La autoestima creativa
Cuando en alguna de mis conferencias o seminarios pregunto a los asistentes sobre si se consideran creativos, sólo un 10% responde que sí.
Cuando les muestro una especie de termómetro que va desde el “nada creativo” al “súper creativo”, y les pido que se posicionen según su creencia, por más subjetiva que ésta sea, sobre su nivel de creatividad, las manos se van levantando formando una perfecta campana de Gauss, es decir, la mayoría se considera normal siendo sólo unos pocos quienes piensan de sí mismos que su creatividad es excelente o bien nula.
La pregunta que entonces les hago es, ¿en qué se basan para responder a esta pregunta?, ¿qué factores, variables o criterios han tenido en cuenta para valorar su creatividad?, y ¿de verdad piensan eso, o se han unido a la mayoría por vergüenza y el qué dirán?
Generalmente la gente no es muy consciente de por qué es o no creativa pero, cuando se les ayuda a pensarlo, acaban surgiendo varias razones. Algunas veces es porque se lo dijeron, bien en la escuela, bien sus padres o amigos. Otra es porque cuando piensan en su vida no ven nada creativo en ella. Una muy habitual es porque confunden lo que es realmente creatividad, cuando ésta no es ni más ni menos que una forma inteligente de pensar que conlleva algo nuevo y que aporta valor. Pero la más destructiva es la que se apoya en la creencia de que la creatividad es exclusiva de unos pocos privilegiados y que, por tanto, nunca podrán acceder a ella.
Ésa y no otra es la única razón que impide democratizar la creatividad.
La teoría del ecualizador
Siempre me han llamado la atención los ecualizadores. Según modifiquemos sus diferentes frecuencias podemos escuchar la música de una manera u otra. No existen perfiles mejores que otros, sino diferentes. A cada género de música le viene mejor una configuración concreta.
Según este punto de vista, y haciendo una analogía, nuestras capacidades mentales serían como un gran ecualizador. Nuestras skills o competencias estarían originalmente predispuestas genéticamente. Así tendríamos que al nacer ya destacaríamos en algunas cosas (frecuencias altas) y menos en otras (frecuencias bajas). Si hablamos de la creatividad como competencia, ésta también estaría en nuestro ecualizador particular y, según nuestra herencia genética, estará más alta o más baja. Es por ello que desde la antigüedad, los creativos, han sido vistos como privilegiados, ya que nacieron con esa frecuencia en inventiva que los diferenciaba de los demás. Pero entonces, ¿la solución es resignarse con nuestra carga genética? ¿no es esto determinismo puro y duro?
La buena noticia es que, como sucede con los ecualizadores verdaderos, esas frecuencias se pueden modificar gracias a la educación, los hábitos y el esfuerzo. El poeta alemán Novalis decía en pleno siglo XIX que “si tuviéramos una fantástica, al igual que tenemos una lógica, se desvelarían todos los misterios de la invención”. Pues bien, hoy en día ya existen métodos para ser creativos por lo que ya no deberíamos depender tanto de la aleatoriedad genética y sí luchar por aumentar nuestras capacidades creativas.
Las creatividades múltiples
En los años 80 Howard Gardner publicó su teoría sobre las inteligencias múltiples. En ella afirmaba que la inteligencia no es una sino varias, por lo menos siete. Con esta teoría mucha gente se sintió aliviada al pensar que si bien nunca se le dio bien el colegio siempre tendría una oportunidad en otros campos.
Basada en ella podemos hablar también de la teoría de las creatividades múltiples. No todos tenemos que ser creativos dibujando, tocando un instrumento o creando Google. La creatividad, como parte de la inteligencia, también es múltiple y por tanto es posible ser creativo en la cocina mientras que bailando somos un desastre. Como diría Ken Robinson, lo que deberíamos hacer es encontrar nuestro elemento, que no es otro que hallar aquello en lo que se unen lo que mejor sabemos hacer y lo que más amamos hacer. Ahí es donde realmente podemos desarrollar todo nuestro potencial creativo.
En definitiva, si seguimos pensando que la creatividad es sólo cosa de unos pocos y que no va con nosotros nunca la desarrollaremos. Ahí está la autoestima creativa, es decir, la capacidad en que nos creemos creativos y por lo tanto actuamos como tal. Ese es el primer paso de un largo camino. Luego, cuando encontremos nuestro elemento, y con mucho esfuerzo y entrenamiento, podemos llegar a aumentar nuestra frecuencia creativa en ese ecualizador tan particular. Porque, al igual que lo que no se usa se acaba perdiendo, lo que se practica acaba dando resultados positivos.
Y la creatividad no es una excepción.
Guzmán López nos recomienda cinco canciones para despertar la creatividad. Nosotros recomendamos leer su libro El Jukebox del emprendedor.
Acá Ken Robins:
Y acá todo sobre Howard Gardner y las inteligencias emocionales
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