El mejor día negro de Bogotá
Aunque las cometas de color amarillo, naranja y rojo volaban en el horizonte, con papás sonriendo en tierra porque el niño sostenía firmemente la pita, ayer (sábado 16 de agosto) fue el día más negro de Bogotá.
El sábado fue un día histórico para Rock al Parque: mal contadas, se calculan 133.000 personas. En letras se ve más impresionante: CIENTO TREINTA Y TRES MIL PERSONAS. El regreso del festival a la Media Torta no fue tan concurrido, con eso que definieron como los sonidos de las nuevas generaciones de Latinoamérica (los más aplaudidos fueron Edson Velandia y Hoppo!). Sin embargo, a unas setenta calles, la concurrencia era incontenible.
En el Parque Simón Bolívar, los mechudos, con camisetas negras de Exodus, Therion, Avalanch, Thy Antichrisd, Kreator, Slayer, Scorpions, Brujeria o Pantera, con serpientes, cuernos, cruces, estrellas, piernitas de muñecos, calaveras o diablos, adornaban la pasarela del primer día de Rock al Parque, el día del metal. En el escenario principal, el vocalista de Killcrops gritaba “¡Vamos, demonios!” y la gente respondía con alaridos y con los dedos al aire haciendo cuernos. En el escenario Eco, las bandas de música industrial, death y black metal rotaban voces guturales con guitarras distorsionadas, trajes desquiciados y maquillaje que emulaba heridas, sangre, órganos colgando, monstruos y demonios.
Sin embargo, en uno de los escenarios, ni el color negro ni el pelo largo eran elementos comunes entre las personas. En el Bio, las camisetas tenían estampados distintos (XxX, Deez Nutz, Face Down Records, Stay Cold SxE y SBxHC); pocos levantaban las manos para hacer cuernos; no pogueaban: “mosheaban”; no cabeceaban, hacían Wall of Deaths; no corrían, hacían Two Step. Algunos tenían máscaras de luchadores mexicanos, de gallos o pasamontañas que solo dejaban ver sus ojos. Contrario a los otros dos escenarios, la mayoría de personas del Bio eran adolescentes, llenas de tatuajes y expansiones, que tenían entre 14 y 19 años. A simple vista, cualquier desprevenido diría que ese era un concierto para maras salvatruchas, raperos o emos.
El mosh pit es un baile que, contrario al pogo, tiene más técnica, más espectáculo, es más personal y más peligroso. En los conciertos, generalmente de hardcore, se forman círculos donde en el centro hay personas que, sin moverse, tiran los brazos al frente, una y otra vez, mientras sus piernas golpean el aire con patadas acrobáticas de 180 grados, ruedas, saltos y volteretas. Parece un pogo, pero con movimientos de capoeira y kick boxing.
Suena la canción, el público abre un círculo y empiezan a bailar. El de la máscara de gallo tira patadas a las personas que lo rodean; en el centro hay un calvo que camina y empuja a todo el que se le atraviese; el del pasamontañas entra de vez en cuando, sus movimientos son fuertes pero pesados; el de la cara tatuada, con una media luna bajo el ojo izquierdo y con un “Hope” en la nuca, sonríe, mueve los brazos, aplaude y saca la lengua cada vez que alguien hace un salto mortal, no se mete en el círculo, pero disfruta del baile y la música.
Cuando se acaba la canción, el círculo queda vacío, los vendedores ambulantes aprovechan y ofrecen cigarrillos o agua (o aguardiente); los más jíbaros, ofrecen “baretos armados”, escondidos en una caja pequeña rosada, o “¡sí hay cripi!”. La polvareda merma y los mosheros descansan (“tragamos tierra al cien”, dice uno de ellos); un grupo de personas ayuda a alguien que se lastimó (“estire la pierna”), otro se mete un pedazo de papel higiénico en la nariz porque alguien le pegó, sangra un poco.
“Quiero que hagan el primer Wall of Death de Rock al Parque”, dice el vocalista de Beholder, sobre el escenario. El público se divide, unos a la derecha y otros a la izquierda, frente a frente; el gallo a un extremo, junto con el tatuado, el del papel higiénico al otro extremo. “A la cuenta de cuatro corren… ¡Undostrescua!”, grita. Los de ambos lados se chocan, el polvo sube y los puños, las patadas y los empujones se encuentran.
“¡Qué chimba de público, hijueputa!”, grita satisfecho el cantante.
ASÍ VIVIMOS EL PRIMER DÍA DE ROCK AL PARQUE 2014
TEXTO Y FOTOGRAFÍA:
Luisa Forero, Juan Sebastián Salazar, Nathaly Mancera
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