El futuro de la conectividad
En 1844 se envió el primer telegrama del planeta. Hoy, casi 170 años después vemos cómo la conectividad se ha convertido en uno de los activos más preciados por la sociedad.
La necesidad de estar informado y disponible ha llevado a que niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, tengamos una obsesión por la conectividad. Atrás quedaron los días en que estar conectado era un privilegio de unos cuantos ejecutivos a quienes su compañía les había asignado un Blackberry; dispositivo que se usaba para mostrar status e importancia. Hoy, estar conectado en todo momento es una necesidad de todos por igual. Hoy el tiempo es más importante que nunca… sobretodo cuando a uno se le acaban los minutos.
Por eso no sorprende que haya más líneas celulares que líneas fijas, ni que los dispositivos móviles más básicos incorporen tecnologías de transmisión de datos diferentes a la voz, ni que las velocidades de transmisión inalámbricas estén sobrepasando aquellas ofrecidas por los operadores de Internet fijo. Mucho menos, que duplicar la penetración de Internet de banda ancha incremente el Producto Interno Bruto de un país en 30 basis points (lo cual para el caso de América Latina ascendería a 21,344 Millones de Dólares).
En tan sólo este siglo hemos pasado de 360 Millones de personas conectadas a Internet (con una relación de 4 personas por cada dispositivo conectado) a cerca de 2,500 Millones - 1/3 de la población mundial - quienes utilizan más de 9,000 Millones de dispositivos para estar conectados.
¿Se ha puesto a pensar cuantos de los dispositivos de su casa se conectan a Internet? Ese número será al menos el doble en 3 años.
Estamos en medio de la Revolución del Conocimiento. Una revolución que afectará en tal magnitud nuestra sociedad que la Revolución Industrial palidecerá en comparación con ella. Nuestros procesos productivos, nuestra economía, nuestra educación, nuestra sociedad, nuestra relación con el mundo que nos rodea están cambiando de forma exponencial. Poco a poco el mundo digital y el mundo real se han venido acercando, mezclando, fundiendo a tal punto que dentro de poco no podremos diferenciar el uno del otro.
Ahora bien, muchos creen que cuando se habla conectividad se habla de hardware: de modems, de chips, de 4G o Wifi o Bluetooth. La verdad es que cuando se habla de conectividad se hace referencia al conjunto de dispositivos que permiten la conexión y a la información a cual se accede. Es hardware, es software, son servicios, es contenido, es todo eso bajo una misma palabra.
La conectividad del futuro será ubicua y transparente.
Cerca de la mitad de ustedes está leyendo este artículo desde un dispositivo móvil. No en su casa (u oficina), no en su computador. La proliferación de smartphones / tabletas ha llevado a que estemos permanente conectados y a que el consumo y/o producción de contenido se haga en espacios no tradicionales.
La mejora en las velocidades de transmisión celular (de Edge a 3G a 4G) y el reemplazo de los antiguos PCs por dispositivos móviles cada vez más poderosos son un patrón que seguirá dándose y que nos permitirá dentro de muy poco consumir y producir cualquier tipo de contenido (escrito, de audio o de video) "on-the-way", sin importar el dispositivo.
Veremos la proliferación de dispositivos inteligentes: televisores, cámaras, neveras, termostatos, hornos, escritorios, carros que estarán conectados a Internet y desde los cuales podremos visualizar, producir y compartir información y contenido. Podremos comenzar un juego en una consola y terminarlo en un smartphone, tomar una llamada (video-llamada en realidad) en el teléfono y al llegar a la casa pasarla al televisor (o a la pantalla de la nevera) o viceversa; compartir nuestra hora de llegada a un destino directamente desde nuestro carro teniendo información actualizada con base en las condiciones reales del tráfico y las vías que utilicemos; la temperatura de nuestra casa se regulará no sólo por la temperatura de la misma, sino por las condiciones climáticas que se esperan para las horas siguientes.
Nuestros hogares estarán llenos de pantallas en los que el contenido se podrá ver, actualizar y producir de forma transversal y móvil. En nuestras oficinas, las paredes pasarán a ser pantallas en las que colaboraremos, física y virtualmente, con nuestros compañeros, en línea sin importar donde estén.
