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Las fértiles grietas de María Camila Espíndola

Las fértiles grietas de María Camila Espíndola

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Una artista bogotana recopila y difunde las plantas medicinales que se encuentran en los andenes. Sus taxonomías ilustradas son un recordatorio de la resiliencia vegetal que se sobrepone al frío manto del asfalto.

Desde la primera noche de los hombres, las plantas han servido como sustento y medicina en su evolución. Así, no hay ninguna cultura en el mundo en cuya visión no ocupen un lugar central, ya sea como encarnación vegetal de las deidades de sus panteones, como vehículo espiritual para hablar con los espíritus a través del trance o como parte fundamental de sus saberes medicinales. La distinción entre medicina y magia es más reciente de lo que pensamos, apenas unos cuantos siglos, mientras que, de cualquier manera, en los espacios populares las plantas y la espiritualidad están aún inexorablemente ligadas a las prácticas sociales de manera inconsciente o fervientemente evidente. Hace más de seis mil años los egipcios alcanzaron una colección de saberes que extrajeron del estudio de las plantas y en el hoy territorio americano, las comunidades originarias estudiaron y veneraron a estas hijas de la tierra. Muchos de estos saberes se conservan, aunque la relación no es evidente para nuestros ojos occidentales, aunque sí para la artista bogotana María Camila Espíndola después de años de estudio y reflexión en torno a las plantas. 

Las plantas tienen la característica de aparecer de manera mágica en nuestras vidas. A veces dejamos abierta la ventana y, a los pocos días, un tímido bulbo emerge de la tierra de alguna de nuestras materas para deslumbrarnos con la belleza de una flor secreta. Así, pero de manera más dolorosa, germinó una semilla en el interés de Espíndola. “Las circunstancias de la vida me llevaron a las plantas por una razón de salud. Estuve hospitalizada un mes por una infección en las vías urinarias y en ese entonces mi abuelita materna, que vive en la Calera, me mandó con mi mamá un papel periódico en el que estaban envueltas unas hojas y flores de diente de león”, recuerda la artista, explicando también que, a pesar de que es una flor con la que todos estamos familiarizados desde la infancia, no conocemos completamente sus cualidades. “Me puse a investigar sobre ellas y aprendí que eran las mejores plantas para limpiar el hígado, para temas diuréticos. Es una planta muy completa para la limpieza digestiva. Me podía ayudar en ese momento. Ese fue el clic”, recuerda sobre el interés que le despertó esta maleza, que bien podría ser la más abundante de Bogotá.

“Empecé a leer más y, en mis recorridos diarios por la universidad, Teusaquillo y Chapinero, vi que era muy abundante el diente de león en Bogotá. Fue la conexión con esta planta la que me hizo decir ‘creo que esto es lo que quiero empezar a investigar y divulgar. Este hallazgo personal quiero compartirlo’. Antes de pensar en un proyecto gráfico, todo se dio como un proceso personal”, reflexiona. Después, tras una intoxicación, Espíndola empezó a ver cómo de su piel brotaban granos y sarpullidos. “Fueron dos años en los que estuve muy enferma y mi otra abuela, la paterna, me habló de la ortiga. Fue una reflexión para cuestionar mis hábitos. En esa época de la universidad yo era muy fiestera, tomaba mucho y mi alimentación era muy mala. Pude descubrir y reconectar con las propiedades que tienen las plantas, pero además el preguntarme qué estaba consumiendo. Hice una transformación: me volví vegetariana, duré como seis meses sin tomarme nada y empecé a investigar sobre estas plantas”, recuerda. 

Como la flor

“Estudié Artes Visuales en la Universidad Javeriana, pues desde que estaba en el colegio tenía muy claro que me interesaban los procesos creativos”, explica desde su taller en Oaxaca la bogotana María Camila Espíndola, creadora del delicado proyecto gráfico de Grieta Fértil. “Mi hermana estudió en la ASAB y me llevaba a los talleres cuando yo era chiquita. Es un edificio de conservación increíble, cerca a San Victorino, y es una de las primeras escuelas de arte de Bogotá y luego se convirtió en la facultad de artes de la Universidad Distrital. Me la pasé ahí en mi infancia. Mi hermana me dejaba hacer grabaditos tiernos en su taller”, recuerda la bogotana sobre sus primeras experiencias artísticas. 

Tras recibirse como bachiller, Espíndola se encontró con el pénsum de la Javeriana, que le llamó la atención por la pluralidad de oficios a los que podía acceder, desde las plásticas hasta las artes gráficas. Adicionalmente, en 2012 cuando se tomaba un año sabático, la artista hizo parte de la primera generación de los cursos de serigrafía de la meca gráfica independiente RatTrap. “Me empecé a interesar mucho por los procesos de impresión artesanal gráfica. Así, Espíndola inició un recorrido por las artes gráficas que le permitió empezar a producir libretas artesanales y stickers que vendía en las pocas ferias independientes que entonces existían. Ya había un interés por los objetos de uso cotidiano, que luego se extendería también a la producción de pines y prendas, pero no tenía muy claro cuál sería su objeto de estudio, una necesidad apremiante que se materializó cuando hubo de presentar su trabajo de grado.

