Remedios vintage
Cuando éramos niños sentíamos que se nos escapaba la vida cada vez que nos raspábamos la rodilla o nos salía un chichón, pero nuestros padres, siempre serenos, iban al botiquín familiar y nos daban remedios poco convencionales o muy de antaño que sanaban nuestras heridas en un santiamén. Quisimos recordar algunos de ellos para reír con esas medicinas que aparentemente han sido relegadas al olvido ante la sociedad del acetaminofén que reina este mundo.
El adiós a las cicatrices que a algunos les funcionó y a otros solo les dejó una cara entecada de saliva. (Ojalá dejarse lamer de gatos y perros diera belleza eterna).
Todos alguna vez vimos una caja o un tarro de este poderoso té en nuestras casas y cuando preguntábamos para qué servía, nuestras madres se regaban en alabanzas sobre los beneficios de la planta: que ayudaba al desarrollo cerebral, que aumentaba las defensas, que mejoraba la circulación y otras mil bondades. Lo que nunca dijeron en voz alta es que mejoraba la potencia sexual, así que no se sorprendan si algunos de ustedes son generación Ginseng y esa planta resultó siendo la cigüeña que los trajo al mundo.
Muchos que padecen de calvicie aún lo guardan en el botiquín del baño con la esperanza de que algún día el milagro de un pelo nuevo los sorprenda en el espejo. Y si encuentran a alguien con pelo que lo use, ¡atentos!: también actúa como laxante.
Cuando veíamos el delfín con traje de marinerito en la presentación de la botella no nos daba ni cinco de confianza, a pesar de que nuestra familia nos lo embutía mañana y noche para hacernos “crecer sanos y fuertes”. A los que lo odiaron o a los que lo tomaban a escondidas por la noche, ¿se sienten como Popeye o será que nos tumbaron?
Me llamo Andrea y soy adicta al Desenfriolito. ¡Hola, Andrea! Sí, soy una de las que con fiebre o sin ella reptaba por las paredes y rincones de la casa hasta llegar a esa pastilla que sabía a helado de fresa vencido. ¿Y usted?
Si alguna vez vio a su abuelo con una suerte de vendajes tibios, no era porque fuera un héroe de guerra: tenía el famoso Parche León en el cuerpo que era capaz de curar rupturas, tronchaduras, desencajadas y hasta chiflones con su calor místico.
Muchos decían que sí se notaba la diferencia de estar con o sin Pharmaton porque tenía un revuelto entre todas las vitaminas posibles que harían de nosotros seres más activos o, por lo menos, más sanos. El lío está cuando la salud viene en pastillas, porque eso de el que peca y reza empata solo le funciona a Mr. Burns que tiene todos los males atorados y eso lo hace inmune.
La fama de este medicamento probablemente se deba a que el comercial es uno de los mejores de toda la historia nacional. Es probable que usted sea uno de los que le dice al médico ¡sí, señor! –con ese tono medio anciano–, cuando le pregunta si se siente mal: póngase cuidado y verá.
Aunque suena a gen maligno que hace hinchar la cabeza, muchos fuimos criados a punta de este suplemento que prometía inteligencia y salud a quien la consumiese. Haciendo un repaso por esta lista, y prendiendo el televisor para ver la “la realidad nacional”, creo que nos faltó más fruta y menos pastillas.
Con unas propiedades parecidas a las de la baba de caracol o la concha de nácar, este ungüento completa el trío fantástico anticicatriz que, si bien no a todos les arregló los desastres de la infancia, por lo menos les dejó la lata ideal para encresparse las pestañas.
¿Quién no sufrió cuando lo atrapaban con la peinilla antipiojos de Cruz Azul? Si usted se rio, probablemente es de la generación que probó cuanta mata se le atravesó para hacer que estos chupasangres no le mordieran la cabeza y lo dejaran mal parado con su primera traga.
Aunque no se puede considerar como medicina, muchos conocemos las famosas gotas que el odontólogo nos echaba en la boca para revelar todos nuestros pecados. Si usted fue uno de los que llegó al colegio o a la casa con la boca y los dientes de color fucsia, es de los nuestros.
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