotográficas realizadas a través del tiempo: desde el daguerrotipo hasta la antotipia, vamos a encontrar colodiones, ambrotipos, negativos de placa seca en gelatina, negativos de placa húmeda de colodión... Es decir, todos los procesos fotográficos desarrollados desde el nacimiento de la fotografía se encuentran ahí. La única pieza que nos falta a nosotros para completar nuestra colección sería un calotipo, es decir los negativos de papel que se hicieron alrededor de 1850.

¿Y por qué no tienen eso?

Porque se hicieron principalmente en Francia, se difundió un poco hacia Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, pero por la fragilidad del material y por los cambios de temperatura prácticamente ha desaparecido de la faz de la tierra. Hay museos y archivos en el mundo que resguardan algunos; en todo este abanico de procesos ese es el único que nos falta a nosotros.

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[© Nacho López]

Un archivo tan grande y completo como ese, ¿qué nos dice sobre la fotografía en México y en Latinoamérica?

Realmente la fotografía en Latinoamérica ha sido muy importante. Uno de los géneros más desarrollados ha sido la fotografía documental y periodística. Digamos ese fue un boom que se dió muchísimo en la primera mitad del siglo, hasta los años sesenta o setenta. En los años ochenta, las nuevas generaciones empezaron a hablar un poco más de un proceso creativo, y eso es algo de lo que también estamos guardando en Fototeca. Nosotros vemos la fotografía como un documento, no solamente como una mera imagen, y hemos tratado de ir formando a los nuevos investigadores en el campo de la fotografía para que entiendan a esta como un documento, una fuente primaria para la investigación. No una ilustración, no una estampita, no una justificación para un dicho que estoy expresando, sino un documento con el cual entramos a dialogar y a interrogarlo. Uno se cuestiona y busca junto con otras fuentes de investigación escritas y orales para tener una idea más concreta de los procesos históricos.

En América Latina tenemos un proceso que va avanzando lentamente pero que va dejando buenos resultados, sobre todo en este momento con las nuevas generaciones. En este boom de la fotografía digital, los jóvenes están entendiendo lo que es el objeto fotográfico y eso les causa hasta incredulidad, pero sobre todo les ha despertado una capacidad de sorpresa que se ha ido perdiendo en muchos otros ámbitos. Enfrentarse al objeto, tocarlo, sentirlo, estar en contacto con él, más allá de lo efímero como ocurre con la fotografía digital, eso favorece el interés por nuevos estudios en torno a la imagen en el continente.

La exposición que nos rodea se llama Antología de fetiches. Antes de hablar de la exposición vamos a esa palabra, al fetiche, ese placer que este tema, su materialidad y procesos te despiertan. Háblanos sobre tu relación personal con la fotografía.

Yo originalmente soy biólogo, esa fue mi primera carrera. Curiosamente en la universidad teníamos una cátedra que se llamaba “cine para biólogos”, la daba un biólogo que a la vez fue durante muchos años director de la Filmoteca de la UNAM, Iván Trujillo. Con él empezamos a ver cine y fotografía. Nos enseñó a usar la cámara fotográfica. Es ahí donde empieza ese gusanillo de conocer y experimentar más... va llegando. Me gradúo de biólogo, trabajo como biólogo, me cambio de ciudad y voy a Ciudad de México; me mudo a Pachuca y mientras estaba esperando una oportunidad de trabajo en una universidad surge una invitación a colaborar en la Fototeca Nacional en el área de conservación. Yo tenía un conocimiento muy incipiente de la fotografía. Pero durante el curso de inducción, en el momento en que entré en contacto con mi primer daguerrotipo, ahí quedé enamorado. Iba por tres meses y ya van 35 años de mi vida.

¿Recuerdas qué imagen había en ese daguerrotipo?

Sí, era el retrato de una mujer, uno de los pocos daguerrotipos mexicanos que existen, una mujer de la burguesía mexicana que tiene unos tocados pintados con polvo de oro. Ante todo recuerdo que la mirada de la mujer hizo contacto con mi mirada y fue un clic, como entre enamorados. Aunque dicen que el amor a primera vista no existe, yo creo que en el caso de la fotografía a mí sí me llegó. A partir de entonces me quedé, me puse a investigar, me puse a tomar cursos con algunos colegas norteamericanos y de Iberoamérica, y así he alimentado esta pasión.

Como biólogo me gustaban las clases en la universidad, pero como persona me gusta la fotografía y ahí me quedé. Es una forma de vida, es algo que lo llevas. Incluso los que trabajamos en Fototeca a veces decimos que es como la mafia: “una vez que entras no puedes salir”. Te atrapa, te absorbe, es algo que te llena. Te llena los sentidos, te llena de placer, lo disfrutas. Nosotros allá nos divertimos muchísimo. Todos los días descubres una imagen nueva o unas cualidades nuevas, es algo mágico.

