Así hice mi ilustración para el Salón Visual Bacánika
La autora de la ilustración ganadora del segundo lugar en el Salón Visual Bacánika 2021 nos cuenta cómo fue el proceso de creación de esta pieza enigmática, sombría y de cuidadosa factura.
El encargo
Hice esta ilustración por encargo como portada del libro Cuentos para el desconfinamiento, publicado por la editorial Tanuki Libros.
Si se trata de una ilustración por encargo, como en este caso, en lo primero que pienso es en la comunicación. Por eso hago una investigación gráfica, a partir de la cual armo un collage y después dibujo.
Cuando me dieron el encargo de este libro, algunos de los cuentos aún no estaban traducidos así que me pasaron este texto de Joana Castells Savall, una reseña que me servía para acercarme a la esencia de esas historias enmarcadas en el aislamiento y la pandemia:
A veces, pero cada vez menos, despiertas con una promesa en tu piel como un escalofrío por tus pelos y con la primavera te dicen que explota a pesar de todo desde el otro lado de la puerta de casa. Sin remedio y sin nosotros, deletrea sus olores, el verde subido del bosque los márgenes llenos de espárragos y en pensamiento degustas las flores, mojas los ojos en el río y te sientas en la falda de una montaña. Seguro que en su cima de toda la vida se ve el mar y tres catamaranes sin vela cual esqueletos antiguos que ahora surcan la playa y seguro del todo no lo sabes, pero igualmente te calzas las suelas de gastar distancias en tu mente. Estos cuentos para el desconfinamiento son 12 galopes de caracol historias para asomar la cabeza y bienvenidas fábulas al pie de una primavera que parece una trampa o un gran bostezo que se traga a no ser que fabriques ficciones suficientes para pasar la tarde.
El concepto
Después de leer ese texto hice una lluvia de ideas. Lo que quería resaltar era precisamente ese sentimiento que nos dio el confinamiento por la pandemia y traducirlo a alguna metáfora. Entre esas ideas estaba la cabeza de un avestruz o un astronauta dentro de él; un mundo natural, un bosque o una casa completa dentro de un caracol; un universo dentro de una cabeza o una persona desintegrándose, yéndose a otro espacio.
Entre todas esas opciones escogí una que le gustó mucho al editor: un pájaro que tiene su nido como un apartamento y está viendo el mundo de afuera que es completamente diferente al de adentro. Desarrollé un poco más esa idea, intentando transmitir que el nido del apartamento fuera el perdón y que afuera hubiese un bosque con unos tonos un poco melancólicos.
Adentro y afuera
Lo principal al momento de armar la imagen fue marcar esa división entre el mundo interior y el exterior.
En cuanto al afuera, quería que se sintiera como un bosque pero no sobresaturar de elementos ni tampoco hacerlo hojita por hojita, sino que las formas nos dieran a entender lo que estaba sucediendo. Lo mismo con la parte interior del nido: un espacio hogareño e íntimo, un apartamento donde se respirara la cotidianidad. No quería atiborrar de objetos ese espacio, entonces decidí incluir solo vasijas y tarros. Para eso me inspiré mucho en las pinturas de Giorgio Morandi.
La ejecución
Al momento de recrear la puesta en escena me sentí como una directora de teatro en busca de un personaje que pudiera expresar la locura de estar encerrado. Entonces encontré este pájaro maravilloso de una ilustración científica muy antigua, era perfecto para lo que quería comunicar, y en ese punto comencé el dibujo primero en línea.
No quería hacer solamente el pájaro, sino que fuera una persona que se convirtiera en pájaro al asomarse, que se transformara al entrar en contacto con el mundo natural mientras que su cuerpo humano no cambiaba absolutamente en nada al seguir dentro de su espacio.
Después del dibujo en línea comencé a hacer las texturas, a enfatizar las sombras de cada uno de los elementos. Todo eso lo hice en lápiz sobre Durex y después le tomé una foto en alta resolución y trabajé el color en Photoshop.
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La paleta
Aunque hay colores vivos y llamativos que me encantan, no es algo que esté presente en mi trabajo. Desde que era diseñadora siempre me dijeron que yo era muy terrosa con los colores.
Yo tenía un poco de aversión al color, pero hace algunos años, cuando empecé a estudiar pintura, me enfrenté a una gama cromática mucho más amplia. Sin embargo, he seguido sintiéndome mucho más cómoda con los colores de baja intensidad.
Esto puede tener que ver con que crecí en Bogotá, o con la decoración muy sobria de mi casa, o quizá porque cuando yo era niña mi mamá me vestía con colores oscuros, como dice ella “medio de luto”; yo no pasaba de negro, blanco y rojo, el rojo era el único color que yo usaba con pigmentos llamativos. En la época en que diseñaba tenía un seudónimo: me llamaba la Dama Roja. Y una vez salí con un parche de grafiteros y uno de ellos me dijo: “Ay, miren, la Dama Roja, la que siempre se viste de negro”.
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