PALABRAS BELLAS
Veinte personas que trabajan con las palabras nos dijeron cuál es su palabra favorita. Entre monosílabos, lugares imaginarios, vocablos que han entrado en desuso y otros muy comunes armamos este pequeño diccionario de la belleza.
- Guillermo Martínez -
Escritor argentino. Autor de Crímenes imperceptibles.
Mar. Es una de las pocas palabras que para mí sigue evocando con toda su fuerza lo inmenso de mi infancia. Me gusta también este contraste: que un solo monosílabo, un único sonido pueda dar, con su R prolongada, la idea presente y vívida del fragor de las olas, del olor a sal, del infinito del agua.
- Adriana Echeverry -
Editora. Coautora de Holocausto en el silencio.
Hay una cortas, otras largas, unas más fáciles de pronunciar y otras que jamás aprendemos a decir de un tirón. Unas feas, hay que decirlo –a quién se le ocurre que coadyuvar tenga sentido estético–, y otras bonitas, muy bonitas. Una de esas es almíbar y me gusta porque sabe.
- Jaime Andrés Monsalve -
Director musical de Radio Nacional.
Nada más bello que los insultos. Y de entre ellos, pocos tan sonoros como mi preferido: Zascandil. Entre otras razones, porque cuando uno lo profiere no sólo está insultando: está invitando a su contraparte a que recurra al diccionario; es decir, se le está haciendo un bien.
- Mauricio Becerra -
Autor de la novela El factor Solano.
Podría decir que eco, o luz, o crisálida, o anatema, o por ahí también ánfora, espejo o lapislázuli, pero entonces estaría a un paso de componer un poema tanto más malo como perverso. Así que me suena mucho más hoy el silencio.
- Catalina Gómez -
Corresponsal en Irán.
Español. Y no porque después de semanas en Irán extrañe con locura un pedazo de jamón de jabugo, un buen queso curado de oveja o una botella de tinto español. También, pero en este caso me refiero a la lengua que he terminado por declarar como mi única y verdadera casa. Y al mismo tiempo es ese universo donde habitan palabras que me encantan como trompeta y su amiga pobre la corneta.
- Hernán Sansone -
Director de arte de Semana.
Hay muchas palabras hermosas en el español: invisible, espiral, ojalá, eclipse, capricho… Pero en este momento mi preferida es grifo. Mas allá de la criatura mitología, mezcla de águila y león, que va desde Babilonia hasta los bestiarios de los primeros cristianos, me da tristeza la pérdida del uso vulgar del término: “dispositivo que regula el flujo de agua en una cañería”. Su bella sonoridad creo que encierra la magia de su función.
Aunque haya perdido la batalla con llave de paso o con canilla, no importa, yo seguiré abriendo el grifo para lavarme las manos.
- Juan Diego Mejía -
Autor de El cine era mejor que la vida.
Mi palabra es mandarina. No sé muy bien por qué. Son cuatro sílabas que me suenan como campanitas de otro tiempo y que tienen el color del sol de Coveñas a las cinco de la tarde.
- Carlos Jacanamijoy -
Pintor.
Árbol: por su sonoridad, su significado y sus connotaciones, por ejemplo: vida, natura, tierra, planeta, frutos, flores, sombra, sosiego, oasis, raíces, salud, veneno, semilla, origen, agua, savia, color, memoria, edad, bosque, amigo, poesía…
- Federico Jeanmaire -
Premio Clarín y Premio Emecé de Novela.
La palabra que más me gusta es berenjena. No por el Quijote, sino por una cuestión afectiva. Cuando Juan, mi hijo, comenzaba a hablar, le gustó tanto la palabra que, durante algunos días, repetía berenjena y no paraba de reírse.
- Esteban Carlos Mejía -
Poeta. Columnista de El Espectador.
Macondo. Esa es, y ni siquiera sé si la RAE la acepta.
Repítela y verás: Macondo, Macondo, Macondo. Ay, García Márquez, qué invento.
- Henry Posada -
Autor de Pétalos de sangre.
Albricias. Siempre que alguien trae una buena nueva, mi corazón rebosa de alegría y siento a la mesa al portador de la noticia, esa suerte de Hermes. El azar o el destino me llevaron siempre lejos de mi casa materna, y viví en ciudades para mí abstractas como Bogotá, al acecho de un amigo que traiga una buena noticia de mi pueblo. La primera vez que la oí vino de Gabriel Jaime S., un cura de la teología de la liberación, escéptico y desenfadado que murió en las montañas de Antioquia y cuando lo veía invariablemente gritaba al acercarme: ¡Albricias!
- Federico Hauri -
Creativo publicitario.
