Todo lo que necesita saber sobre el burnout
La salud ocupacional deja de ser un asunto que suena al “área de recursos humanos”, cuando el trabajo empieza a sobrepasarnos y nuestro bienestar está en riesgo. En tiempos de hiperproductividad, el burnout es cada vez más frecuente. ¡Párele bolas!
Supongamos que un número significativo de factores lo han llevado a consulta. Algo no va bien. Su rendimiento ha bajado, su tolerancia también, se siente explosivo, tiene el sueño descuadrado, la ansiedad por los aires, está desmotivado, cualquier cambio o cualquier tarea se vuelve inmanejable, enorme, o se siente en la cuerda floja, pero en cualquier caso usted ya ha comenzado a somatizar. Entonces comienzan a revisar qué podría explicar sus síntomas. Puede que, mientras le hacen preguntas para recapitular su historia clínica y contexto, le alcancen a explicar que es usual que haya algo exacerbando una condición preexistente.
Pero usted no tiene ningún trastorno o desorden que explique por qué está sintiendo todo eso. Entonces puede que le pregunten cuándo comenzó y usted recuerde un día en que volvió del trabajo preocupado por recortes, una ola inhumana de tareas que se eternizó sobre su escritorio, una nueva política o nuevo jefe que tiene expectativas suyas irreales, y desde entonces un alud de estrés que parecía pasajero, sepultó todo a partir de entonces en el día a día. Y dejó de dormir, comenzó a disociar.
Digamos que, si esta es la historia y usted no padece otra cosa que explique mejor lo que está sintiendo, es muy posible que al final de la consulta se lo digan: usted está sufriendo un burnout. Y no es sólo una expresión, una metáfora para describir el estado carbonizado de su ánimo y su mente. No: es un diagnóstico médico. Y valdría la pena que si algo de esta historia le sonó familiar, lo atienda pronto, pues como indica Ana Millán, psiquiatra adscrita a Colsanitas: “La raíz del burnout es psicológica, un conjunto de síntomas que tienen una raíz emocional por un desbordamiento de estrés, y por eso es complicado también: los que lo padecen pueden ir de médico en médico sin que les puedan resolver gran cosa hasta que ya es demasiado tarde.”
Qué es el burnout
El burnout, conocido en español como Síndrome del Trabajador Quemado, es un fenómeno psicosomático que conduce a la aparición de síntomas característicos de los trastornos ansiosos o la depresión (y en algunos casos, a síntomas fisiológicos que pueden ir de gastrointestinales a neurológicos, a saber: desde diarrea a falta de concentración e incluso dolor) como consecuencia de una exposición prolongada a estresores constantes en la esfera laboral del individuo. En la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE / ICD-11) de la OMS, aparece catalogado entre los desórdenes asociados con el trabajo y está caracterizado por la expresión clara de conductas y síntomas asociados a tres rasgos principales:
- Fatiga constante, tanto emocional como física. Esto puede incluir una irritabilidad marcada y una sensación de no ser capaz de seguir adelante, además de incapacidad para concentrarse, dolor, malestar físico u otro tipo de somatización.
- Disociación y distanciamiento del trabajo realizado. Adicionalmente, la percepción del trabajo puede comenzar a marcarse por el cinismo o pesimismo.
- Frustración. Puede ser expresada como hartazgo, sensación de insuficiencia o falta de satisfacción con el desempeño propio. También puede desencadenar actitudes antisociales y agresivas.
El diagnóstico aún no figura en la edición más reciente del Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (DSM-5), pero ya existen diversos consensos sobre su sintomatología en la literatura especializada y de divulgación. Por este motivo, un capítulo recogido y publicado por Servicio Nacional de Salud del Reino Unido recalca, entre otras cosas, la importancia de hacer un muy buen diagnóstico diferencial para evitar confundir la causa de los síntomas, algunos de los cuales son asombrosamente parecidos a la depresión o algunos trastornos ansiosos, pues el tratamiento de cada una de estas cosas puede variar (y mucho).
Cuándo y cómo se comenzó a diagnosticar
A mediados de la década de los setenta, Herbert Freudenberger, un psicólogo que trabaja en un hospital psiquiátrico de Nueva York donde se atendían todo tipo de enfermedades mentales y adicciones, comenzó a notar entre sus colegas el conjunto de síntomas que lo llevaría a hacer la primera descripción del síndrome y a bautizarlo burnout.
