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Carta de amor a Barbie

Carta de amor a Barbie

Collages

Barbie es tendencia en todas las redes sociales por el estreno de la película de Greta Gerwig este 20 de julio. En medio de la nostalgia renovada, una fanática de la icónica y controversial muñeca de Mattel le dedica esta declaración de amor.

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Querida Barbie, 

Desde que tengo memoria, Barbie ha estado presente en mi vida. Recuerdo mi primera Barbie con exactitud: la recibí cuando tenía tres años como regalo de parte de mi hermano mayor, Joan. Aquella muñeca era una edición especial, lanzada junto a Coca Cola, que tenía un vestido rojo con el logo de la marca, un oso polar y una pequeña botella de la icónica gaseosa. Ese fue el inicio de un amor largo y aún vigente por una muñeca que, más allá de un trozo de plástico, ha representado a lo largo del tiempo a una mujer independiente que es capaz de ser lo que quiera ser. 

Mi colección fue creciendo considerablemente conforme pasaron los años hasta que llegaron a tener su propio cuarto, en el que siguen actualmente. Son más de 50 Barbies las que hacen parte de ese atesorado recuerdo de mi infancia que aún vive en casa de mis papás. Y es que Barbie para mi no solo ha sido una muñeca, sino también un recordatorio de lo afortunada que fue mi niñez, del privilegio que tuve y del amor del que estuve rodeada desde que nací. Nunca pasó una navidad en la que no llegaran todos aquellos regalos que con fervor ponía en una lista cada diciembre: el Niño Dios, Santa Claus, pero sobre todo mis papás, siempre hicieron magia. 

Años después, mis papás me contaban cómo recorrían centros comerciales, San Andresito y cualquier lugar donde pudieran encontrar todas aquellas excentricidades que solo una Barbie puede tener: el avión, la casa de dos pisos, el castillo de las nubes, el Ferrari, el camping, la casa del árbol y por supuesto, las muñecas en sí. Llegué a tener desde la Barbie piloto, hasta la Barbie veterinaria. No cabía la emoción en mi pecho cada vez que rasgaba el papel de regalo para destapar aquellas muñecas. 

La Barbie se convirtió en un icono mundial desde la segunda mitad del siglo XX y es, sin duda alguna, la muñeca más famosa del mundo a pesar de sus rivales. Su fama lejos de deberse solo a su imagen, ha definido un rol de mujer y una revolución en el marketing, que le han permitido perdurar a través de tantas generaciones. 

Este reconocimiento ha despertado sentimientos, opiniones opuestas en torno a la muñeca: algunos la ven solo como un juguete, otros como una imagen negativa que refuerza estereotipos y roles de género, otros como modelo a seguir o simplemente la ven como yo: con cariño, admiración y nostalgia, como una parte imborrable de la infancia. 

Si usted simplemente no entiende cómo una muñeca alcanzó la fama mundial o por qué las redes sociales están inundadas con su nombre a raíz de la película dirigida por Greta Gerwig y protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, que será estrenada el próximo jueves 20 de julio, una mirada al contexto en el que surgió esta muñeca puede ayudarle a entender las dimensiones del fenómeno cultural. 

Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo de los juguetes despegó y se consolidó como una oportunidad de mercado debido al baby boom de la época y la aparición de la clase media estadounidense. En 1945, en medio de este Boom del juguete, se crea Mattel, una compañía de juguetes cuya co-fundadora, Ruth Handler, era todo menos una mujer tradicional para aquella época en la cual los roles de género exigían mujeres dedicadas al hogar y a los hijos. 

Lejos de esto, Ruth fue una empresaria y diseñadora que además de llegar a ser la presidenta de Mattel, fue la creadora de Barbie. La idea se le ocurrió al notar la falta de muñecas adultas que representarán otros modelos de vida para la mujer más allá de solo ser madres, teniendo en cuenta que los juguetes para niñas más comunes de la época eran bebés. Fue así como Ruth juntó su espíritu empresarial y su visión feminista y presentó en la Feria Americana del Juguete de 1959 a la primera Barbie –llamada así por su hija Barbara–. Ese año se vendieron más de 359.000 unidades dando inicio a lo que sería una enorme revolución en el marketing y en la historia de los juguetes. 