Alcachofa. Me parece graciosísima. Y nadie me entiende cuando la repito y me río. Me miran raro. Y yo la repito con acento caribeño. Mexicano. El que sea. Y nunca deja de entretenerme. Me acabo de dar cuenta de cuanto quiero a esa palabra. Hasta hace 30 segundos la odiaba. Pero la quiero.
- Clara Sofía Arrieta -
Literata y actriz.
Ciénaga. Me gusta, en principio, porque es una palabra muy costeña que me recuerda un dicho que se usa en la Costa para referirse a las personas muy viejas: “Tiene pura cara de ciénaga con brisa”. Además, me encantan las esdrújulas.
- Jorge Espinosa -
Periodista de RCN Radio.
Silencio. No necesito meditarlo durante horas. La palabra más hermosa del español, para mí, es silencio. El porqué, como lo es hablar del silencio, es complejo y simple: porque es tan escaso. Una soledad demasiado ruidosa, el nombre de la novela de Hrabal, lo explica perfectamente.
- Fernando Quiroz -
Autor de Como un bolero, entre otras novelas.
Quizás. Porque hay en ella una bella nostalgia, pero hay aún más esperanza.
- Eugenio Chahín -
Periodista.
Nada. Para ser una palabra que se refiere a la carencia absoluta del todo, nada llena mucho espacio con sus dos sílabas. Es grávida, difícil, absoluta y hermosa. Como los mismos artífices de nuestra lengua madre, también es contradictoria: ya saben, es la presencia que representa a la ausencia y todas esas cosas. Quisiera haber elegido una palabra que me hiciera sentir menos pseudointelectual al intentar explicarla, pero esta fue mi verdadera favorita desde muy temprano. Siempre me obsesionó y tendría que empezar culpando de eso a La historia interminable.
- Isabella Portilla -
Autora de Malandrines, crónicas sobre impostores, bribones y granujas avezados en el engaño.
Mi palabra preferida es serendipia por su significado: es un hallazgo afortunado e inesperado. Por ejemplo, es salir de casa una noche en contra de la voluntad y conocer por casualidad a un nuevo amor. O fue lo que le pasó a Arquímedes cuando se dio cuenta, al darse un baño, de que el agua se derramaba de la tina cuando él entraba en ella. Una serendipia puede ser entonces una oportunidad que nos da la vida para salir desnudos gritándote a los vientos: ¡Eureka!
- María Cristina Hernández Capdevilla -
Periodista.
Choncho. No aparece en el diccionario pero es sinónimo de cerdo, porcino o puerco. Me gusta porque suena costeña, corroncha, redonda y esas dos oes la dibujan perfecto rebotando gordas entre sus ches. Chooonchooo. Además tiene la ch, que hasta hace poco fue la cuarta letra del alfabeto español y una de esas letras raras, junto con la ñ y la h, favoritas en mi infancia.
- Ricardo Silva Romero -
Autor de Parece que va a llover y Autogol, entre otras novelas.
Yo no me atrevo a hablar en otro idioma. Que, dicho así, suena como si supiera hablarlos todos. Quiero decir que sólo me siento a salvo en estas palabras, que únicamente en este territorio con eñes puedo entregarme en paz a lo que pienso. He estado un par de veces en lugares del mundo en los que no entiendo ni las consonantes ni las vocales, en ciudades de paso en las que ninguna frase me sirve de nada. No hay, me parece, peor sensación de desamparo. Y no hay mejor salvación que la de oír, de golpe, cuando ya se ha cedido el ánimo a la desesperación, una voz que toma forma de sustantivos, adjetivos y pronombres familiares. Tal vez lo justo sea confesar que me gusta de las nuestras, en especial, la palabra plegaria: me describe un discurso que se pronuncia de rodillas, me recuerda que detrás de cualquier oración de las que sabemos tendría que estar una persona que adorara (por supuesto: con sentido del humor, con sentido del riesgo) el diccionario que vamos armando con el paso de los vocablos. Creo, en suma, que nuestra aspiración debe ser hablar siempre como si eleváramos una plegaria: con cuidado, emoción y fe. A cambio recibiremos, si mi intuición no me falla, la respuesta que nadie recibe cuando reza.
- Andrés Wiesner -
Periodista. Creador de la Fundación Tiempo de Juego.
Últimamente la palabra que más me gusta es presente. Más allá de su belleza o sonoridad me gusta por su significado. Estar presente, estar ahí, con los amigos, con la mujer, con los hijos, con el equipo del alma. Estar presente cuando voy al mercado, cuando hablo con la gente en la calle, cuando estoy en la barbería o me estoy lavando los dientes. Es difícil, claro, pero es lo mejor de la vida. El pasado es historia, el futuro no existe.
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