Varios elementos se conjugaron en aquel contexto para favorecer la aparición del síndrome entre muchos trabajadores. Sin que sea sorpresa, aún hoy son factores que se siguen reconociendo como propicios para la aparición de la enfermedad: precariedad laboral, a veces contractual también; jornadas largas, muchas veces con alargue; expectativas muy altas sobre los trabajadores y su desempeño, a veces asociada a la idea de que sólo el desempeño extraordinario garantiza conservar el cargo; un ambiente laboral de tareas y necesidades cambiantes, donde ya no se sabe qué se espera de uno; y sobre todo, trabajo en cuidado y atención a las personas, los campos en los que aparece más el síndrome.
Por supuesto, durante la Pandemia los profesionales de la salud, así como los maestros y los cuidadores fueron la población que más sufrió de este síndrome debido a que muchas veces sufrieron todas las condiciones anteriores además del miedo a la muerte y la frustración experimentada con cada ola de contagios al ver los recursos disponibles completamente desbordados.
Sin embargo, cualquier trabajador (desde un operario técnico hasta un creativo profesional) puede padecer un burnout. De hecho, en el mundo del mercadeo, el diseño, la publicidad, lo editorial y la prensa también es común encontrarse condiciones precarias, horarios que se alargan, dificultades para ejercer el derecho a la desconexión, expectativas surreales de calidad y agilidad laboral, y una cultura organizacional que normaliza la presión, la milla extra y desdibuja las relaciones jerárquicas al presentarlas en un formato descomplicado que disfraza las órdenes de favores… Si es de su interés, existe un maravilloso par de libros para profundizar en el lado oscuro de la cultura laboral contemporánea y creativa: La corrosión del carácter de Richard Sennett y Frágiles de Remedios Zafra.
Qué podemos hacer para enfrentarlo
En lo inmediato, como recomienda la doctora Millán, es importante jugársela según las posibilidades por diversificar nuestras actividades cotidianas, buscar exteriores, separar espacios y velar, recuperar y cuidar de los sanos límites que garantizan que el tiempo del trabajo no invada el tiempo personal e íntimo.
“En términos de prevención y manejo, por eso es que salir es fundamental para las personas que están teletrabajando. Salir a caminar, montar bicicleta, ir a nadar, lo que se pueda hacer, porque esas pausas y cambios de espacio son claves para mantener el equilibrio. [...] Incluso ese desplazamiento entre la casa y el trabajo ayudaba mucho a metabolizar mentalmente las cosas, a entrar en disposición para trabajar o para pasar a los temas de la vida personal. Por otro lado, con los computadores y los aparatos la gente ya no habla tanto de forma casual, ni en el trabajo ni en su casa, eso se ha perdido y es muy importante”, indicó la especialista.
Entre otras recomendaciones, por supuesto, la terapia es el tratamiento de elección, en tanto el procesamiento emocional y la descarga de todo el peso que se lleva sobre los hombros es fundamental para tomar acciones de cara al futuro. Por otro lado, en términos laborales, hay que acudir a las instancias empresariales que existan para intentar mediar o trazar límites puede generar un alivio tanto inmediato como durable. Si la sobrecarga surge de una doble responsabilidad (como ser cuidador de alguien dependiente y trabajar al mismo tiempo), es muy probable que se necesite identificar las opciones de ayuda que tenga la persona para buscar repartir su carga de obligaciones y generar espacios de descanso y alivio. La terapia en grupo (como la que ofrecen los grupos Balint que disponen algunos hospitales y clínicas para sus trabajadores) también ha resultado tremendamente efectiva.
Cuando se ha hecho tarde para atender el quemón laboral, lo más probable es que el tratamiento necesite un enfoque interdisciplinario y más extenso: hay que curar la somatización (que usualmente exacerba condiciones de salud que ya estén presentes) y en casos de complicaciones agudas de salud mental derivadas del burnout (un brote psicótico, una crisis de ansiedad o un episodio depresivo en alguien que no sufre depresión), puede plantearse un acompañamiento farmacológico. Pero para evitar llegar hasta esos niveles, lo mejor es buscar ayuda cuando aún no ha sido enorme el incendio.
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