Desde sus primeros años, Ruth tuvo muy claro el mensaje que quería transmitir con aquella muñeca: una mujer puede ser lo que quiera ser. Fue por eso que Barbie fue astronauta incluso antes de que las mujeres en Estados Unidos pudieran acceder a tarjetas de crédito, Barbie fue ejecutiva y piloto antes de que estos trabajos siquiera fueran considerados para mujeres, Barbie tenía computador, casa, carro y todo tipo de accesorios que conseguía por sí misma y sin necesidad de un hombre, lo cual para el siglo XX fue simplemente revolucionario. 

Barbie representó el hecho de tener oportunidades, independencia económica, de divertirse, poder tener cualquier trabajo, todo ella sola. Porque incluso con la aparición de Ken en 1961, que debe su nombre a Kenneth, el hijo de Ruth, Barbie no dejó de ser una mujer independiente en todos los sentidos. En lugar de representar una figura patriarcal, Ken se convirtió en un compañero fiel que siempre estuvo a la sombra de la icónica muñeca. Y sí alguna vez se lo preguntó, Ken no fue concebido con la idea de ser el novio de Barbie, sino simplemente un acompañante. Además, aquellos que jugamos incansablemente con esta muñeca sabemos que sí Barbie llegara a tener un novio, no podría ser otro sino Max Steel. 

En las décadas siguientes y con el boom de la televisión, Barbie logró llegar a muchos más lugares del mundo convirtiéndose en un icono global, especialmente a través de la campaña Girls Can Do Anything que surgió en la década de los ochenta y que reforzaba la idea de que las mujeres podíamos ser desde modelos hasta científicas, deportistas o presidentas. Además de esto, al atravesar las fronteras del mercado estadounidense, llegó a convertirse en el espejo de niñas alrededor del mundo, Barbie empezó a cambiar para representar a distintos cuerpos, pieles, culturas, religiones, etc. Actualmente, Barbie se vende en 150 países y pasó de ser una muñeca meramente occidental para adaptarse a culturas como la musulmana o la asiática donde inicialmente no fue muy bien recibida por su estilo de vida liberal y por su aspecto físico. 

Este punto, el aspecto de la muñeca, es quizá el que más ha despertado polémicas y desencuentros a lo largo de toda su historia. A pesar de que la muñeca permitía proyectar la independencia y la versatilidad profesional de las mujeres, es innegable que su imagen ha establecido un canon de belleza normativo y poco realista para la niñas: la Barbie es rubia, blanca, hiper delgada, alta, tiene una cintura diminuta, senos grandes, ojos azules y siempre está perfectamente maquillada y peinada. Sin embargo, con el paso de los años Barbie ha evolucionado y se han lanzado múltiples versiones que reflejan diversidad en cuanto a su cuerpo, color de piel, origen y capacidades funcionales; una forma de generar identificación entre un muy amplio espectro de seguidoras –y, es obvio, pero necesario decirlo: ampliar el mercado para este producto–. 

Del mismo modo, la película que estamos a pocas horas de poder ver, busca entrar en esta reivindicación ya que Barbie, es expulsada de Barbieland por no ser lo suficientemente perfecta y va al mundo real en busca de la verdadera felicidad. Pero además de esto, esta película ha demostrado el poder de esta muñeca que ha inundado las redes sociales y casi todos los canales de comunicación, con su nombre y color rosado característico. Barbie está más vigente que nunca y seguramente su retorno a la gran pantalla no va a decepcionar. 

A mi no podría decepcionarme, porque más allá de su consolidación como ícono mundial, la Barbie es simplemente mi muñeca favorita. Al escribir esto me pregunté mil veces qué es lo que amo de ella, amo lo disruptiva que fue en su época y lo representativa que es en la nuestra, amo el color rosado que la acompaña, amo su versatilidad y su capacidad de adaptarse, amo cada una de sus películas como Barbie y las 12 princesas bailarinas o Barbie: la princesa y la plebeya, que vi hasta el cansancio, amo el detalle en cada una de sus prendas y accesorios. 

Aún recuerdo los juegos con mis hermanos y mi tía alrededor de Barbie, recuerdo a todos en Navidad ayudando a armar las piezas del castillo y a pegar cada sticker en su lugar porque yo quería que quedara igual al de la caja. Recuerdo cómo la casa inteligente tiene pilas que después de 20 años aún funcionan, recuerdo las veces que –como toda persona que tuvo una Barbie– decidí hacerle un cambio de look fallido cortándole el pelo o haciendo alguna modificación casera, recuerdo aquella Barbie cantante que movía la boca y aterrorizaba a mi hermano, recuerdo a la Barbie sirena que metía a la tina para acompañarme mientras me bañaba y, sobre todo, recuerdo con exactitud la sensación de tenerla en mis manos y sentirme acompañada por ella: en lugar de hablarle, le prestaba mi voz para que ella lo hiciera, y en este proceso, era inevitable reflejar mis emociones, si yo estaba frustrada ella también lo estaba, sí yo estaba feliz ella también, sí yo estaba triste, ella también lo estaría, lo cual resultaba en un ejercicio de juego muy catártico.