BCNK ARTÍCULO MARÍA

La hiedra en la piedra, el nacimiento de Grieta Fértil

La mayor parte de los esfuerzos creativos de María Camila Espíndola confluyen en Grieta Fértil, una marca personal en la que el lenguaje gráfico, la autopublicación fanzinera que aprendió en RatTrap y la creación de prendas y accesorios colindan bajo un solo rubro. “Todo inició con registros fotográficos, pues era algo muy presente en mi cotidianidad: me llamaba mucho la atención ver plantas creciendo de manera autónoma en la ciudad y ahí conecté con el hecho de que la ortiga crece como maleza en las esquinas, en los postes, en las grietas. Todo se empezó a enlazar”, cuenta Espíndola sobre este trabajo, que hizo parte de su tesis de grado. 

Paralelamente, la artista asistía a clases de ilustración botánica que complementaban el estudio de la maleza. “Mi tesis de grado gira en torno a los recorridos de la ciudad, las observaciones, las fotos. Ahí fue naciendo Grieta Fértil entre estos archivos, registros, investigaciones, charlas. Una parte muy bonita de la investigación fue que viajé en bicicleta detrás de los cerros orientales, al pueblo de mi abuela, Choachí, a ver qué plantas medicinales había y a hablar con las mujeres que viven allá. Este conocimiento habita en nuestras abuelas y abuelos. Es una fuente de información a la que acceder a través del diálogo”.

Con el avance de la medicina moderna, los saberes populares fueron quedando cada vez más en un segundo plano. En las áreas rurales, sin embargo, las farmacias son un fenómeno del siglo XX, por lo que hay un mayor arraigo en la sabiduría de los ancestros en torno a las propiedades sanadoras de la caléndula, la ruda, el diente de león o la ortiga. “Una vez estableces esta conexión te das cuenta de que el mundo botánico es infinito y que todos los saberes alrededor de lo que las plantas nos pueden brindar es muy, muy extenso. Así fui encontrando un interés muy fuerte para seguir distintos procesos de creación en los que he venido trabajando”, explica Espíndola sobre cómo fue construyendo su recetaria popular que luego empezó a desplegar en el espacio público bogotano. 

La primera versión de Grieta Fértil consistió en la producción de carteles de mediano formato que la artista empezó a ubicar en espacios urbanos en los que existían malezas curativas. Estas piezas gráficas de gran atractivo visual servían como indicadores e identificadores de la flora urbana, que muchas veces damos por sentada al no responder a los criterios de ordenamiento del jardín, pues su exuberancia se ha convertido en nuestro cerebro clasificatorio en sinónimo de desorden y sociedad. “Hay un texto que fue parte de la investigación que fue Lo infraordinario de Georges Perec. Ahí él habla de lo que siempre está ahí. Esa fue la premisa para acercarme a las especies de las que quería hablar. Hablar de botánica urbana era un tema muy amplio. Esta habilidad de volver a observar es la premisa que ha tenido este proceso de acercamiento que ha tenido este proceso de mirada a la botánica urbana”, añade la artista sobre este interés, al que se le fueron sumando nuevas formas de producción.

BCNK ARTÍCULO MARÍA

Soporte material, fanzines y herbolaria

Los recorridos urbanos de Espíndola se convirtieron eventualmente en mapeos de las zonas bogotanas en las que proliferaba la maleza. Sin embargo, tanto los pastos que se tejen en los intersticios del concreto como los afiches débiles ante la lluvia y el sol son de naturaleza efímera. Por ello la artista empezó a virar hacia otro tipo de soportes para sus investigaciones gráficas y en torno a la herbolaria. El fanzine artesanal se convirtió en el soporte idóneo para desplegar su universo ilustrado y para complementar su interés por el poder curativo de las hierbas y flores. Inspirándose en el lenguaje de la gráfica popular, tomando como uno de los referentes principales al Almanaque Bristol, Espíndola empezó a desarrollar más productos que complementaban sus afiches, los cuales jugaban con la noción de la señalética urbana, pero no complementaban de manera extensa la información de la planta más allá del hecho de indicar que era beneficiosa para nuestra salud. 

“Al hablar de un rescate de saberes también hay un regreso al papel, un rescate de un oficio que es tangible. El recurso del fanzine, del librillo y el póster es un medio vital para mí”, señala la artista, quien encaminó los aprendizajes de su tiempo como estudiante en RatTrap hacia la creación de piezas editoriales de una belleza delicada. “Al estar inmersos en pantallas y redes, todavía es muy valiosa esa materialidad que contiene, huele y es tangible, como las plantas. Siento que es un buen complemento para la información que está circulando”.