Todos nuestros dispositivos estarán conectados a la red y por medio de ella, a su vez se conectarán entre sí. Los aparatos no sólo servirán para que nosotros nos conectemos, se conectarán e interactuarán entre ellos mismos sin necesidad de intervención humana alguna. Crearán, actualizarán, recolectarán, consolidarán y compartirán información entre sí, hacia nosotros y hacia otros. Todo de forma permanente, automatizada y sin que nadie lo note (en el "background").
Veremos la masificación de lo que se conoce como "Wearable Computing", una explosión de pequeños adminículos (pedómetros, sensores, chips, relojes y hasta gafas) que nos permitirán estar conectados en dos vías casi imperceptiblemente. En el futuro no será necesario sacar el celular del bolsillo para enviar en mensaje, abrir una video conferencia o compartir una foto o documento.
Es más, el teléfono como tal dejará de existir y su forma cambiará tanto que no será extraño ver gente, al estilo de Dick Tracy, hablando desde su reloj, pseudo-cyborgs tomando una foto directamente desde sus gafas con tan sólo decir "Ok, Glass toma una foto", personas recibiendo direcciones directamente a su ojo a través de un lente de contacto que es en realidad una pequeña pantalla y que superpone una capa de realidad aumentada a la imagen que vemos a través de él o cyber-punks cuyos tatuajes cambian según la última información disponible en sus redes sociales.
La conectividad del futuro será omnipresente y transparente. Olvídese de esos ejércitos de gente que uno ve, atolondrados, mirando la pantalla de su teléfono. Todo estará embebido en dispositivos más propios, más cercanos, invisibles, transparentes, que bombardean de información al usuario sin que aquellos que están alrededor los vean.
Ya no tendremos esa barrera física creada por los smartphones en la actualidad. Tendremos una barrera mucho más grande; una barrera digital, una barrera de información que aparecerá encima del mundo real para aumentarlo, complementarlo y documentarlo.
En un mundo cada vez más conectado será más difícil concentrarse por el permanente bombardeo de información al que estaremos (ya estamos) expuestos. Serán más comunes los casos de nomofobia (el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil) y veremos epidemias de niños adictos a Internet.
Pero el problema más grande de la conectividad del futuro será la protección de nuestra privacidad. Google revolucionó el mundo con un modelo de indexación que permitió a cualquier persona encontrar las respuestas a cualquiera de sus preguntas (en el 2012 se hicieron 1.2 Trillones de búsquedas sólo en Google Search) con sólo escribirlas en una pequeña caja aparecen respuestas basadas en popularidad, sin contexto alguno.
Eso cambió hace unos años con la llegada del llamado Social Media, un modelo en el que el contexto del usuario es el que determina la respuesta. Un modelo en el que la información del usuario se usa para generar perfiles cada vez más complejos y completos y que permite resultados más relevantes. Un modelo que seguirá dando de qué hablar y que ahondará en la relación con el usuario, sus gustos, sus amigos, su ubicación (en todo momento) y sus actividades con la conectividad en general.
En la medida que nuestros dispositivos recojan más información, sabrán más de nosotros. Incluso más que nosotros mismos y podrán (ya hemos visto algunas muestras de ello) saber lo que preguntaremos antes de que lo hagamos.
La pesadilla del Hermano Mayor de George Orwell se hará realidad en un nivel jamás pensado por el escritor británico hace cerca de 100 años con una diferencia sustancial. El gran hermano no serán los Estados y Gobiernos del mundo sino las compañías y los sistemas que almacenan, analizan y disecan cada uno de nuestros actos.
La conectividad del futuro permitirá a algunos no morir jamás, incluso aunque sus cuerpos hayan dejado de existir, por medio de la transferencia de su pensamiento, conocimiento y personalidad a una máquina en la que podrá vivir por siempre. Y no estamos hablando de La Fuerza, es un concepto llamado The Singularity que ha cobrado mucha relevancia en los últimos años.
Tal vez lo más interesante de la conectividad del futuro es que ya está aquí, entre nosotros, haciéndose imprescindible, omnipresente y necesaria.
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