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[© Nacho López]

Ese proceso es mágico, pero también investigativo, técnicos. ¿Cómo transcurre? ¿Quiénes lo hacen y cómo se distribuyen tantas tareas?

El modelo de fototeca moderna que manejamos nosotros, que ha sido modelo para muchos archivos fotográficos y fototecas del mundo —porque curiosamente nos siguen en muchos países— es como una relojería suiza. Cada engrane tiene una función específica pero a la vez tuerce con el otro.

Estamos divididos en diferentes áreas: la principal es la de resguardo o archivo, es el corazón de la Fototeca, donde se encuentran todas las colecciones: 47 colecciones. Importantísimas todas. De ahí van al área de conservación, que es donde se conservan y restauran fotografías dependiendo del deterioro que tengan. Entonces se les asigna un número de registro o de inventario y se les mantiene un control estricto de su ubicación en las redes de resguardo. Una vez que una pieza ha sido limpiada, resguardada y conservada, pasa al área de catálogo donde se empieza a hacer una documentación primaria respetando el procedimiento de origen para que no se pierda y se sepa dónde llegó, cómo llegó, para qué llegó y dónde está ahora. De ahí pasa al área de digitalización, con un objetivo de conservación y otro de difusión que permita darla a conocer a públicos más amplios a través de redes sociales o de nuestro catálogo en línea. Luego pasamos al área de investigación y finalmente tenemos un área de difusión y comunicaciones que organiza talleres, edita publicaciones, como la revista Alquimia, y administra los canales de comunicación digital. Dictamos talleres para niños, para adolescentes y para adultos.

¿Qué significa Nacho López para la fotografía mexicana y por qué el museo lleva su nombre? Cuéntanos un poco sobre esta exposición Antología de fetiches

Nacho López es considerado en México como el padre del fotodocumentalismo moderno. Fue un gran teórico, un gran maestro. Gran parte de los fotoperiodistas y fotógrafos que hay en México son resultado de la labor educativa que él realizó. Nacho era un hombre callado, pero cuando hablaba era muy puntual. Nunca sobraban palabras. La suya es una mirada crítica, pero sobre todo con una carga estética. Como él lo decía: “el documento debe ser simple, el documento debe llevar un contexto y su contexto puede ser precisamente una visión estética”.  Buscando el encuadre, buscando las líneas, buscando que se transmita algo, que produzca de emociones.

Esta muestra es una breve síntesis de la exposición Antología de fetiches. Las fotos recorren diferentes ámbitos de la cultura mexicana, que es muy amplia, y reúne elementos muy sencillos y tan diversos que van desde los niños hasta la muerte (sin olvidar que en México la muerte no es tomada como algo triste sino más bien como una festividad, mucha gente se horroriza, pero para nosotros es tan común).

Una de las virtudes de Nacho es que aparte del ojo entrenado y del gran maestro que era, fue un hombre muy ordenado. La suya es una de las pocas colecciones que hemos recibido a las que no había que hacerles prácticamente nada. Conocedor de su trabajo, Nacho documentó, organizó y prácticamente nos entregó un archivo listo y completo. Actualmente hay muchos investigadores mexicanos y extranjeros que han trabajado con su obra y logrado infinidad de publicaciones. Uno de los más empeñados en estudiar y narrar el trabajo de Nacho es el investigador norteamericano John Mraz.

¿Cómo es el diálogo entre la Fototeca Nacional de México e instituciones afines en el resto de Latinoamérica y en particular en Colombia?

Hemos trabajado de la mano con varias instituciones, entre ellas la Universidad Jorge Tadeo Lozano. La profesora e investigadora Alejandra Suárez ha estado en dos ocasiones con nosotros, conociendo cómo se trabaja la fotografía en nuestro país, en particular en la Fototeca Nacional y el Sistema Nacional de Fototecas. Ese intercambio de experiencias ofrece una oportunidad para seguir abriendo caminos a la profesionalización de la fotografía. Además de esta exposición, tenemos espacios de talleres y conversaciones con investigadores locales en torno a la imagen y su conservación.

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 [© Nacho López]

Se toman millones de fotos a diaria. Todos los jóvenes tienen Instagram y suben imágenes. ¿Qué pasará con toda esa información visual? ¿Cómo se acerca la conservación a esa enorme producción en formatos digitales?

Uno de los problemas que nos han planteado es: ¿qué va a pasar con la fotografía digital? Es un tema complicado. Yo soy partidario de que la fotografía digital es un medio que ha favorecido la inmediatez de la imagen y que esta sea compartida a través de las redes sociales. El problema es qué va a pasar con toda esa información.