Para muchas, la frase promocional con la cual la muñeca fue lanzada hace casi ochenta años era una motivación, una promesa en la que podíamos vernos reflejadas: “Sé lo que quieras ser”. A pesar de esto, creo que es clave reconocer que aun cuando los creadores de esta muñeca han hecho un esfuerzo por adaptarla respondiendo a la diversidad, cuando pensamos en la Barbie “original”, sigue presente la idea de esta mujer rubia, esbelta y privilegiada. Y es que es evidente que la posibilidad de profesionalizarse, de ser independiente y de literalmente ser lo que uno quiere ser, muchas veces está determinado por esas formas de privilegio que la muñeca también ha reflejado. 

Sí bien en su momento de creación, Barbie fue vista como un símbolo de empoderamiento al romper estereotipos y permitir a las niñas imaginar roles profesionales más allá de los permitidos para la época, en la sociedad actual existen numerosos referentes de mujeres reales que son exitosas, diversas y que no necesariamente se encontraban en una posición de privilegio. 

Aunque Barbie ha intentado ahondar en esta diversidad, sigue siendo válida la crítica sobre el canon de belleza que promueve y su poder adquisitivo como las claves para el éxito. La niña que fui no podía ver detrás todo esto y esas horas en su compañía fueron uno de los primeros espacios en los que pude comenzar a escuchar mi propia voz, la misma que yo le prestaba y que me impulsaba hacia adelante.

De ahí la importancia de destacar modelos a seguir reales y auténticos en todos los campos y profesiones en los que las mujeres han luchado por tener un espacio que antes era impensable tener, como en la política, los deportes, la ciencia, el arte, la educación entre otros. Estos modelos representan la verdadera diversidad de mujeres profesionales que pueden acceder al éxito sin importar su apariencia o condición económica, modelos que incluso pueden estar en nuestra familia o círculo cercano. Esto se vuelve aún más relevante al resaltar que acceder a la Barbie y tenerla como referente es un privilegio en sí que no todas las niñas tienen y que yo tuve. 

Mi última Barbie la recibí hace siete años, y tal vez es una de las más especiales que tengo, si no la más especial. Fue un regalo de Navidad, como solían serlo en mi infancia, que llegó a mí en 2016 sin esperarla. Acababa de terminar mi primer semestre de comunicación social y al rasgar aquel papel como cuando era una niña volví a sentir la misma emoción: no era una Barbie cualquiera, era una edición especial de la Barbie Periodista. Apenas empezaba la carrera, pero esa promesa “Sé lo que quieras ser” se veía reflejada en mi camino, como muchas veces durante las fantasías de la infancia. Esa Barbie Periodista es la única que tengo sellada en su caja y me acompaña en todo momento, incluso mientras escribo esta carta. 

Querida Barbie, mi eterna compañera de juegos, quiero expresarte mi más profundo agradecimiento. Cada vez que veo tu imagen, mi corazón se llena de nostalgia y felicidad, transportándome a aquellos tiempos llenos de magia e ilusión en los que todo era posible. Gracias por ser una ventana a mi niña interior, recordándome la importancia de cuidarla y mantenerla viva en mi vida adulta. Gracias por hacerme consciente de mi privilegio y ser un recordatorio constante de que cada niña merece tener modelos a seguir diversos y auténticos, que reflejen la realidad de todas y cada una de nosotras y sobre todo, gracias por los recuerdos imborrables que has dejado en mi corazón y por haber sido parte esencial de los mejores años de mi vida.  

Con amor y un tacón rosado colgado en mi cuello, 

Laura.

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Laura Daniela Soto Patiño

Periodista de medio tiempo… el otro medio lo dedico a comer rico, viajar, y a parchar con buena compañía. Me gusta escuchar historias, pero sobretodo contarlas. 

Periodista de medio tiempo… el otro medio lo dedico a comer rico, viajar, y a parchar con buena compañía. Me gusta escuchar historias, pero sobretodo contarlas. 

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