“Es útil esta materialidad. Este producto surge como una posibilidad de llegar a más lugares y a más personas. De moverse. Los pósters y sus registros en el espacio público fueron parte del primer momento del proyecto. Y son efímeros”, explica Espíndola. “Es interesante también pensar que las malezas son efímeras. Un día ves un cardo que floreció y al otro día ya no está. Tengo una foto de una uchuva creciendo en el techo del patio de unos amigos y esos misterios de las grietas que florecen y de las que salen plantas que no esperarías ver. Eso me vuela la cabeza. Una vez vi un lulo en un puente sobre la 30. O un tomate. Ya en este ejercicio mecánico de estar observando he encontrado cosas que no esperas ver: plantas que no son malezas y que se comportan como malezas. Vi un maíz creciendo entre un poste en Ciudad de México. Me encanta pensar en cómo llegó a estar ahí: ¿cuál fue la ruta? ¿Qué animal o humano hizo parte del destino del medio para que esa planta se instalara ahí? Es misterioso y complejo”. Al final, las publicaciones complementan gráficamente y de manera informativa el estudio de la planta, sumando capas de sentido a un proyecto que crece por todos lados, desmesuradamente.

BCNK ARTÍCULO MARÍA

La flâneur botánica

La figura del paseante, también conocido como flâneur, deambula por las vitrinas y entre las multitudes, observando desde una cierta distancia la progresiva explosiones arquitectónicas y las nuevas configuraciones de la ciudad, así como la creciente elevación de la mercancía como objeto supremo. El flâneur camina sin rumbo fijo, no consume los objetos exhibidos en las vitrinas y aprovecha su anonimato para apreciar detalles aparentemente irrelevantes que pasan desapercibidos para el transeúnte común. María Camila Espíndola, por juego de analogías, podría ser una flâneur botánica, una persona que se pierde entre calles, pero que desdeña el brillo material de los metales pulidos para encontrar belleza en la manera como las flores y céspedes absorben la luz del sol antes que reflejarla. 

“Me hace mucha ilusión recordar ese momento creativo del proyecto. Hacía unos mapeos en los que registraba cuántos dientes de león había visto caminando desde la 13 con 13 hasta la 45 con 24, por decir algo”, recuerda Espíndola sobre los primeros días de su quehacer, cuando aún no tenía claridad sobre la envergadura de su proyecto y todas las posibilidades se antojaban infinitas. “Se vuelve como un ejercicio de flâneur. Salir a deambular, por pura intuición y automatismo esta expedición y me gusta como que tal vez Grieta puede invocar eso: el azar, esa invitación a salir al barrio y empezar a observar estas formas de vida. Es una manera de abordar la noción de deriva. De manera implícita está la invitación de Grieta Fértil de que el transeúnte o el lector salga a buscar estas plantas en su barrio. En mi cotidianidad se ha vuelto algo que no puedo dejar de lado. Mi atención está centrada en qué plantas están creciendo. Si no las he identificado, las identifico”, añade.

En Colombia las plantas medicinales constituyen el 15% de las plantas con usos terapéuticos registrados a nivel mundial. Así, se ha identificado que 204 son exclusivas del país, aunque su uso es limitado, son poco conocidas y varias están en peligro de extinción. No se tiene conocimiento, a partir de la literatura disponible sobre plantas medicinales, de que otro país cuente con una cifra tan elevada de plantas medicinales endémicas. Este tesoro natural oculto de Colombia merece ser descubierto, protegido, conservado y empleado de manera sostenible para las generaciones presentes y futuras. 

Grieta Fértil es un proyecto vital, una invitación a habitar el hábitat, antes que ser un simple transeúnte del contexto propio. Las plantas maestras de las que se ocupa Espíndola quizás puedan enseñarnos algo más allá de la herbolaria, pues guardan también un poema de resistencia en cada una de sus tímidas nervaduras, en cada pétalo resiliente. “Suscita una serie de acontecimientos desde lo más sencillo y humilde, que puede ser la alegría de ver cómo la vida se materializa en cada esquina, hasta una implicación política y social”, reflexiona Espíndola. “Es justamente esa la metáfora con la maleza, esa contradicción del control. Es esa propiedad de crecer por sí misma en un sustrato donde no hay nutrientes ni hay minerales, donde no hay abono. La planta misma ya los tiene. Esa posibilidad de crecer y surgir en un entorno contaminado, sucio, la misma hierba lo genera. Puede abordarse hasta un proceso personal y terapéutico que te alegre verla o, más allá, la posibilidad de cuestionar un sistema y la imposición de las estructuras, del capitalismo y la urbe”.

Cortesía María Camila Espíndola

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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