Anteriormente hablábamos de un objeto, de algo material, de algo que tiene volumen y puede permanecer resguardado. Con la fotografía digital estamos hablando de puntos magnéticos, pixeles, que son tan sensibles a cualquier tipo de daño: una descarga eléctrica, un campo magnético, un líquido que propicia su eliminación.

Más aún si tomamos en cuenta lo que alguien ha dicho de que todos somos fotógrafos, cosa que es totalmente falsa. Todos somos creadores de imágenes o productores de imágenes, pero no fotógrafos. El fotógrafo tiene una idea, una concepción.

A finales de los noventa, hablamos con algunos colegas japoneses de que en el mundo se producían diariamente un billón de imágenes. Actualmente se producen trillones diariamente. ¿Dónde van a parar? No lo sabemos, porque generalmente cuando se utiliza la imagen digital, se mete en redes sociales: Instagram, Facebook, Twitter, Snapchat; todo lo que usan los chicos, el nivel de retención en la memoria es a lo mucho de tres minutos. Después de tres minutos se olvida. Cada tanto Facebook te recuerda una imagen que tomaste hace dos, cuatro, seis u ocho años y hay ocasiones en que dices: “¿La tomé? Ya ni me acordaba”. Entonces el problema está en cómo se va a almacenar, cómo se va a resguardar.

Dada la evolución tan rápida que tiene la tecnología digital, lo que hoy es novedad, en seis u ocho meses se vuelve totalmente caduco, inoperante. Y eso lo podemos ver con las computadoras. Anteriormente se usaban los diskettes floppy para guardar la información, luego los CDs, llegaron los Blue Rays, llegaron los DVDs, después quitaron eso y pusieron puertos USB, pero las nuevas generaciones de Mac ya ni tienen USB. Ahora todo es vía Bluetooth, entonces, ¿en qué voy a leer mis imágenes? Yo le llamo a esta generación, lamentablemente, “la generación sin memoria”. Porque no sabemos qué va a pasar con esas imágenes, no hay un mecanismo adecuado de resguardo. Además, los parámetros de toma cambian constantemente. Entonces lo que digitalizaste hace seis ocho años, vas a ver que seguramente ese formato ahora se ve tan pixelado como un juego de Atari, como un Pacman. Eso nos recuerda que hay que estar migrando de generación en generación de software las imágenes para que se consideren vigentes.

En ese sentido hay que seleccionar de tantas imágenes, las cinco o las diez que sean significativas para la vida de cada uno e imprimirlas bajo cualquier mecanismo, así sea el más barato. Pero que tengas el testimonio físico. Una fotografía que no está impresa es una fotografía que no existe. Así de sencillo. Es un problema al que nos enfrentamos todos los archivos y colecciones del mundo. ¿Qué va a pasar? Por suerte nosotros todavía no tenemos archivos nativos digitales, de esta manera estamos protegidos de ese “¿qué va a pasar?”. Pero sabemos que en un futuro no muy lejano vamos a ser receptores de archivos fotográficos digitales de grandes autores mexicanos que nos crean una respuesta positiva para salvaguardar.

¿Desde la Fototeca están haciendo algún tipo de esfuerzo para promocionar las técnicas de impresión y migrar de formatos digitales a formatos impresos ese material valioso para cada uno?

Sí nos parece necesario conociendo las dificultades de la conservación de archivos digitales vías alternas. Conocemos lo clásico que es la plata gelatina, de procesos químicos, pero también hemos dado muchos talleres de procesos históricos, no solamente como una vía de que puedan tener una imagen sino también como una vía de expresión. Que los fotógrafos o los jóvenes creadores vean que hay otras formas en las que pueden presentar su trabajo, donde las cualidades de cada proceso le darán una lectura diferente a la imagen generada, y que de esa manera se crea una muy buena amalgama entre lo histórico y lo contemporáneo a través de una mirada fresca, y esto ha favorecido el desarrollo de la fotografía en México.

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Ángel Unfried

Periodista, editor y gestor cultural, fundador de Artimaña Editorial, y hoy director del Salón Visual, el Premio de Arte Joven y el Premio de Periodismo Joven. Fue director de El Malpensante y luego editor general del estudio de Revistas Semana. Ha colaborado con medios como El Heraldo, Arcadia, Diners, SoHo, Shock, El Espectador, entre otros. El arte, los tenis y los discos lo cautivan.

Periodista, editor y gestor cultural, fundador de Artimaña Editorial, y hoy director del Salón Visual, el Premio de Arte Joven y el Premio de Periodismo Joven. Fue director de El Malpensante y luego editor general del estudio de Revistas Semana. Ha colaborado con medios como El Heraldo, Arcadia, Diners, SoHo, Shock, El Espectador, entre otros. El arte, los tenis y los discos lo cautivan.

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