¿De qué va el boom de la ilustración española?
Aunque el país está en el centro del mundo gráfico desde hace décadas, el éxito mediático de sus dibujantes más jóvenes los ha situado como el rostro más visible de la ilustración en España. Revisamos generaciones anteriores y de qué va este “boom”.
// Mujer Iceberg, de Paula Bonet //
Conrad Roset, Paula Bonet y Ricardo Cavolo son ilustradores españoles. Ninguno pasa los cuarenta años y todos tienen más de 100.000 seguidores en Instagram (aunque Roset y Bonet tienen más de 200.000 cada uno).
Los tres hacen parte de una generación de artistas ibéricos que le habla al mundo a través las redes sociales y que vive enredada en dinámicas tan virales como surrealistas por cuenta de ello: Roset hizo un dibujo que al parecer influenció la portada de un sencillo de Lady Gaga, Bonet tuvo que pedirles a sus seguidores que dejaran de arrancar de las paredes el cartel que había hecho para promocionar un festival de cine en Valencia, y Cavolo decidió empezar a diseñar tatuajes luego de ver cuánta gente se tatuaba sus dibujos.
// Hand, de Ricardo Cavolo //
Para Mario Suárez, galerista en Gunter Gallery, estos personajes son “figuras mediáticas importantísimas”. Como curador, seleccionó algunas de las obras de estos artistas para exponerlas en Ilustradores españoles: El color del optimismo (una muestra que en este momento está expuesta en el Museo de Artes Visuales de Bogotá), junto al trabajo de Carla Fuentes, Aitor Saraiba, Gabriel Moreno, Paco Roca, Sonia Pulido, César Fernández Arias, Marta Altés e Iván Solbes; otros creadores del mismo corte que, según él, también están mostrándole al mundo de qué es capaz la ilustración española contemporánea.
Para Suárez, los ilustradores de esta generación no solo se benefician de la comunicación uno a uno que las redes sociales permiten, sino que su trabajo es esencial para las formas en la que nos comunicamos a través de ellas. Son artistas que expresan sus opiniones y cuentan sus propias historias. Su trabajo ya no está en función de acompañar el de alguien más (como el de un periodista o el del autor de un libro, por ejemplo), y el hecho de que tengan el mundo metido en un teléfono móvil les ha permitido crearse su propio mercado del arte: ahora venden obra por internet, entablan diálogos con sus seguidores y dejar ver que, además de ser rockstars de la gráfica española, también son seres humanos.
// Musa, de Conrad Roset //
¿Nadie dibujaba antes de Instagram?
O, ¿alguien podía dibujar sin tener seguidores? Las redes sociales nos permiten ponerle un número exacto a la cantidad de personas que están interesadas en lo que hacemos, y en el caso de la ilustración española, los números son absurdos.
Aún así, hay quienes creen que esas cifras no son una medida del éxito y que, al contrario, enfocarse en ellas ha hecho que los artistas pierdan de vista lo realmente importante: producir imágenes con contenido.
Una de esas personas es José Rosero. El artista y director de Casa Tinta, un espacio dedicado a las artes gráficas en Bogotá, cree que si existe un boom en la ilustración española, es gracias a los caminos que abrieron artistas de generaciones anteriores.
// La exposición Ilustradores españoles: el color del optimismo // Foto: Cortesía Mario Suárez //
Para él, los más jóvenes le apuntan a estéticas populares y a ilustrar situaciones con las que sus seguidores se puedan identificar, y no crean algo diferente a lo que su público que quiere. Aunque rescata a Paula Bonet, que usa su trabajo para luchar por los derechos de las mujeres, para criticar los estándares de belleza que la sociedad nos ha impuesto, e incluso para hablar de la endometriosis.
No pone en duda sus capacidades como dibujantes, ni el hecho de que España es una potencia creativa desde hace siglos. Dice que “lo gráfico está integrado en el quehacer artístico de los españoles” y que allá un artista gráfico sí es considerado un artista, pero extraña las épocas y a los dibujantes que, según él, pensaban la imagen más allá de las dos dimensiones y de los parámetros de las artes visuales.
Rosero revisa la historia del arte en España y menciona que con las vanguardias del siglo XX llegaron artes gráficas como el cartelismo y las revistas ilustradas, y que en su momento artistas como Dalí, Picasso y Juan Gris incorporaron estos métodos y lienzos a su obra.
Trae a colación la idea del “artista total”, aquel creador que podía ser músico, poeta, pintor e ilustrador a la vez y que integraba todos sus oficios a la hora de crear imágenes. El resultado final eran imágenes pensantes y con contenido, como las de Pablo Amargo, Isidro Ferrer y Pep Carrió, ilustradores que para Rosero, hacen parte del “Olimpo” de los artistas gráficos de España.
// La exposición Ilustradores españoles: el color del optimismo // Foto: Cortesía Mario Suárez //
El boom, entonces, viene desde aquí, desde antes. Los jóvenes, por decirles de alguna manera, no crean imágenes con contenido “y precisamente por eso no son los mejores, sino un coletazo de los mejores”. Rosero plantea que ser popular en redes sociales equivale a ser millonario en Monopolio, y critica la facilidad con la que les damos like a sus imágenes y lo cool que eso nos hace sentir.
¿Pero acaso eso está mal? Suárez, el galerista, dice que estos ilustradores han democratizado el arte y facilitado que su público se rodee de cosas bonitas, o sea, de sus obras. Rosero dice que tanto las imágenes pensantes como las bonitas están bien, pero que ningún creador debe olvidar la responsabilidad de contar historias y generar reflexiones que conlleva su oficio.
Ambos aplican lo que predican. Gunter, la galería de Suárez, se dedica a reproducir cantidades limitadas de obras elegidas por los curadores, venderlas por internet y enviarlas a casa de sus nuevos dueños. También vende originales, pero casi nada cuesta más de 300 euros. Rosero, en cambio, asegura que Casa Tinta podría beneficiarse mucho de exponer y vender obra “bonita”, pero responde que él no cree en eso.
// La exposición Ilustradores españoles: el color del optimismo // Foto: Cortesía Mario Suárez //
El primero es optimista respecto al futuro de la ilustración española. Su galería, que prácticamente trabaja solo con artistas españoles, creció más del 80 por ciento en su primer año, más del 50 en el segundo y se ha mantenido estable desde entonces.
El segundo cree que no todo está perdido, y que depende de otros actores, como los medios de comunicación y las editoriales, proponerles a los ilustradores una línea de trabajo más estricta a la hora de generar una opinión.
Algo en lo que los dos parecen coincidir es que el arte es un reflejo del tiempo en el que vivimos. Pero es imposible determinar si ese tiempo es uno donde la frivolidad prima sobre lo intelectual o viceversa. A la larga, la conclusión es una: cada quien escoge a qué darle like.
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